Quedamos en su despacho de El Español, al norte de Madrid, el medio que creó desde cero hace siete años, con 60, "como método de autoempleo porque después de lo del Mundo no iba a contratarme nadie", bromeó unas horas antes en la rueda de prensa ante una treintena de colegas. Docenas de libros, un monitor enorme, mesa de cristal ordenadísima, silla roja, perchero con dos americanas, premios sobre los estantes, recortes de periódico en francés e inglés con su foto, su retrato al óleo de metro y medio, un dibujo de un león en un trono. En la sala de reuniones contigua, su secretaria Ana, "la mujer con la que más tiempo he pasado", como él mismo la define, prepara para su envío una hilera de ejemplares dedicados a amigos de 'Palabra de director', su decimocuarto libro. Son días intensos para Pedro J.
Cuenta Ramírez (1952) en esos ejemplares que de niño ya notaba que la gente se fijaba en lo que "decía o hacía". Por eso el cura de Logroño donde recibió la primera comunión le hizo preguntar a todos ese día, en el que el resto iban de marineros y él con frac: "¿Renunciáis a Satanás, a sus pompas y a sus obras". Y los demás contestaron: "Sí, renunciamos". También cuenta Pedro J que él siempre quiso ser periodista, "para viajar, llevar gabardinas cruzadas y salir con chicas guapas", pero que lo de director llegó "casi por casualidad": "Yo quería ser, parafraseando a Baroja, reportero o César, director o nada". Y lo fue. Durante 40 años, como dice la promoción de Planeta. "Casi 42 ya", rectificará él unos minutos más tarde, sentado ya frente a la cámara.
A lo largo de 641 páginas y con el elocuente subtítulo de 'las memorias del periodista que nunca ha tenido a la verdad' – 'verdad' es una de las palabras que más repite en la rueda de prensa de esa mañana y en esta entrevista-, repasa su andadura por ABC a los veinte, Diario 16 rozando los 30 ("el director más joven de España"), El Mundo las siguiente dos décadas y su aventura con El Español en sus 60. Es decir, va narrando cómo vivió él desde dentro los hitos políticos y económicos, que casi vendrían a ser lo mismo si atendemos a lo que se cuenta sin decirse, de nuestra historia reciente.
Gobierno de Suárez ("cada año que pasa admiro más su figura") y las dificultades de la transición, el 23-F y el juicio en su contra posterior, el ascenso de los socialistas de Felipe, la época más sangrienta de ETA, la trama de los GAL, los atentados del 11-M y el intento de Aznar de atribuírselo a ETA, el vuelco de las elecciones hacia Zapatero, la caída en desgracia del Rey Juan Carlos, "al que al principio respetaba", y un largo etcétera de sucesos entre "los palacios y las cloacas".
También dedica una quincena de páginas al famoso episodio de su vídeo hace 25 años con Exuperancia Rapú, a la que él llama en el libro Emma. "Yo la conocía con un nombre y luego resultó que se llamaba de otra manera, pero esto es absolutamente irrelevante", dice.
Y pasa a explicar con detalle su visión del episodio: "Para mí hubo dos partes claras. Una angustiosa primero y una triunfal después, que fue el reconocimiento de la verdad. Queda un epílogo todavía de hasta qué punto estuvo personalmente involucrado el expresidente Felipe González. Cuando sucedieron los hechos tomé la decisión de verlo como si le pasara otro, averiguar quién montó esto, por qué y para qué. Así descubrimos lo que la Audiencia Provincial y el Constitucional dieron como hechos probados: que personas vinculadas a la trama de los Gal y al entorno de Felipe habían intentado modificar la línea editorial del Mundo de cara al juicio de los Gal, y para ello habían recurrido al más infame y vil de los procedimientos". Es decir: nada sobre cómo se sintió, todo sobre la trama.
¿Cómo se gestiona el sentimiento de vergüenza de que algo íntimo pase a un plano público?, preguntamos. "Ese es un terreno en el que todo es irrelevante. El código de las relaciones humanas puede adquirir muchas variedades y me parece ridículo que alguien le dé importancia. Esa sociedad rijosa que se preocupaba de qué hacía quién con quién ha quedado felizmente atrás. Es un asunto que lo recuerdo como la entrevista con ETA o lo que hice la noche del 23-F", zanja.
Además de dos citas en latín (defendiendo de nuevo la verdad y al hombre valiente), hay una tercera dedicatoria en estas memorias para la abogada Cruz Sánchez de Lara, su tercera esposa, a la que conoció en el proceso de creación del Español. Sonado fue su divorcio en 2016 con Ágatha Ruíz de la Prada tras 30 años de matrimonio y la airada reacción de la diseñadora en los medios.
"Para Cruz, por demostrarme que estamos hechos de la misma materia con la que se tejen los sueños", escribe Pedro J. ¿De qué está hecha esa materia? -preguntamos. "Es una cita de 'La Tempestad', lo dice Próspero. Vimos juntos la ópera en Londres, está implícito el idealismo y la continuidad más allá de las peripecias personales".
