Springora se conecta por videollamada desde la habitación en París de Raoul, su hijo de catorce años. "Es donde hay mejor wifi de toda la casa", explica. Al fondo se ve un cohete y un dibujo en un marco. Raoul tiene un año más que ella cuando comenzó una relación de tres con el afamado escritor Gabriel Matzneff, que acababa de llegar a la cincuentena. Trece años frente a cincuenta. Treinta y seis de diferencia. En la estantería de esa misma habitación hay un ejemplar de su libro, 'El consentimiento' (Lumen), donde Vanessa cuenta su versión de aquellos años de confusión y horror, un punto de vista que ha supuesto toda una revolución en la sociedad francesa. Una bofetada de una de las hijas de mayo del 68 traduciéndose ya a 20 idiomas.
"Le he dicho a mi hijo que es mejor que aún no lo lea, que espere un par de años, y creo que me ha hecho caso", explica Springora, en su papel protector de madre. "Tenemos una relación muy cercana y no sería agradable para él leer cosas tan dolorosas para mí, que me han afectado tanto, e incluso algunas partes en las que se explica explícitamente aspectos de mi sexualidad, justo cuando él está descubriendo la suya. Aunque ha visto extractos duros en prensa y en su instituto las niñas le dicen que están muy orgullosas de su madre. Él también ha tenido que armarse de valor y precisamente he escrito el libro, que lleva en mi interior 30 años, para las nuevas generaciones", añade.
No es sencillo este equilibrio. El de ser capaz de contar para proteger. Y el de proteger habiendo contado. Ha tenido que recibir mucha ayuda psicológica para elaborar todo lo que pasó y para poder explicar su versión de los hechos en un libro. La suya. Porque Gabriel Matzneff lleva toda su carrera recibiendo premios y siendo invitado al Elíseo por Mitterand gracias a novelas autobiográficas en las que describía con todo lujo de detalles sus relaciones con niños y niñas de poco más de 11 ó 12 años sin que nadie diese la voz de alarma. Incluso habiendo publicado en 1974 una defensa explícita de la pedofilia en 'Les Moins de Seize Ans' ('Los menores de 16 años'). El último premio, de hecho, fue el prestigioso Renaudot en 2013, hace apenas siete años, "especialmente doloroso" para Springora porque ella ya era una editora en su cuarentena "y conocía y respetaba a los escritores miembros del jurado".
Pero empecemos por el principio. Vanessa Springora (París, 1972) era una adolescente amante de la literatura y un poco retraída cuando acompañó a su madre, jefa de prensa en una editorial, a una fiesta que había organizado para la creme de la creme del mundillo literario de los ochenta. Cultura, élite y glamour. Prohibido prohibir.
Gabriel Matzneff, que acababa de cumplir cinco décadas, no le quitó ojo a esa niña en toda la velada. Los siguientes días los dedicó, como ella cuenta en el libro, a conquistarla. Cartas secretas en las que le confesaba su amor, visitas a la salida del colegio, una primera cita a escondidas en su apartamento. Vanessa se siente mirada por primera vez. Vanessa se siente elegida, queda fascinada. Vanessa cree que están viviendo una historia de amor puro y apasionado y que los demás no lo entienden, como él se empeña en repetir. Su propia madre se entera y, tras el impacto inicial y tratar de disuadirla, da su beneplácito ante el aura del escritor de prestigio. El laureado creador solo debe jurarle una cosa: que nunca hará sufrir a Vanessa.
No fue un hecho aislado. Como ella, decenas de adolescentes pasaron por el modus operandi de Gabriel Matzneff, siempre el mismo, y todo quedó convenientemente registrado en sus obras, incluidos sus viajes de turismo sexual a Filipinas. Estamos ante un depredador sexual que eleva sus delitos a obra artística. ¿Por qué nadie hizo nada? Ni la policía, que tenía constancia por una denuncia anónima, ni el hospital al que ella fue, ni el entorno intelectual, ni su propia madre, ni su padre, ausente desde el divorcio.
"Me enamoré de él sinceramente y no lo oculto, pero luego entendí que era una relación de abuso. Hay que preguntarse qué es y qué edad tiene el consentimiento, cuándo hay una situación clara de vulnerabilidad frente a una figura de autoridad. Consentir es decir sí, pero para decir sí tienes que poder decir no, y eso incluye una igualdad con respecto al otro que yo no tuve. No hay nada más dañino para un niño que un adulto le agreda su intimidad", señala Springora.
