Mantiene su media melena en ese justo medio en el que Aristóteles ubicó la virtud y la mueve con gracia al ritmo de sus baquetas, agitado o comedido según dicte la partitura. Desde que le conocimos en aquellos primeros conciertos de los noventa como baterista de Jarabe de Palo, Álex Tenas apenas ha cambiado. Su delgadez es la de siempre y el rostro anguloso, quizás ahora con las facciones más marcadas. Se cumplen dos años sin Pau Donés y nos cuenta que este tiempo ha vivido un ciclón de emociones. "Siempre está presente. Unas veces lloro y otras me hace reír. Es una vida entera juntos y los recuerdos se amontonan".
Pau era amigo, compañero, confidente, hermano de correrías. Hay una imagen entrañable grabada a fuego en la memoria de los fans: Álex rapando la cabeza de Pau sobre un lavabo del camerino a punto de empezar el concierto en Sevilla, en 2018, cuando sufría los efectos del tratamiento oncológico. La muerte de Pau le obligó a frenar el ritmo de la vida después de 25 años trepidantes, pero eso le permite hacer un duelo positivo y a la vez provecho. "Ordenando pensamientos y recuerdos me estoy dando cuenta de la intensidad con la que vivimos". Todavía le cuesta digerir lo que significó Jarabe de Palo para sus vidas, pero también para el público.
"Desde que nos conocimos -explica- hubo una conexión bestial y eso se transmitía. Nadie en la banda imaginaba lo que estaba a punto de nacer, cuando ni siquiera teníamos dinero para pagar la habitación de los hoteles, pero nos llegaba el calor de la gente. Había algo especial en aquellos primeros momentos, algo sanador en nuestra música que se mantuvo siempre. Pau decía siempre que los músicos se ríen mucho sobre el escenario y es cierto". Su primer éxito fue ‘La Flaca’, que compuso Pau inspirado en un viaje a Cuba y dio título a su primer disco, en 1996. Cobraron 70.000 pesetas por él, pero posteriormente se vendieron millones de copias en todo el mundo. A propósito de la intrahistoria de la canción, advierte que el compositor y autor de las letras era Pau, por lo que las musas le pertenecen a él.
Compartieron mucho más de lo que puede contar. Giras multitudinarias, días de carretera, noches de hotel, a veces en una misma habitación, y mil anécdotas. "Imagínate. Un día en una ciudad y el siguiente en otra a miles de kilómetros, con un idioma diferente y una cultura distinta en cada lugar". Siempre a galope sobre las horas, los minutos y los segundos. En medio de ese aparente caos vital, Álex se fue empapando con las lecciones de vida de su compañero. "Me enseñó gratitud, fortaleza y que vivir es urgente. La vida es hoy, aunque nos empeñemos en el futuro o en el pasado".
Cree que llegó a admirarle aún más, si cabe, por su forma de afrontar la enfermedad y su compromiso con la vida. "Aprendió a vivir con las operaciones, el dolor, la quimioterapia y el deterioro. Todo esto, igual que su música, le hizo único". Los propios médicos valoraron entonces su modo de encarar la enfermedad, sin metáforas y sin eufemismos. Su deseo de vivir estaba por encima de las secuelas de los tratamientos, incluso cuando era difícil reconocerse a sí mismo. "Ni el dolor ni la fragilidad le impedían disfrutar con la misma intensidad con la que vivió", recuerda Álex. Todavía le conmueve su decisión de tomar cada minuto de su vida como un regalo. No dejó de componer ni de cantar, aun con la garganta irritada, la voz dañada y los dedos adormecidos por la quimioterapia. "Sonaba mágico, aunque a mí se me partía el alma".
Nos regaló momentos mágicos, como aquel día de concierto en La Riviera, en Madrid, con 1.500 personas. "Unos minutos antes -confiesa Álex- le vi en su camerino reventado por la quimioterapia y di por hecho que suspenderíamos la actuación. En cuanto subió al escenario, cantó y saltó contagiando a todos con su fuerza. Él era así. Su energía era pegadiza y por eso el público nos transmitía a nosotros esa emoción. Esa noche la gente bailó y vibró. Ahí descubrí, una vez más, que la música de Jarabe de Palo es sanadora y por qué ese subidón de tocar para 100.000 personas en los escenarios más grandes del mundo se repetía cuando lo hacíamos para 40 personas. La conexión era idéntica y eso era lo bonito. Si Pau no se hubiese ido, habríamos tocado hasta los 80, como los Stones".
Pero la vida continúa y precisamente uno de los rasgos que le acercó aún más a Pau es su espíritu inquieto, creativo y soñador. Además de impartir clases de música en el Conservatorio de Música y en algunas escuelas de música moderna, Álex ha empezado una etapa creativa en la que no le faltan proyectos artísticos. Acaba de presentar nuevo disco, con una parte acústica y otra cantada en catalán, junto al compositor y guitarrista Eduard Iniesta, y forma parte del grupo de rock americano White Line Fever.
Es la vida que escogió cuando tenía 14 años. "Empecé a esa edad a tocar la batería y entonces supe que quería ser músico. Fue como una revelación". En su vocación fue decisivo el documental de despedida del grupo canadiense The Band, en San Francisco, dirigido por Martin Scorsese. "Lo vi tres veces en sesión continua". Como no había enseñanza de batería reglada en esa época, optó por la licenciatura superior en Jazz y Música Moderna por la Escuela Superior de Música de Cataluña. Fue completando sus estudios en varias escuelas de música alternativas y en Drummers Collective School of Music, de Nueva York.
Desde entonces no ha parado. Su trayectoria musical, aparte de Jarabe de Palo y como docente, incluye colaboraciones con artistas nacionales e internacionales de diferentes estilos y ha sido reconocido por los premios musicales más relevantes. Dice que aún se está recomponiendo. "La ausencia de Pau está siendo dura. Le echo de menos", concluye.