Sonríe por primera vez cuando le preguntamos cómo nació lo suyo con los tirantes. "Fue después de conocer a Ben Bradlee -le hizo una entrevista en su despacho del Washington Post después de descubrir el Watergate-. Me gustaba su estilo de dandy de Massachusetts", dice. En esta ocasión no se toca la ceja derecha, como suele hacer si la respuesta requiere concentración.
¿Cómo se protege un periodista en contacto con el poder de la vanidad?
Con la autocrítica diaria, mirándose mucho al espejo y recordando el mítico consejo de Waltter Litman: 'Recuerda, chaval, que tus grandes exclusivas de hoy envolverán el pescado de mañana'. Todo lo que hacemos, por muy relevante que sea, es efímero. Sí, los periodistas somos vanidosos pero yo al menos lo he diluido en una filosofía de que el periodismo es una manera de vivir, que el valor de las cosas está en sí mismas, que nunca he buscado ni dinero ni poder, ni relevancia social, en contra de algunos tópicos.
¿Te has visto tentado por el poder?
Nunca me sentido tentado de saltar al lado oscuro de dedicarme a la política, si es eso lo que preguntas. El periodista no tiene poder, tiene influencia. El poder está en el Boe, no en el periódico.
En la calle la gente se lía, ¿Pedro J es de izquierdas o de derechas?
Cuando me nombraron director, si decías que eras liberal, te identificaban como un bicho raro decimonónico, ahora todo el mundo de izquierdas y derechas se disputa la raigambre liberal. Soy transversal, unas veces coincido con la izquierda y otras con la derecha.
¿Podemos decir que en lo personal estás viviendo un periodo luminoso?
Sí. A Cruz la conocí a través del Español, empezó en el consejo de administración representando a un accionista y por su conocimiento sobre el derecho de la información. Pero desde el punto de vista tecnológico fue una pesadilla esa fundación del periódico, no funcionaba nada, y no fue hasta después que se creó una complicidad, una sintonía y una relación personal muy fuerte.
En el libro explicas que tú no, pero que tu hijo Tristán te dijo que hubiese votado a Zapatero de no haber tenido 17 años tras lo del 11-M, ¿habláis mucho de política?
Mucho. Tristán una persona extraordinariamente inteligente y con una formación humanística espectacular. Un gran lector y a él le interesa muchísimo toda la política española e internacional, la verdad es que pocos conversadores hay con los que puedas generar una conversación tan rica como con él.
Cósima habló con naturalidad de que se había enamorado de una mujer: ¿ella y su generación te dan muchos chutes de modernización?
Tristán y Cosima se han educado con un sentido de la libertad que siempre ha sido el mío. De eso hace bastante tiempo, pero tengo que decir que de todas las parejas de Cósima la que más me sigue gustando es ella, aunque es verdad que a su último novio todavía no lo conozco. Me siento muy unido con mi hija. También con María, pero es otra cosa, con Cósima la relación es muy estrecha. Me impresionó mucho la película Matar a un ruiseñor, y creo que mi relación con Cósima tiene mucho que ver con la de Atticus Finch con su hija.
¿Qué le dirías a aquel Pedro J de 20 años que escribía sus primeras cosas?
Yo es que sustancialmente sigo siendo aquel chaval. Quería que España dejase de estar en el basurero de la historia, influido por mis años en Estados Unidos, y fuese una democracia. Sigo siendo Tintín buscado el cetro de Ottokar.
¿Y a ese Pedro J de 52 años que tuvo que enfrentarse al 11-M?
Oye qué buena idea tuviste de tomar nota de todas las notas de lo que te decían Aznar, Zapatero, el director del CNI y Acebes. Así podrás reconstruir la tensión que se vivió esos días, muy ilustrativa del juego del escondite y la niebla que envolvía a los hechos y que sigue envolviéndolos.
¿Cómo llevas el paso del tiempo, envejecer?
¿Envejecer? No lo noto. Supongo que está sucediendo y que algún día lo descubriré de repente. Para mi todo sucede en un presente continuo. Lo único es cuando juego los domingos al pádel, si hace calor y el partido es duro, luego por la tarde tengo agujetas. Y no debería.
¿Y la muerte?
Está la teoría de mi santo patrono Montaigne que dice que toda la vida es prepararse para la muerte, pero soy más de Wittgenstein de que la muerte no es parte de la vida.
¿Qué diría ahora tu madre si te viese?
Que sea toda la vida bueno para que al final vaya al cielo. Lo mismo que me decía cada noche antes de darme un beso al acostarme. No diría otra cosa.
¿Y tu padre?
Hay que ver cómo complican las cosas los sindicatos y qué difícil se lo ponen a los empresarios en este país. Eran dos personas extraordinarias atrapadas en un tiempo pequeño en una ciudad pequeña en un país muy constreñido. La gente de las siguientes generaciones hemos tenido la suerte de que el horizonte se ha ampliado mucho.
¿Has pensado en jubilarte?
No. El periodismo es una forma de vida.
¿Qué hubieras sido de no ser periodista?
Un referente del fracaso escolar.
Un mensaje para el Pedro J de dentro de 20 años
Que suerte que vas a poder comprobar que tenías razón cuando en la London School of Economics en 2011 anunciaste que habría una nueva edad de oro del periodismo. La viviremos.