Mercedes Cebrián o aprender un instrumento a los 50: "Es muy sexy ver a alguien tocar el chelo"
En 'Cocido y violonchelo', su nuevo libro, explora las sensaciones de arrancarle música a un instrumento
A pesar de que tocó el piano de niña, le costó decidirse a aprender chelo hasta casi los 50: "Ha sido una de las mejores decisiones de mi vida"
"Requiere una concentración plena, lo que ahora llaman mindfulness; está todo tu cuerpo ocupado, y eso implica un gran placer"
Cocido y chelo. Chelo y cocido. Dos placeres, un modo de estar en el mundo. Mercedes Cebrián (1971) llevaba veinte años ignorando su deseo de aprender a tocar el instrumento de Jacqueline du Pré y Rostropóvich, hasta que dijo basta y se remangó: "A los deseos hay que hacerles caso", nos cuenta en la sede de Penguin, su editorial. Así que se alquiló un violonchelo (sí, se alquilan) hasta estar segura de que había elegido bien la aventura y comenzó a coger notas del proceso, recuerdos de cuando de niña aporreaba el piano o de aquel viaje tan musical a Polonia el mismo año en el cayó el muro, que acabaron mezclándose por ósmosis con su otro gran amor: la comida. "La familia de mi padre comía todos los días cocido y los los domingos, paella", explica.
Así nació último libro, 'Cocido y violonchelo', una especie de diario (sin serlo) de una aprendiz de un nuevo y apasionante mundo al borde de los 50, cuando se supone que cuesta más aprender cualquier cosa. Y no, cuando placer y voluntad se juntan, ella asegura que cuesta menos. O es un esfuerzo de otro tipo, más bien.
Por si había dudas en su edificio se lo explicó con mimo a su vecino, que debía "sufrir" su entusiasmo un rato al día varios días a la semana, y descubrió dos cosas: que "la acústica del baño y la cocina es una pasada porque parece que estás en una catedral" y que al hacer los ejercicios consigues "una concentración plena, lo que ahora llaman mindfulness; está todo tu cuerpo ocupado, no cabe la distracción, y eso implica un gran placer" ya que consigues dejar a un lado "los monstruos que todos tenemos". Además, Cebrián Dixit, "es muy sexy ver a alguien tocarlo".
¿Por qué te lanzaste a aprender a tocar algo al borde los 50?
Llevaba 20 años pensándolo y me costaba aparcar ese deseo. Un buen día dije: 'quizá no es tan descabellado'. Y me alquilé uno. Esa fue la clave hasta decidirme del todo. Y ahí empezó todo, a los 47. Hace 5.
¿Por qué el chelo?
Porque es bellísimo. Tiene un timbre como de voz de tenor, así varonil, y a veces unos graves muy graves, casi de contrabajo; y algunos agudos que no molestan. Y porque es sexy ver a alguien tocarlo. Como un abrazo.
¿Lo tiene todo?
Tiene un repertorio amplísimo, desde el Barroco a Contemporáneo. Hasta las 6 suites de Bach solo para él. Lo único que le falta es que Mozart no escribió nada. Me gustaría hablar con él y preguntarle qué pasó.
¿Qué le dirías?
Quiero explicaciones de por qué hizo conciertos de violín y clarinete pero no para chelo, si ha sido un instrumento tan amado por los compositores.
¿Lo más difícil y lo más difícil para aprender a los casi 50?
Ya sabía leer música, había estudiado muchos años piano. Mucha gente cree que con eso ya valdría, pero no. Falta toda la parte psicomotriz de colocar el cuerpo, la parte deportiva de la música, digamos: los músculos tienen que aprender a hacer unos gestos a los que no están acostumbrados. Lo mismo que el ganchillo. La mano derecha tiene que mover el arco y la izquierda subir y bajar por el mástil, y eso lleva tiempo. Se aprende repitiendo, no solo por más o menos sensibilidad hacia la música.
¿Qué le dirías a la Mercedes que dejó latente a los 20 o 30 ese deseo?
