Los carteles que anuncian sus conciertos decoran el centro de ciudades grandes y pequeñas, incluso de pueblos apartados; los anuncios de sus actuaciones nos asaltan en redes sociales. A menos que vivas en otro planeta, te habrás dado cuenta de que de un tiempo a esta parte los grupos de tributo —especializados en tocar el repertorio de bandas exitosas— están que se salen. Los músicos de orquestas de verano se quejan de que les han robado su trozo del pastel. Su presencia es ubicua, y se entiende: dado que es difícil asistir regularmente a un concierto de los 'Rolling Stones' (del todo imposible en el caso de David Bowie y Freddie Mercury), o de formaciones nacionales en activo como Los Secretos u Hombres G, deleitarse con grupos que interpretan sus canciones y emulan su estética, a un precio asequible, resulta una alternativa atractiva.
En el seno de estos grupos hay músicos de todas las edades; también uppers que han crecido escuchando a los grandes del rock y del pop, que algún día soñaron con convertirse también en estrellas, y sacian así sus ganas de tocar y su sed de escenario.
Guillermo Rayo (54) es el Mick Jagger español. Es decir, el cantante que se transforma en Mick Jagger en los conciertos de 'Rayo Stoned', la banda de tributo a los 'Rolling Stones' que dirige desde hace treinta años. Su trayectoria ha sido ajetreada. Sevillano residente en Madrid, lleva componiendo desde los 14 años, publicó tres discos con Virgin Records con 'Loscomotora's (a día de hoy tiene ocho, como Rayo y Los Trueno o en solitario), fue presentador de Canal+, ha compuesto música para bandas sonoras y hoy compagina su propia música con su labor al frente de dos grupos tributo: 'Rayo Stoned' y 'El Duke Andaluz' (dedicado a David Bowie). Actualmente pone en escena un espectáculo infantil que gira alrededor de los Stones (Es solo rock and roll, ¡pero nos gusta!) en el teatro San Pol de la capital.
Atribuye el auge de estos formatos “a la gratuidad de la música” que ha perjudicado a los creadores, los cuales deben dar rienda suelta a sus ambiciones musicales de algún modo. “Si tienes un nombre consagrado, puedes tirar de él. Pero el resto no tenemos mucha cabida. A mí ya no me llaman como Guillermo Rayo”. En 2019 ofreció 45 conciertos con 'Rayo Stoned'. Actúan en fiestas privadas —todos los años los contrata un alto ejecutivo inglés que vive en La Moraleja—, salas de conciertos, festejos municipales; pocas horas después de la entrevista subirá al escenario de un evento de la revista Telva. Todo ello en su tiempo libre: de ocho a tres trabaja como administrativo en el Ayuntamiento de Madrid.
Santi (49) y Carlos (51) son el cantante y el guitarrista, respectivamente, de Ozzy Bloody Bastard, una banda madrileña de tributo a 'Ozzy Osbourne'. Santi es técnico de mantenimiento de sistemas contra incendios; Carlos, informático que trabaja en Tesla Electrophonics como consultor de ventas de Cloud. Crecieron escuchando rock duro y heavy metal y siguen siendo fanáticos de ambos géneros hermanos.
En el pasado militaron en grupos que tocaban sus propias canciones —Santi ha sido cantante y bajista en varias formaciones, al igual que Carlos como guitarrista y batería—, pero no tuvieron suerte. Un día, cuando Carlos estaba en un pub con un amigo, se les ocurrió montar esta réplica de la banda de Ozzy Osbourne, un cantante —exvocalista de 'Black Sabbath'— cuya música es poco conocida fuera del ámbito del rock.
“Empezamos a investigar a ver si había grupos de tributo a Ozzy, y no había nada, ni uno. Es muy especial. Claro, buscabas de 'Judas Priest' y había; había de 'Black Sabbath', de 'Iron Maiden', de 'Metallica', de 'Megadeth', de todo. De 'AC/DC', hasta un grupo de chicas. Pero de Ozzy no había nada”, dice Carlos en el bar de los locales de ensayo Revi Rock, en Vicálvaro. Fue esa y no otra la razón por la que escogieron rendir homenaje a Ozzy. “Es verdad que es un artista nicho, pero si eliges a otro, incluso te vas a hacer la competencia”, explica. Más allá de la elección práctica, se consideran ante todo grandes admiradores del Príncipe de las Tinieblas.
“Para elegir un artista o una banda a la que rendir tributo te tiene que gustar, claro”, dice Carlos. “Tienes que ser fan. Nos forraríamos si hiciéramos una banda tributo de Rosalía, pero no sé, no es lo suyo. Nuestra tendencia es el hard rock y heavy metal de los ochenta y noventa. A partir de que tú admiras a un artista, puedes vivirlo y disfrutarlo”.
Imitar a una banda como la de Ozzy Osbourne no debe de ser fácil. En primer lugar, porque desde que el cantante británico iniciase su carrera en solitario ha destacado por rodearse de instrumentistas virtuosos. También, porque esos músicos de acompañamiento han ido cambiado a lo largo de los años, y no es igual la forma de tocar la guitarra de Randy Rhoads, ya fallecido, que del fornido Zakk Wylde. Por último, porque Ozzy es un excéntrico sobre el escenario: sus mordiscos a palomas y murciélagos durante los conciertos forman parte de la mitología del heavy.