Gracias a su denuncia, se ha abierto una investigación judicial, él podría ir a la cárcel de no ser por sus 83 años y se han retirado del mercado sus libros. Los fiscales hasta confiscaron las copias restantes de su última novela en la sede de la prestigiosa editorial Gallimard, su sello hasta hace poco, que también le ha dado la espalda. Su caída ha llegado tarde, pero está siendo rápida. De hecho, desapareció de Francia en diciembre y un periodista del New York Times lo encontró en Italia, donde se había escondido. "¿Quiénes son ellos para juzgar?", dice en esa entrevista sobre la gente que antes le apoyaba, incluido el expresidente. Y también: "Están demostrando su cobardía".
"No se trata del debate clásico de separar el autor y su obra. Yo estoy a favor de separarlo. A mí me gusta Lolita y Nabokov me parece un gran escritor. Y creo que condena la figura del pedófilo, el protagonista reconoce que ha destruido la vida de Lolita. Pero veo una tercera vía en este debate: cuando una obra defiende un delito y se puede asociar los actos delictivos que se narran con el autor, que además los reivindica. Esa persona debe rendir cuentas ante la ley. No es algo moral, sino legal. Matzneff escribe una obra autobiográfica y se identifica él mismo como protagonista y narrador de los actos pedófilos y hace apología de la violación. Si el autor se reivindica como el monstruo que describe en sus libros, el editor tiene que plantearse si lo publica. Yo como editora nunca lo haría", explica. "Y no es verdad que estemos en época de puritanismo, nunca ha habido más libertad para contar lo que uno quiera", puntualiza.
Tras varias infidelidades, algunos viajes más a paraísos sexuales, muchas mentiras y varias novelas, Vanessa consigue dejarle. Él la persigue. No cesa de buscarla. De escribirle cartas. Incluso al trabajo en su veintena. La acosa. Ella deja de comer, sufre ataques de ansiedad. Comienza a recibir ayuda psicológica, empieza a entender qué ha pasado. El calado del daño recibido. La ha encerrado en sus libros. Tiene que salir de ahí. "Apoderarse con tanta brutalidad de la imagen de otro es robarle el alma", escribe. Un alma que ha recuperado al regalarse a sí misma la palabra con este libro. Y es más que un testimonio: es el modo de recuperar una vida y, seguramente, ayudar a salvar otras.
¿Es doloroso para ti hablar de todo esto en esta entrevista?
Sí. Pero he tenido que superarlo para no verme abrumada, antes lloraba incluso en algunas, pero llevo varios meses hablando de ello en Francia, Alemania, Finlandia o Suecia y va mejor.
¿Hay dos Vanessas, una antes del libro y otra después?
Sin duda. No soy la misma. Pero sin haber hecho un trabajo psicológico anterior no hubiera podido escribirlo. Digamos que ya lo había elaborado antes, pero acabarlo fue una liberación. Es una forma de cerrar un capítulo doloroso de mi vida apropiándome de mi propia historia, que es una cosa que él me robó. Soy el otro punto de vista, el de la niña. Y no solo el mío en realidad: muchas personas me han escrito para decirme que les ha ayudado a superar historias similares. También otras víctimas de Gabriel Matzneff, que agradecían que fuese su portavoz. Este relato les ha ayudado a procesar su dolor. También chicos, no hago distinciones, porque en un periodo de su vida también le interesaron los chicos.
¿Qué le dirías a esa Vanessa de 14 años desde todo lo que sabes ahora?
Que ha sido fuerte, porque con todo ha conseguido sobrevivir a una historia así, que podía haberla destruido, y lo ha hecho además creyendo aún en el amor y fundando su propia familia. Y le diría que no se preocupe, que va a recuperar su amor por la literatura, que llegará a escribir y a dirigir una editorial. Le diría que siempre hay un modo de superar las experiencias malas, incluso las más traumatizantes. Y que no tenga tanto miedo a expresar lo que pasó. Yo me he castrado esa parte demasiado tiempo, el libro debería haber sido escrito antes.
¿Has tenido miedo?
Sí, mucho, porque la mentalidad francesa es complicada. En 2013 aún le dieron a mi abusador el premio muy reconocido en Francia. Y en el tribunal estaban muchos escritores que admiro: fue muy doloroso que en el siglo XXI todavía se recompensase a un alguien que hacía apología de la pedofilia como si fuera algo normal.
Justo denuncias que los intelectuales franceses no movieron un dedo
Efectivamente. Yo tenía 13 años, él 50 y nadie hizo nada. Muchos han pedido perdón después.
¿Cómo afectó el 'Prohibido prohibir' del 68 a los hijos de aquella generación?
