'La Guardia', en la gira más larga de su carrera: “En un concierto tengo la energía de un chaval de veinte años”
Cuando termine este 2022, el grupo granadino habrá cerrado una temporada de 150 actuaciones, pulverizando su propio récord de 121 en 1989.
“Si lo medimos en cifra de conciertos, estamos viviendo nuestra edad dorada”, dice su líder, Manuel España (56).
“Me mola mucho ‘Uppers’. En España hasta ahora se pensaba que cuando llegas a una edad estás acabado. Estamos demostrando que no es así”, sentencia el músico
“Este es el año que más hemos tocado de nuestra carrera”, dice entre orgulloso y sorprendido Manuel España (56), cantante, guitarrista, compositor y cofundador de 'La Guardia', sentado en un sofá de un moderno y funcional hotel de Fuenlabrada (Madrid), horas antes de su concierto en esa localidad. A su derecha asiente su compañero Carlos Muñoz, guitarrista. Por la noche, la policía local cerrará el acceso al recinto porque ya no cabe un alma. La víspera actuaron en el hipódromo de La Zarzuela, en Madrid, en el festival Back To The 80s, junto a 'Modestia Aparte' y 'Un Pingüino En Mi Ascensor'. Al día siguiente tienen cita en Gandía. Así de apretada es su agenda en 2022. “Si lo medimos en conciertos, estamos viviendo nuestra edad dorada”, afirma.
“Teníamos el récord en 121 bolos que hicimos en 1989, y lo hemos superado. Aun no sabemos cuántos haremos este año, porque se van cerrando mes a mes, pero rondarán los 150”, calcula. Algunas de sus galas forman parte de la gira Rock and Roll Festival, en la que Javier Andreu, de 'La Frontera', y Javier Ojeda, de 'Danza Invisible', se unen a 'La Guardia' en un festín de éxitos de las tres bandas. Otra marca que han pulverizado esta temporada: en agosto ofrecieron once conciertos consecutivos, sin descanso, dato harto infrecuente en giras de rock. “Fueron 8.500 kilómetros en once días”, contabiliza Manuel. En septiembre han llegado a encadenar nueve actuaciones seguidas. “Lo que no hacíamos de jóvenes, lo hacemos ahora”, añade.
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Se sienten en plena forma, tanto como para que algunos en el grupo —la edad media es de 50 años— aún se atrevan a salir de fiesta después de los conciertos. “Yo no —se apresura a aclarar el cantante—, porque debo cuidar la voz. Sigo un régimen de agua, Nestea y dormir”. Lo cual no resulta incompatible con la diversión. “Cuando salgo de gira estoy con amigos, y lo pasamos muy bien. Incluso en la furgoneta, que es un sitio terrorífico. Somos una familia ambulante”, dice.
Asegura que la palabra “cansancio” no está en su diccionario, que no sabe lo que es la crisis de los cuarenta ni de los cincuenta y que, de hecho, el síndrome de Peter Pan, tan habitual entre los músicos, la otorga “licencia para hacer ciertas cosas. Muchas veces no te das cuenta de que tienes cincuenta y tantos años y estás soltando en un concierto la energía de un chaval de veinte”. Ese vigor maduro hace que Manuel se identifique mucho con Uppers, medio que sigue fielmente y cuyas notificaciones tiene activadas para no perderse ni una sola de nuestras publicaciones. “Lo de Uppers me mola mucho por eso. En España hasta ahora se pensaba que cuando llegas a una edad estás acabado. Estamos demostrando que no es así”.
Esplendor, tragedia y resurgimiento
Formados en Granada en 1982 (al principio con el nombre de 'La Guardia del Cardenal Richelieu'), La Guardia vivieron su esplendor discográfico entre 1988 y 1994 con canciones como “Mil calles llevan hacia ti”, “Cuando brille el sol”, “Blues de la Nacional II”, “No habrá más tardes”, “Vámonos” o “Donde nace el río”. Su sonido, mezcla de rock y country, los emparentaba con La Frontera y Los Secretos. De su segundo álbum, Vámonos (1988), se despacharon 400.000 copias y fue el sexto más vendido en España, lo mismo que el siguiente, Cuando brille el sol (1990). Llegaron a grabar en Los Ángeles. Pero una tragedia truncó su trayectoria.
