Una llamada, una poesía. Versos sueltos que salen de un voluntario, se transforman en datos a través de la línea telefónica y se vuelven a convertir en sutiles palabras para el que las recibe, al otro lado del celular. Así de sencilla es la iniciativa 'Poesía de emergencia', creada en 2018 en Barcelona por Fede Nieto (51) y Edu Bernal (50).
La poesía es, de todos los géneros literarios, la más maltratada. En el colegio y el instituto se enseña como algo estructural: conocer los dodecaedros, los endecasílabos, unos cuantos autores de alguna Generación y a otra cosa. Después, con ese estigma sobre sus espaldas, pocos son los que leen poesía como podrían leer un cuento, un relato o una novela.
"Nos pareció que la poesía era de las artes quizá la más desfavorecida. No conozco a nadie que viva de la poesía. Las dos veces que he podido pagar a un poeta por un trabajo ha sido especial. Es un formato que se puede encapsular y dar un mensaje fuerte", nos cuenta Edu Bernal desde Barcelona, donde trabaja, además, en un centro de gestión cultural de la ciudad.
Fue en ese ecosistema cultural donde nació la idea de 'Poesía de emergencia' en 2018. Tanto él como Fede Nieto colaboraban con una pequeña sala de teatro, donde el proyecto se comenzó a gestar y tomar forma. Por entonces, toda la logística de 'Poesía de emergencia' se resumía en un solo terminal móvil que iban compartiendo, una tarjeta prepago de 10 euros y muchas ganas de distribuir poesía a toda aquella persona que llamara - y llame - al 659 86 10 32.
"Poco a poco entra algún voluntario y la cosa empieza a crecer. En 2019 el Ministerio de Cultura nos selecciona como mejor proyecto de fomento de la lectura de ese año y eso nos da una pátina de actualidad. Aquel verano tenemos muchas llamadas y no nos da para hacerlo con un solo teléfono, así que buscamos una solución y ahora tenemos cuatro terminales con el mismo número y cada uno está en un sitio. Suenan los 4 al mismo tiempo y el primer voluntario que descuelga recita una poesía", explica Bernal. Si llamas y nadie lo coge, tienes poema igualmente, pero enlatada en un contestador automático.
El confinamiento por el coronavirus nos ha tenido a todos buscando actividades para hacer desde casa y disfrutar, por fin, del tiempo. También lo han notado en 'Poesía de emergencia', donde han pasado a atender más de 110 llamadas semanales con sus respectivos 110 poemas.
Eso sí, quien haya llamado durante estos casi 90 días de cuarentena habrán podido observar que quienes ponían voz a los poetas eran siempre los mismos. "Los teléfonos han estado 10 semanas sin poder rotar por la cuarentena y ahora que ya hemos empezado de nuevo, lo tienen que hacer con medidas de seguridad y desinfectando los terminales antes de dárselo al siguiente voluntario", dice Bernal.
Sin embargo, este periodo les ha servido para extender su 'pandemia de poesía' a otros países. "Nos han contactado desde el extranjero para abrir proyectos semejantes y lo que hemos hecho ha sido un protocolo de cómo arrancar el mismo proyecto en distintos países. Así, cada país es autónomo, pero mantenemos un poco una línea. Nosotros no nos metemos, solo coordinamos y echamos una mano sobre cómo hacerlo", explica Bernal.
El proyecto está abierto a todo aquel que quiera participar. Cualquier puede ser voluntario con tan solo apuntarse en una lista y esperar la llamada del coordinador de la zona. Durante una semana puedes ponerle voz a poesías de tu propia cosecha, clásicas o de poetas contemporáneos, aunque siempre tendrás que decir, al final de tu locución, el nombre de la poesía y el autor.
A todos ellos se les recomienda no interactuar demasiado con la persona que llama para que la poesía sea la auténtica protagonista, así como llevar siempre un libro de poesía durante esa semana para tener siempre de dónde leer en el caso de que llame alguien.
En cuanto a la financiación, el proyecto está soportado por donaciones particulares que sirven para mantener la línea telefónica o renovar los terminales cuando estos se deterioran. También para realizar las pegatinas que, más tarde, se darán a los voluntarios para que distribuyan por su zona, en una táctica de 'marketing de guerrilla' de manual.