Sigue el camino largo, avanza despacio, llega tarde, por Juan Tallón
Todos sonamos para algo grande, todos queremos hacer muchas cosas y llegar a todo rápido, hasta que en un punto del trayecto nos damos cuenta de que en las cosas pequeñas y el camino más largo se encuentran grandes tesoros.
"Las cosas humildes son las que nos sirven para seguir adelante"
El escritor Juan Tallón reflexiona sobre el paso del tiempo y cómo influye en las expectativas vitales.
En un momento de 'Miss Marte', la nueva novela de Manuel Jabois, el narrador se refiere a uno de sus amigos como alguien que en una etapa de su vida fue una promesa del fútbol, llamada a hacer cosas extraordinarias. "Sonó para jugar en algún [equipo] grande", cuenta el narrador, que añade que "todos sonamos en algún momento de nuestra vida para algo y casi siempre nos apagan de un manotazo como si fuéramos un despertador". Cualquiera se puede reconocer en ese instante en el que se desvanecen los planazos, las grandes expectativas, casi siempre ficticias, y en su lugar quedan las humildes. Esas son las que nos sirven para seguir adelante.
La escala del tiempo
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Todo se modula con el tiempo. Lo grande queda en mediano, lo mediano en pequeño; lo pequeño quizá nos espere siempre tal cual. Durante mucho tiempo, por ejemplo, yo siempre procuré llegar a todos los sitios por el camino más corto. Esos sitios podían ser un supermercado, la casa de un amigo, un bar, una tienda de lo que sea o la oficina, y cuando no tuve oficina, la biblioteca, un parque o mi propio piso. Encontrar el modo más directo de recalar a cualquier parte y hacer cuantas más cosas mejor me mantenía despierto, girando en la noria, apegado a la endiablada vida en círculo.
Tenía la sensación de que mi trabajo también consistía en llegar rápido a los puntos de destino, como si pudiese atesorar los minutos sobrantes, en el sentido que se ahorra el dinero o se preserva la ropa que más le gusta a uno para los momentos esplendorosos de la semana o el mes. Este espíritu estaba presente solo cuando me movía a pie. Si me dirigía a algún sitio en automóvil asumía el fracaso: bastaban dos semáforos en rojo para que te aplastase la sensación de día perdido. Era como arrojar dinero por la ventana: no existe inteligencia posible en eso.
Ganas de demorarse
Pero todo esto cambió. Se moduló. Ahora no hay ya muchos lugares a donde ir –están cerrados–, y a menudo pruebo a tomar el trayecto más largo, para tardar. Algunos días camino un par de kilómetros innecesariamente. Es como si me diese cuenta de que incurrir en actos innecesarios parece dotar de racionalidad los días, cuando son muchas menos las cosas interesantes que se pueden hacer. En esa inesperada necesidad de no llegar demasiado rápido a ninguna parte, el lunes me desvié y entré en un negocio de Todo a cien que sé que vende libros de segunda mano. Casi nunca hay nada que merezca la pena, pero ese día encontré un ejemplar de 'Mañana en la batalla piensa en mí', de Javier Marías, dedicada por el autor: "Para Mary, este libro escrito con la mano izquierda (en sentido literal, pues soy muy zurdo)". Me costó un euro y medio.
La vida en dos minutos
Fue todo otro extraño efecto del presente: intentar perderse de camino a algún sitio, y después acaso hacer algo pequeño, enterrando la vieja sugerencia, tan ambiciosa, de hacer algo grande. Con el libro de Marías en la mano, ya solo pude irme a casa dando un gran rodeo para llegar tarde: eran las seis y casi todo estaba cerrado en la ciudad. Eso me hizo pensar en otro pasaje de 'Miss Marte', cuando la periodista Berta Soneira, que rueda un documental sobre la desaparición de una niña en Galicia 25 años atrás, dice que le gusta tener mucho metraje, con muchas entrevistas, recursos, planos, para después reducirlo todo a un par de minutos importantes. "Un par de minutos es todo lo que vive alguien durante una vida", dice. "Lo que pasa es que nadie se entera porque existe la creencia de que vivir mucho es que te pasen muchas cosas, pero yo creo que vivir mucho es saber qué cosas te están pasando. Y suelen ser pocas, ¿no?".