¡Pero eres tonta! Ponte a buscar sitios donde alquilen chelos, no hay por qué comprarlo a la primera. Muévete. Cuanto antes empieces más años de vida de tocarlo te quedan. En la pandemia me vino fenomenal, porque en vez de hacer pasteles toqué el chelo y adelgacé cuando todo el mundo engordó.
¿Los vecinos qué tal?
Hablé con mi vecino pared con pared, porque a mi no me gusta que hagan ruido. Puso cara de 'ay dios mío, por qué'. Pero le hice ver que no había nada que temer, que tocaría cuando no estuviese. A veces incluso me metía en el baño y cocina, porque tienen mejor acústica y es como tocar en una catedral. Aunque mi profe me dice que eso es un truco vil y que no lo haga, para ver la verdad de mis carencias mejor tocar en el salón.
¿Cómo es el placer de tocar música?
Tienes que estar muy pendiente de todo y consigues una concentración plena, lo que ahora llaman mindfulness. Está todo tu cuerpo ocupado, no cabe la distracción, y eso implica un gran placer, porque te quitas todos los monstruos que están en tu cabeza durante el día.
¿Método contra la ansiedad?
No lo he usado así, pero podría serlo seguro. La musicoterapia está ahí. Es muy meditativo, repetitivo, y eso si lo haces escuchando bien todo es como los monjes budistas cuando están en oración.
¿Rostropovid o Jacqueline du Pré?
No soy muy mitómana ni tiquismiquis de intérpretes. Los dos son leyendas. Me fío de ambos.
¿Por qué tiene algo sexual el chelo? Cuentas en el libro que se prohibió a las mujeres tocarlo
Las mujeres lo empezaron a tocar después de ellos. No pasaba con el piano o el violín. Tenía el problema de decencia de que había que abrir las piernas para sujetarlo, porque en el siglo XVIII y XIX no se había inventado aún la pica, el palito que lo sujeta al suelo. Empezaron con vestidos muy amplios o tocando de lado. Luego menos mal que cambió.
¿En qué se diferencia el placer de la música y el de un cocido?
El libro quería dedicárselo a los dos grandes placeres de mi vida: la música y la buena comida, pero no la de alto nivel, sino la del sabor propio de los alimentos. Descubrir una nueva fruta, por ejemplo, es una gran alegría para mí. Un cocido es otra gran alegría. La familia de mi padre comía cocido todos los días y, los domingos, paella. Yo estaría muy contenta con eso y me haría mis combinaciones con la sopa, la carne mechada… No tiene fin.
¿Un día perfecto es tocar el chelo y comer cocido ?
Sí, en ese orden. Si no el soporcillo me impediría la concentración.
Hay una anécdota en el libro que une ambos campos
Sí, cuando por fin fui a comprar mi chelo después de alquilar otro durante unos meses vi varios en diferentes tiendas, muchos me sonaban bien. Finalmente fui a un taller donde habían hecho cocido y pensé: pues lo compro aquí, me siento muy bien en este lugar. El cocido es claramente el plus. Los instrumentos nos vinculan a la historia de la música y los guisos de toda la vida a otras generaciones.
¿Te ha unido a tus ancestros?
La música clásica se ha convertido en algo pensado como para gente de cierta edad, algo que no pasa en el teatro o el arte. Esta es la gran lucha: ¿se podrán renovar los oyentes de la música clásica en directo? El libro lo quise escribir para hacer un llamamiento de 'por favor, salvemos esto'.
¿Vinilo o Spotty?
Me da igual. Escucho música como puedo. Tengo mi colección de CDs, también Spotty, que no me gusta mucho porque no es demasiado justa con los músicos, algún vinilo uso pero reconozco que no me gusta darle la vuelta, y fui muy de cassettes, claro; pero me encanta la idea de una lista infinita de música que no se pare nunca elegida por mi, es como un sueño húmedo.
¿Qué le dirías a alguien que quiera aprender a tocar un instrumento?
Animo a todo el mundo a que lo intente. Pero que se dé un tiempo. No puede se que en tres clases o un mes lo deje. Hay que tener paciencia. Que se dé al menos seis meses. Y que no piensen tanto en los resultados, sino en que las conexiones neuronales nuevas le ayudarán luego. La meta no es solo tocar una obra bien, sino el proceso: el placer en sí del sonido es maravilloso.