En 1994, pocos días después de grabar en California con los músicos de Roy Orbison, Enrique Moreno, bajista y cofundador de la banda, quien padecía una cardiopatía, falleció mientras dormía a los 27 años. “Quedamos esa mañana para rodar el vídeo y me llamó su mujer”, evoca emocionado Manuel. “Como era muy chistoso, no me lo creí. ‘¡Pero si ayer estuvimos tomándonos una cerveza!’, dije. El chaval estaba en tratamiento, pero no pensábamos que sería para tanto. Gracias a Dios cumplió su sueño de ir a Estados Unidos. Me quedo con ese recuerdo”.
Enrique era mucho más que un compañero de grupo para Manuel. Ambos habían nacido el mismo día (el 20 de junio de 1966) en el mismo hospital granadino. Habían ido juntos al colegio y habían dado, unidos, sus primeros pasos en la música. Habían creado el grupo junto con el teclista Carlos Gilabert. “Sobrevivir a eso nos costó mucho”, reconoce Manuel. “Fue un palazo. Era una persona de la familia. Un tío encantador, muy simpático”. Necesitaron un tiempo para reactivarse, pero “cuando quisimos regresar, las cosas habían cambiado”. A mediados de los noventa mandaban los cantautores y el nuevo flamenco; los grupos de pop y rock habían perdido tirón.
Vinieron días duros para el grupo, que finalmente se disolvió. “Decidimos dejarlo nosotros, fue una cosa consensuada”, admite el cantante. Hubo secuelas impredecibles. Los seguidores que les quedaban dieron un respingo al ver en televisión al batería, Emilio Muñoz, participando en un concurso de Canal Sur llamado Números rojos en el que personas arruinadas competían por un premio económico. “Nos sorprendió a todos. Me enteré igual que tú, viendo la tele. Me llamaba la gente a casa preguntándome si yo tenía problemas, pero no; había iniciado otro proyecto”, dice Manuel.
En efecto, separados La Guardia, Manuel España formó Chamaco, con quienes publicó dos álbumes en 2000 y 2001. “Aprendí muchísimo de esa etapa —dice—, fue superbonito. La música no la he dejado jamás. Fue un paréntesis, a la espera de que cambiasen los tiempos y la gente nos demandase. Y la gente estaba ahí, eran los medios los que se habían olvidado de nosotros”.
Ese público fiel no se había desvanecido de la noche a la mañana, y en los conciertos de Chamaco los incondicionales le pedían que cantase “Mil calles” y “Cuando brille el sol”. Todo cambió cuando La Guardia se reunió de forma supuestamente puntual en 2003 para ofrecer un concierto en Madrid. “Tuvimos que tocar dos noches”, evoca Manuel. “Ante el éxito, dijimos: ‘Hay que tirar pa’lante’. Igual que lo habíamos dejado porque nos parecía que no había mucho interés, volvimos porque nos dimos cuenta de que la gente nos echaba de menos”.
La resistencia de los clásicos
De aquel retorno hace ya casi veinte años; poco a poco, la escena revival o remember los demanda con creciente insistencia. “Ahora se está produciendo algo muy positivo —señala—, y es que las bandas de los ochenta nos juntamos más para tocar. El público ha crecido con nosotros y tiene un recuerdo bonito de las canciones. Los medios para salir de gira son mejores. Antes perdías el contacto con la familia; me iba con 20 años a tocar y no sabía dónde estaba mi madre, mi hermana o mi novia. Ahora la telefonía te permite estar más tranquilo y pasar más tiempo fuera”.
