Carlos Goñi, el resurgir del fénix rockero con 32 kilos menos: “Parecía que tenía 90 años y pensé 'no puedo seguir así"
El músico madrileño afincado en Valencia publica este febrero nuevo disco, “Adictos a la euforia”. En abril se cumplen 30 años de su imprescindible “Básico”
Con pasmosa regularidad, cada año recorre el país para disfrute de una sólida base de fans que no mengua con el tiempo. “Seguir saliendo de gira me da la vida”, dice
“A los de mi generación nos importaba hacer cosas, y en base a eso acababas siendo alguien; hoy la gente está empeñada en ser alguien y para ello acaba haciendo muy pocas cosas”, lamenta
A sus 61 años, con veinte discos a su espalda —incluyendo sus ya clásicos “Básicos” en directo y los recopilatorios de rigor—, Carlos Goñi, cantante, guitarrista y compositor que desde finales de los ochenta se oculta tras el apelativo Revólver, es un hombre nuevo. Durante el confinamiento, mientras a la mayoría de compañeros de profesión les daba por escribir canciones como si hubiera un mañana —ciertamente parecía que no habría un mañana—, este madrileño de Las Ventas afincado en Valencia prefirió resolver un conflicto personal que le agobiaba desde hacía tiempo.
“Siempre he tenido una batalla muy importante con los kilos”, confiesa. “Y me puse a ello: perdí 32. Justo al revés que todo el mundo. Aprovechando que íbamos a estar en casa tanto tiempo me dediqué a estudiar un poco de nutrición y entendí por qué me gustaban ciertas cosas, por qué no otras, qué sistema podía irme mejor, peor… Si te gusta comer, como a mí, o descubres con qué te vas a poder comprometer el resto de tu vida y cambias de hábitos, o no funciona. Veinte mil veces en mi vida había adelgazado para después engordar el doble”.
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Acababa de superar un serio problema de salud —dos hernias discales y dos protusiones discales—, lo que le insufló la motivación necesaria para desear renovarse por dentro y por fuera. “Físicamente, 2019 fue el peor año de mi vida”, explica. “Hubo algún que otro concierto que tuve que hacer sentado, con la pierna en alto… Parecía que tenía 90 años mal llevados. Cuando llegó 2020 y nos encerraron, pensé: ‘Esto se acabó, no puedo seguir así”. La decisión de consagrarse a una dieta y recuperar la práctica del deporte, una de sus pasiones —de adolescente jugaba al balonmano—, “me cambió la vida; estoy feliz”, asevera.
Y ese flamante estatus de felicidad, como no podía ser de otro modo, se refleja en su música. Este febrero Revólver publica “Adictos a la euforia”, un álbum que ahonda en su sonido de siempre cargado de optimismo. “Me parece que es el disco con más luz de todos los que he grabado en mi vida con diferencia, probablemente porque sea ese también el momento que estoy atravesando. Nunca en mi vida he estado en un momento tan positivo”, describe.
También, asegura, es un trabajo que le conecta con sus raíces rockeras. “Es una autopista directa entre entre mi yo de ahora mismo y las canciones que me partieron el alma en dos cuando tenía 14 o 15 años. Nunca había hecho un disco donde se notase tantísimo todo el tipo de música que me ha gustado a lo largo de mi vida”, comenta.
Hay otra razón por la que Goñi se siente exultante: durante el encierro abandonó la actividad en redes sociales para todo lo que no tuviese relación con su carrera. “Me di cuenta —explica— de que todos los días me acostaba de muy mala leche. Me sentó muy mal que gente a la que respetaba profundamente se polarizase de tal manera que acabó por perder la medida de las cosas. Tenía la sensación, y sigo teniéndola, de que faltaban datos para opinar sobre lo que estaba pasando, datos que los que, sin embargo, todo el mundo parecía disponer. Lo único que podía conseguir era ponerme de mala leche, y de esa había mucho, así que decidí no impregnarme de esa mala leche y desaparecer de las redes”.