Ese periodo fue importantísimo para la sociedad, defiendo la liberación de las costumbres que se dio, y cómo se hizo saltar todos los tabúes sobre el cuerpo y la sexualidad fue algo fundamental y maravilloso, también en términos de igualdad de derechos de las mujeres. Todo eso no se puede tirar a la basura, pero se cometieron excesos: como en todas las revoluciones siempre hay excesos. Incluso en el Movimiento actual del 'Me too', que yo creo que es una revolución maravillosa y va a modificar para bien cómo se trata a las mujeres o a los chicos jóvenes, se cometerán excesos. Desgraciadamente quizá vayamos demasiado lejos y quizá haya que dar un pequeño paso atrás, pero la sociedad habrá avanzado en el proceso.
¿Ha sido duro dar el libro a leer a tu madre?
Es la persona que más miedo me daba que lo leyese. Debido a cómo había gestionado de mal esta historia en mi adolescencia, dándole a él el beneplácito, siempre hemos tenido ella y yo problemas de comunicación. Cuatro meses antes le dije que lo iba a escribir e intentó disuadirme. También para protegerme, porque pensaba que mi intimidad iba a quedar muy expuesta de un modo muy violento. Inconscientemente, supongo que ella también quería protegerse del juicio de los demás. Fue la tercera persona que lo leyó, tras mi pareja y mi editor. Me sorprendió su buena reacción. Solo dijo: "No cambies nada, es tu historia". Creo que ella antes nunca había podido entender mi punto de vista. Y en ese momento me di cuenta del poder que tiene un libro. Antes era muy complicado hablar con ella, enseguida se convertía en un conflicto, pero luego entendió cómo lo viví. Y nos sirvió para reconciliarnos. Estoy muy agradecido a este libro también por eso, para ella tampoco ha sido fácil y comprendió los errores que había cometido.
¿Te ha pedido perdón?
Sí. Me pidió perdón y yo la perdoné.
Benjamin, tu pareja, siempre te apoyó. ¿Ha sido complicado para él leerlo?
No especialmente. Yo tenía algo de temor a que no digiriese bien la revolución que ha venido después, pero en realidad él sabe todo desde hace mucho tiempo. Yo se lo conté. También trabaja en la edición y siempre me impulsó a escribirlo, está muy orgulloso. Incluso hoy con las traducciones y el éxito del libro está muy contento. Hay que entender que además la promoción no es fácil, requiere mucho trabajo, y además justo mi padre falleció unos días después de su publicación y no ha sido un periodo fácil. Sin mi pareja no hubiera podido llegar hasta aquí, ha sido un apoyo fundamental.
¿Murió tu padre justo al publicarlo?
Fue muy turbador, sí. No sé si llegó a leerlo, no tenemos contacto casi desde mis once años. Seguramente tenía problemas psicológicos que tardé en entender. Lo primero que hice al arreglar su apartamento fue buscar el libro y no estaba, así que supongo que no. Y me tranquilizó, porque temía que el libro hubiera podido matarlo de un infarto, que fue como murió. Nunca consiguió ocupar su lugar como padre en mi vida y eso me ha generado un gran vacío. No esperaba arreglar mis problemas con él, pero sí me daba pavor haber podido matarlo. En cualquier caso, resulta una coincidencia muy inquietante.
Hablas mucho de la rabia en el libro, ¿está mejor?
Sí (risas). Es una buena pregunta porque me siento totalmente liberada de la rabia. De ese deseo de venganza. Durante mucho tiempo me habitaba el sentimiento de la necesidad de vengarme, pero el libro me ha liberado. Prefiero el término revancha, menos violento.
¿Le dirías algo a Gabriel Matzneff?
No, solo que es una pena que se haya negado a leer mi libro, como ha dicho a los medios, porque hubiese podido comprender por qué todas esas chicas jóvenes le abandonaban de la misma manera y no querían volver a dirigirle la palabra. Y le cerraban la puerta. En sus relatos autobiográficos él siempre dibuja a mujeres renegadas que pasan página y no entiende por qué, cuando él las ha cuidado. Con este libro lo entendería. Quería que supiese hasta qué punto había sido injusto y perverso y manipulador. Hasta qué punto había puesto en peligro mi equilibrio físico y psicológico, porque por su culpa rocé en la locura en algunos periodos de mi vida. Debería leerlo.
¿De verdad crees que no lo ha leído?
Me chocaría mucho que no lo hubiera hecho, pero eso dice.
¿Algún mensaje a chicos y chicas adolescentes?
Es difícil decir algo, pero confío mucho en la nueva generación. Tienen que aprender a no caer en la fascinación de una figura de autoridad. No hay ningún personaje que esté por encima de la ley: sea cantante, escritor, actor, profesor, fotógrafo, deportista o quien sea. Nada es pretexto para usar la manipulación para aprovecharse de la ingenuidad y la inocencia de gente muy joven. Tienen que tener cuidado y saber que pueden decir no.