Precisamente las nuevas tecnologías se han convertido en aliadas de Manuel España ahora que durante semanas no aparece por casa. Gracias a las videollamadas puede sentir la cercanía de su pareja (“ella lo lleva como puede”, reconoce) y sus tres hijas. La mayor, Marta (24), ha seguido sus pasos en la música. Como es costumbre entre los artistas jóvenes, Marta España graba y publica su música de forma autosuficiente en las plataformas de reproducción.
“Siempre ha escuchado la misma música que yo”, cuenta Manuel. “Ves sus listas en Spotify y piensas: ‘Esto es de un upper’. Sin embargo, nunca le comí la cabeza con los gustos. En casa sonaban Ariel Rot, Roy Orbison… Y ella ha elegido ese tipo de música. El country lo lleva en la sangre porque lo ha escuchado desde pequeñita. Decir que odia el reguetón suena muy fuerte, pero sin duda lo ignora”. A Manuel le encantaría que Marta le diera un nieto, pero de momento su hija mayor se está haciendo de rogar. “Le digo: ¡si estoy yo más activo que tú, que he sido padre a los 52!”, bromea.
Sobre el reguetón, Manuel prefiere no generalizar. “Grupos como Calle 13 están bien, tengo algún disco suyo”, apunta. “Pero me parece peligroso esto que está pasando. Lo malo es que parece haberlo copado todo. El problema no es que a la gente joven le guste el reguetón, sino que no tenga la oportunidad de escuchar otros tipos de música”. También lamenta la fugacidad que hoy rige los lanzamientos musicales. “Ahora lanzas un álbum en el que te has pasado meses o años trabajando, y en un mes se considera antiguo. ¿Entonces nosotros qué somos, jurásicos?”.
La pequeña de sus hijas, Valeria, tiene cuatro años. También ha heredado el gusto de su padre por el rock tradicional. “Con decirte que su película favorita es Grease…”, explica. “De hecho me pide que me tiña el pelo de negro y a su madre que se tiña de rubia, como John Travolta y Olivia Newton-John. Los padres influimos en eso, pero luego ellos toman sus decisiones”. A Valeria le encanta sorprender a su padre con videollamadas. “Por suerte, existen el FaceTime y el ordenador”, dice Manuel. “Pero de la nena pequeña me estoy perdiendo lo más bonito, que son esos primeros años de vida”.
Rock para varias generaciones
En los actuales conciertos de La Guardia se dan cita uppers con sus hijos adolescentes, personas mayores y hasta pandillas de jóvenes. “Ayer teníamos un grupo de chicas en primera fila, chillando sin parar, que me hizo retroceder a mi adolescencia”, se asombra Manuel. “Cada vez hay más gente de 18 años y veintitantos. Está pasando algo bonito. El otro día nos escribió una chica en redes sociales (las cuales llevamos nosotros) y nos contó que había crecido escuchándonos en el videojuego Sing Star. Somos un poco como las películas de Spielberg, en las que te encuentras público de todo tipo”.
El haber cosechado varios éxitos, y no solo uno; la universalidad de sus letras, que hablan de amor; y el carácter atemporal de su rock también contribuyen a esa mezcolanza de espectadores. “Escuchas ahora grupos de la nueva ola y suenan desfasados”, opina. “Nosotros, cuando empezamos, éramos muy rancios en cuanto a gustos: Roy Orbison, música country… Eso ha hecho que nuestra música no pase de moda, porque nunca lo estuvo”.
Tienen preparadas dos nuevas canciones, que subirán a las plataformas en los próximos meses. Y mientras tanto, a seguir pateándose carreteras y escenarios. A día de hoy, la retirada no la contemplan. “Sinceramente, no me lo he planteado en la vida”, se sincera. “No me veo en casa. Cuando estamos algún tiempo parados, yo y los músicos nos echamos de menos. Son mis amigos. Es mi forma de vida: llevo tocando desde los quince años. No conozco otra realidad”.