Aun así, Ozzy Bloody Bastard se esfuerzan por trasladar todo eso a sus actuaciones. Se visten para la ocasión y usan pelucas. “Por mi constitución quizá me parezco más a Zakk Wylde, muy corpulento”, dice Carlos. “No puedo ir de Randy Rhoads, que era un palillo. ¿Qué hago? Pues falda escocesa y alguna cadena gorda”.
“Me pongo en situación”, interviene Santi. “Aparte de que Ozzy es padre fundador de metal heavy metal, es totalmente único, una persona como no hay otra igual. Te lo estudias viendo vídeos y haces un poco como él, o sea, es un poco meterse en el papel. Como si fuese un teatro”.
“Intentamos transmitir esa energía de lo que sería un show de Ozzy”, añade Carlos. “No tenemos los mismos recursos. Por ejemplo, Ozzy sacaba una cruz gigante de no sé cuántos metros; nosotros no podemos llevarla. Pero sí que hemos tirado bichos al público, aunque de esos de coña. Algo de eso hacemos de vez en cuando. Confeti no, porque se pone el suelo perdido y los dueños de los locales se enfadan”.
Guillermo concede que “hay tributos y tributos”. Y así lo explica: “Hay tributos que son un homenaje real lleno de admiración, aunque les faltes el respeto, como yo digo. Y hay otros tributos que son una mera venta de chorizos y una mera transacción comercial de gente que lo hace solo para ganar dinero. Nosotros no estamos aquí para ganar dinero. Por supuesto que está muy bien y que justifica nuestras vidas, pero la esencia básica no es el dinero, es la admiración por el rock and roll. Pero también entiendo que hay grupos que son oportunistas y que en realidad no lo hacen con corazón, sino por dinero, y yo estoy en contra de eso, no me interesa. Es verdad que somos copias y que existen los originales, pero cuidado: no menospreciemos la capacidad artística de cada uno de los individuos que se suben en un escenario si realmente creen en ello y están dando lo mejor de sí mismos”.
En la agenda de 'Rayo Stoned' hay dos o tres conciertos cada mes. Guillermo ajusta la tarifa según quién los contrate. “No le vas a pedir lo mismo a una chica que celebra su 40 cumpleaños con treinta amigos que a un ayuntamiento que va a ofrecer un espectáculo gratis para todo el pueblo. No llevamos el mismo equipo”, dice. “Tampoco quiero ser avaricioso a la hora de negociar. Nosotros cobramos un sueldo digno y me parece bien, pero no voy a hacerme rico con esto”.
Al tratarse de un proyecto tan especializado, el auge de los grupos tributo no ha beneficiado a 'Ozzy Bloody Bastard', que siguen ofreciendo la misma cantidad de conciertos que cuando empezaron en 2016 (actúan cada mes y medio o dos meses). Lo que ganan lo invierten o lo destinan a vituallas. “Cada uno se gasta el dinero en su equipo”, dice Carlos. “Comprar guitarras es una enfermedad y, bueno, no lo amortizas. Esto es un hobby, no te da para vivir ni de coña. Además, el dinero hay que repartirlo…, y luego pagar las cervezas. La parte monetaria aquí ya te digo yo que no, eso no luce, porque te da para la gasolina, cerveza y los bocatas”.
Mayor recompensa es la que obtienen al poder explayarse haciendo lo que más les gusta delante de un público que aprecia su labor. “La gente que viene a vernos es de nuestra edad”, dice Carlos. “Pero también están viniendo los hijos, que ya tienen veintitantos años. Pero lógicamente son mayoría quienes crecieron con el rock de los ochenta. Lo que más nos gusta es subirnos a un escenario y, bueno, como con una banda propia a día de hoy no es posible hacer una gira de dos conciertos al mes, tienes esa vía de escape”.
“Esto es como el que pinta un cuadro y lo tiene en casa. Siempre le gustará más que se exponga en una galería y la gente lo vea”, añade. Su compañero Santi se expresa en la misma línea: “Lo disfruto muchísimo, me lo paso como un enano. Es una pena que en este país esté complicado vivir de la música, pero bueno, lo tenemos como hobby y como tal, lo disfruto un montón. Esto lo hago por pasión. La música a mí me llena completamente. Es primordial, es como un bálsamo. Tú tienes tu vida, tus obligaciones, y luego está esto. Con la música te quitas todo el estrés, los demonios personales y te quedas divino”.
“Nunca pensé que iba a acabar haciendo tributos”, reconoce Guillermo. “Para mí siempre fue una manera de seguir aprendiendo. Nuestra función fundamental es que la gente lo pase bien. Las dos horas que estamos tocando para mí es el momento de liberación más absoluta después de todo el trabajo previo. Adoro el escenario. La sensación que se vive en él, quien la haya vivido sabe que es inconmensurable. Es decir, el tener la atención de un montón de gente te da un poder brutal. Y un gran poder exige una gran responsabilidad. El flujo de energía que se establece entre un público y el grupo produce electricidad, y nosotros somos adictos a eso. Cada concierto es como si fuese el primero: tengo la misma sensación que tuve la primera vez que me subí a hacer de Mick Jagger con 20 años; siento la misma energía. Por eso seguimos haciéndolo. Cuando actuamos, somos estrellas, pero soy perfectamente consciente de que cuando bajo soy Guillermo Rayo, a quien nadie conoce y que lleva dedicándose a la música desde hace muchos años”.