Juan Tallón y la escultura de 38 toneladas desaparecida del Reina Sofía: "Un misterio no necesita resolución"
Juan Tallón disecciona en 'Obra maestra' la desaparición del 'Equal-Parallel/Guernica-Bengasi' , la escultura de Richard Serra para el Reina Sofía
El escritor investiga desde todos los ángulos uno de los sucesos más inexplicables de la historia del arte en España
"Yo prefiero que la escultura no aparezca jamás. Me gusta pensar que está viva en algún sitio", confiesa el autor
Una desaparición inexplicable. Un truco de magia imposible. Un escándalo inaudito. Del misterio que rodea al 'Equal-Parallel/Guernica-Bengasi', una escultura de 38 toneladas creada por el prestigioso Richard Serra para el Museo Reina Sofía que "un buen día desapareció sin dejar rastro, como si fuera algo liviano", se sirve Juan Tallón (Ourense, 1975), autor de una columna dominical en 'Uppers', para armar su propia 'Obra maestra' (2022, Anagrama). Una novela que investiga desde todos los puntos de vista posibles uno de los sucesos más estrambóticos de la historia del mundo del arte, y por el camino se las arregla para contarnos también un pedacito de la historia de España.
Por ponernos en contexto, Serra entregó la obra a la pinacoteca madrileña en 1986, el año que se inauguró. Y allí estuvo expuesta varios meses hasta que fue almacenada por una empresa especializada en una nave industrial en Arganda del Rey. Con el tiempo esa empresa quebró, y cuando el museo se interesó en 2005 por el paradero de su escultura nadie supo qué responder. La obra ya no estaba. Sus 38 toneladas se habían volatilizado. Tallón, que además de escritor es periodista, vio que en la historia de esa escultura, "su nacimiento, exposición, custodia, pérdida y búsqueda", había una trama digna de ser narrada.
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¿Hacemos spoiler si decimos que a día de hoy todavía no sabemos dónde está la escultura?
No, no es un spoiler. Es público y notorio que nunca hemos vuelto a tener noticias de ella, pero eso no implica que en la novela no esté continuamente a punto de aparecer. De hecho, la escultura está desaparecida pero no sabemos si está destruida. En última instancia, la escultura se puede ver en la sala 102 del Museo Reina Sofía. Está desaparecida y a la vez está expuesta.
Eso es muy curioso. Tras su desaparición, Richard Serra accedió a hacer una réplica para el Reina Sofía: la copia pasó a ser el original
Estas son las cosas que permite el arte contemporáneo. Y también ser el tipo de escultor que es Richard Serra. Trabaja con ideas adaptadas a espacios. Una vez que la idea está definida la escultura se elabora, pero no lo hace él, lo hace una fundición. Ese modo de trabajar tu arte permite que en realidad no haya diferencias entre copia y original porque, si se pierde la primera obra, siguiendo la misma pauta que la anterior la fundición ejecuta la réplica. En ninguno de los dos casos es el escultor quien hace la escultura, eso le permite jugar con la abolición de la diferencia entre copia y original.
¿Qué pasaría si apareciera la primera escultura ahora?
Sería muy triste porque el misterio quedaría resuelto. La resolución del misterio implicaría la muerte del misterio, y el misterio tiene un encanto que nunca va a tener su resolución. Si me preguntan, yo prefiero que no aparezca jamás. Quiero pensar que la escultura no ha sido destruida, aunque bastantes cosas apuntan a eso. Pero no hay pruebas fehacientes. Me gusta pensar que la escultura está viva, en algún sitio, no sé dónde, pero que nunca va a aparecer.
¿A ti dónde te gustaría que estuviera?
Creo que sería una bonita hipótesis que estuviera en algún bosque expuesta como lo estaría en el Reina Sofía. Otro destino bonito para la escultura sería que hubiera sido fundida y convertida en muchos, cientos, miles, millones de pequeños objetos que contienen acero como materia prima. Puede ser la pata de esta mesa o el cabezal de tu cama. O una puerta de entrada al museo del Prado. Eso significaría que la obra se destruyó, pero no que desapareció, sino que se transformó, y entonces, a su manera, está viva.
En qué momento decidiste que esta era una historia que querías contar
Cuando salta la noticia en 2006 en enero la desaparición a mí me perturba, me afecta, me parece un acontecimiento extraordinario, casi un acto artístico. Lo pesado y monumental desapareciendo como si fuera ligero y pequeñito. Pero aún no veo ahí el potencial literario. Eso ocurre en una visita que hago al Reina Sofia en 2009 a una exposición de Juan Muñoz. Acabamos en la sala 102, donde está expuesta de forma permanente la que se suele denominar réplica de la escultura original. Ahí es donde empiezo a pensar que de eso puede salir una novela. Ahí sí veo que quiero hacer esto, pero todavía estoy muy lejos de acabar haciéndolo.
De hecho, pasan diez años en los que aunque no escribo sí acumulo información, recojo datos en la hemeroteca, consulto bibliografía y comienzo a tomar testimonio de personas que tiene algo que decir de la escultura, de su pérdida y de su búsqueda, todavía sin propósito. En 2019 veo la forma de contar esta historia. Cómo mantener el misterio a lo largo de todo un libro.
Cuando empiezas muy arriba tienes que mantener el arco narrativo ahí. Tienes que encontrar el modo para mantenerlo a esa altura hasta el final. Yo lo encontré diez años después. Por eso la cuento a través de la sucesión de 72 narradores, que cada uno nos proporciona un dato, una información, un relato de la escultura que es único y que ninguno de los otros te cuenta. Así consigues que el arco narrativo no flojee.
Cómo hiciste para tomar esos 72 testimonios de directores, policías, periodistas, coleccionistas y gente de la calle. ¿Los recogiste todos? ¿Inventaste algunos?
