No hay que hacerse ilusiones: el mundo no se entiende ni se ha entendido ni se entenderá. Pero tratar de comprenderlo puede convertirse en una gran pasión. Una pasión con mil facetas, mil caminos, mil conclusiones y mil preguntas nuevas que no estaban antes de empezar. Como en la pasión, lo más probable es que no lleguemos a ninguna parte, pero lo más importante es haberse divertido mientras tanto.
También es posible que no haya un mundo, sino muchos, aunque estén todos en este y que todo dependa de dónde estamos cada uno de nosotros y en qué momento, de lo que nos interesa o somos capaces de ver, de lo que nos ciega o de aquello para lo que estamos ciegos. El caso es que hay que intentar ver.
Las cuatro fuerzas que determinarán el futuro de la civilización, según este investigador de la UCLA, que participó en el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático que ganó el Nobel de la Paz en 2007, son la demografía, la demanda de recursos, la globalización y el cambio climático. Cualquiera de ellas se puede cargar el universo conocido sin mayores problemas y, para ser rigurosos, aún estamos lejos de haber dado con soluciones. Lo que es peor: las soluciones, con ser ya difíciles, se alejan por falta de voluntad política, a la que debería considerarse una quinta fuerza con capacidad por sí sola para provocar catástrofes.
¿Qué nivel de desastre nos espera si no lo arreglamos? ¿Cómo cambiarán los mapas de la vida? ¿Sobreviviremos? Todo está bien explicado en este libro claro y ameno.
Referido a Silicon Valley, nombre que encaja como un guante a lo que allí se hace: inflamar, aparentar, inventar burbujas. Según este pensador francés, la innovación digital es la pantalla tras la que se disimula un liberalismo económico a ultranza que modifica nuestra forma de conocer, nuestra capacidad de acción política, sin que se haya producido ningún debate público. Es decir, estamos en manos de la revolución (tecnológica) por la revolución, cuyo fondo es ideológico y en absoluto técnico, pues su principal misión es convertirnos en una masa acéfala de consumidores satisfechos. Dicho sea para resumir. Su denominación última es tecnoliberalismo.
Así que la tecnología no es neutral y ahora mismo, de forma principal, está entregada a la causa de averiguar nuestros gustos e inclinaciones, big data de por medio, para ofrecernos finalmente un mundo perfecto y homogéneo.
En opinión de este humilde prescriptor, el mejor libro para comprender cómo funciona el sistema capitalista en la actualidad, a la vez que desmonta algunos mitos de importancia, como la relación entre PIB, crecimiento y empleo. Por otro lado, se está produciendo ante nuestros ojos un proceso de ingeniería social y ecológica que solo detectamos por guerras e insurrecciones, no por información.
Uno de los grandes mitos que se destripan en este libro es el de la filantropía corporativa y las conexiones, en plan puerta giratoria, que se establecen entre las grandes fundaciones –como la Rockefeller, la Carnegie o la Ford- y el Banco Mundial o el FMI.
En fin, un libro que proporciona transparencia allí donde los medios nos dicen que es todo muy complejo y oscuro. Clara y brillante exposición de esta autora india de referencia mundial.
Prehistoria, Historia y actualidad de la figura del padre, reza el subtítulo. Muchas cosas están cambiando, qué duda cabe, pero una de ellas es crucial en el desarrollo de las relaciones familiares y en la relación entre sexos, además de influir en nuestra concepción del amor y de los afectos en general: el padre, el varón paterno. El modelo, y con él los individuos, se están diluyendo en una sociedad que aún no ha definido con rigor los papeles del hombre y de la mujer ni en lo público ni en lo privado. Lo que sí sabemos es que la identidad masculina, y no solo en el ámbito doméstico, ha sufrido una desintegración desconocida e irreversible.
Buen análisis de cómo se fraguan los sentimientos –como el de la ternura y la melancolía- en el interior de las estructuras familiares y de las consecuencias que nos esperan en la crisis del sistema parental, en este libro ya clásico sobre el tema.
Deseamos el amor, pero nos horroriza el compromiso, esa especie de encierro que coarta nuestras posibilidades, por un lado, y va reduciendo con el tiempo las satisfacciones prometidas, por otro: he aquí el diagnóstico que el filósofo Zygmunt Bauman hace de las relaciones afectivas actuales y en particular de la pareja. Los contactos virtuales, las relaciones por Internet, no son tanto la causa como el resultado de una actitud que se ha ido desarrollando a lo largo del siglo XX y en la que se mezclan individualismo, narcisismo, concepción económica de las relaciones y sobre todo una dificultad creciente y amparada por el entorno para aprender a amar.
Y sí, hay que aprender a amar. Igual que hay que aprender a morir. Todos estamos dispuestos al enamoramiento, pero muy pocos a lo que significa amar en el tiempo, después de que el éxtasis y el revestimiento del amado hayan pasado.
Si antes hablábamos de narcisismo y de individualismo, he aquí el sentimiento que probablemente los inspira: la autorrealización. Por autorrealización hay que entender la fuerza que empuja al individuo a considerarse el centro de su vida y ésta como una obra. La propia vida es la obra de este sujeto que no se mira ni en el espejo de la producción ni en el de la política, y en los que se refleja exclusivamente por necesidad, no porque crea obtener de ellas ninguna utilidad moral, psicológica o social. Lo que en terminología más llana conocemos como "ser auténtico".
La figura social y emblemática que hay detrás de esta autenticidad es la del creador. Hoy todos queremos ser creadores, de los cocineros a los peluqueros, pasando por los taxidermistas. Eso significa sencillamente que queremos actuar con nuestras reglas, adecuarnos en la acción a nuestros sentimientos y emociones, y depender lo menos posible de los demás.
¿Hay peligros en esta actitud? Según Taylor, el de que entre todos estemos sustituyendo, por falta de sentimiento colectivo, la democracia por las dictaduras blandas.
Libro él también mestizo, cruzado de géneros, de estilos y de propósitos, de la activista Gloria Anzaldúa, chicana y catedrática en la Universidad Estatal de San Francisco. El libro es, a pesar de, o quizá gracias a, su heteróclita elaboración, de un vigor impresionante en cada una de sus páginas, tanto da que sean poesía o ensayo o ni lo uno ni lo otro. Lo que vienen a contar todas esas voces que nos hablan por boca de Anzaldúa es que todos somos mezcla y todos somos fronterizos, si bien no todos venimos de la misma mezcla ni habitamos la misma frontera.
Se acabó el esencialismo, el nacionalismo y las patrias correspondientes, los géneros unívocos, los modelos amatorios, en suma, la identidad de una pieza e irrevocable con la que nos contamos la vida a nosotros mismos y a los demás, con el resultado conocido. Entramos en la era de la frontera y lo más probable es que estemos a un lado y al otro al mismo tiempo. O cruzándola. O en tierra de nadie.