'Obra maestra' es el resultado de mezclar hechos reales con elementos de ficción. No creo mucho en separarlos. Una vez que lo mezclas generas la novela. Y toda novela, al margen que tenga más o menos cantidad de realidad, lo que intenta es ser verdadera. Eso es lo que he buscado. Mezclar realidad y ficción para generar algo verdadero.
De aquellos testimonios que sí recogiste, ¿cuál fue el que más te sorprendió o te llamó la atención?
Todos tienen para mí un valor especial y todos aportan algo diferente. De los 72 hay alguno que además de una voz narrativa alcanza el rango de personaje. Al margen de la escultura y su creador, hay alguna voz narrativa que también evoluciona hacia la condición de personaje. Uno de los más relevantes es Carmen Giménez, conservadora de Arte que inauguró el Reina Sofía como museo en 1986. Es un testimonio sin el que no se habría podido completar esta novela. Además de su voz tiene su capítulo, está presente en los capítulos de otros narradores. Sin llegar a ser omnipresente está en las distintas partes del libro.
¿Cómo imaginas que reaccionó Serra cuando se enteró de lo que había ocurrido?
Es complicado saber cuál fue exactamente su reacción cuando en el 2006 Carmen Giménez le dio la noticia antes de que apareciera en la prensa. Él ya consideraba que su escultura estaba en un estado fantasmal, no equivalente a la muerte pero casi. Claro que le afecta la noticia, porque eso significa que el museo no ha hecho su trabajo y no se ha preocupado por cuidar el patrimonio. Pero aun así le salva la cara.
En ningún momento dice públicamente que el museo ha cometido un claro descuido. Quizás pudo pensarlo, expresarlo en el ámbito privado. En seguida elaboró la hipótesis poética de la destrucción y a la vez la reconversión. Decía que seguramente su escultura, después de ser destruida y fundida, estaría en millones de hogares en los que hay una cuchilla de afeitar.
¿El hecho de que esta historia tan increíble sucediera en España dice algo sobre este país?
Yo creo que las cosas que pasan en un país dicen cosas sobre ese país. España no es un más desastrosa por perder una escultura o porque la roben. Los robos en el mundo del arte ocurren desde hace siglos y cada dos por tres un gran museo pierde una obra. Pero lo que sí es muy español es que después de perder una escultura no pase nada. Que no haya responsabilidades. Que nadie presente su dimisión. Eso sí podía pasar en otros países donde la gente asume su responsabilidad. Aquí nadie lo hizo. Es más, ninguno de los directores del museo hicieron otra cosa que mirar hacia otro lado.
También es muy español no solo la gestión de la crisis, sino la antesala de la crisis. ¿Por qué quiebra la empresa que custodia la escultura? Porque tiene muchas deudas con la Seguridad social y Hacienda. Pero en parte las tiene porque desde Cultura y distintos museos no se le pagaba lo que se le debía. Es como la pescadilla que se muerde la cola. Yo, como parte del Estado no te pago. Y tú contraes deudas conmigo y acabas desapareciendo. Yo te devoro. Es una situación casi kafkiana, de cómo la burocracia de un país puede acabar con un ciudadano o una empresa por el hecho de ser una maquinaria ciega.
Si tuvieras que llevar 'Obra maestra' al cine, ¿cómo lo harías? ¿Cómo una comedia satírica? ¿Un thriller de misterio?
No se me ocurriría cómo hacerlo. He tardado diez años en saber cómo escribir esta novela. Si ahora tuviera que decidir cómo rodar esta historia tendrían que pasar no diez, sino veinte años. El lenguaje audiovisual no es algo que yo domine. Casi es mejor que un tercero lo haga como considere.
¿Tú has perdido alguna vez algo a este nivel? ¿algo tan imperdible?
Obviamente a este nivel nadie pierde nada, o lo pierdes una vez en la vida. Yo he perdido los objetos que todo el mundo pierde. Alguna vez he perdido el coche, porque me lo han robado o porque no recordaba dónde lo había aparcado después de una noche de fiesta. Al cabo de dos días el coche apareció. Es inaudito perder algo tan enorme, pasa una vez en la vida.
¿Da más miedo con la edad perder cosas?
Con la edad perdemos más cosas. Perdemos memoria, habilidades, pero toda la vida es un proceso de búsqueda de cosas. A veces son cosas físicas y a veces inmateriales. Pero siempre estamos buscando. Ese es el motor de la vida. Querer algo, ir a por ello, buscarlo. O no saber qué quieres pero aun así buscar lo que no sabes que estás buscando. Es el gran verbo, no sé si de todas las vidas pero sí desde luego de la mía. Yo me he pasado la vida buscando, y a veces encontrando y a veces no.
¿Hay algo que perdieras con 30 años que ahora (cerca de la cincuentena) eches en falta?
Sí, la edad. El tiempo. Eso se pierde y no se recupera. Lo puedes echar en falta pero no puedes estar mucho tiempo lamentándolo. Te haces mayor, te vas a morir, no le des vueltas. Yo soy nostálgico, pero a la vez también soy realista. La nostalgia es una herramienta poderosa pero no hay que abusar de ella.
¿Tienes en mente ya algo para tu próxima obra?
Lo cierto es que no tengo nada. Tengo quizás una o dos tristes ideas. Las tristes ideas no son de gran utilidad, pero con el tiempo quizás puedan convertirse en ideas carentes de tristeza y a lo mejor sí ser germen de otra novela. Pero ahora ni siquiera quiero pensar en un nuevo proyecto, porque después de diez años con esto en la cabeza haberlo acabado es algo que aún tengo que degustar. Todavía quiero recrearme con lo que he logrado.