Si hubiera que convertir en gráfico la trayectoria de Revólver, la línea recta dominaría, seguramente, las últimas dos décadas. A diferencia de otras bandas surgidas en los ochenta, que a finales de los noventa cayeron en el ostracismo y desde hace algunos años parecen vivir una segunda juventud (en Uppers hemos documentado los casos de La Frontera, La Guardia, Los Rebeldes, Tennessee, Un Pingüino en mi Ascensor…), la que dirige Carlos Goñi nunca ha tenido una travesía en el desierto. Su base de fans se ha mantenido inalterable con el transcurso del tiempo. Recorrer España con sus canciones constituye rutina permanente y, de hecho, algo de lo que disfruta cada vez más.
Intensidad en la carretera
“A día de hoy lo vivo con mucha intensidad —afirma—, porque al contrario de lo que me pasaba cuando era más joven, ahora mismo tengo la sensación de que estoy en el lugar correcto a la hora apropiada todo el tiempo. Cuando estoy escribiendo, disfruto muchísimo escribiendo; cuando estoy grabando, disfruto mucho grabando. Y cuando estoy de gira, disfruto mucho de la gira. Antes tenía una sensación de que estaba siempre el lugar equivocado”. Y añade: “Yo había soñado exactamente con esto. Decidí dedicar mi vida a esto, porque en realidad esto es lo que me da la vida. Es una cuestión recíproca”.
Forjado en bandas seminales como Garaje y Comité Cisne, desde que publicase su primer álbum como Revólver (homónimo) en 1990, Goñi se ha mantenido fiel a un estilo, el rock americano (Bruce Springsteen, John Mellencamp, Bryan Adams), y por tanto, ajeno a las corrientes que vienen y van. Con ese disco, y el siguiente (“Si no hubiera que correr”, de 1992), sentó las bases de un credo musical inamovible. “El hecho de no haber seguido las modas y hacer un tipo de música rotundamente clásica te lleva a que nunca estés en la cresta de la ola”, dice. “Y eso tiene una cosa buena, y es que normalmente el tiempo es más benévolo contigo, lo cual significa que nunca vas a estar ahí arriba pero vas a seguir ocupando un espacio”.
En honor a la verdad, Revólver sí que estuvo en la cresta de la ola, y fue gracias al disco “Básico”, de cuya grabación en directo y en formato acústico el 2 de abril de 1993 se cumplen en breve treinta años. Tras la aclamada gira “desencuhada” de “Si no hubiera que correr”, y en vista de que MTV estaba explotando con éxito el concepto unplugged, Warner Music, la discográfica que entonces gestionaba la carrera de Revólver, se alió con Los 40 Principales para producir el primer unplugged a la española. Con colaboraciones de Rafa Sánchez (La Unión), Sole Giménez (Presuntos Implicados) y José Manuel Casañ (Seguridad Social), “Básico” alcanzó unas ventas de 250.000 ejemplares y fue disco de platino. Canciones como “Si es tan solo amor”, “Tu noche y la mía”, “El roce de tu piel” o “Dentro de ti” pasaron a ser clásicos del rock nacional.
Sin cambios de carril ni volantazos, con letras de enjundia (en “El dorado”, de 1995, narraba cómo sus padres, centrados en salir adelante, descuidaron su crianza; pero también ha abordado temas sociales, como la inmigración o la violencia de género), Goñi siguió publicando discos regularmente con Warner hasta 2015. En 2017 se pasó al lado de la independencia y lanzó “Capitol”, seguido de “Básico IV”, en 2019. Como Los Secretos, Loquillo o Bunbury, Revólver es hoy una institución del rock inmune a la erosión del tiempo.
La primera generación de veteranos
“Un día, comiendo con Bunbury, me dijo: ‘Vamos a ser la primera generación que seguirá subiéndose a los escenarios con dignidad con 60 años’. Y tenía razón: somos la primera. Antes no ha ocurrido. Igual que Eric Clapton tiene setenta y tantos años o Paul McCartney 80, y siguen en los escenarios de una manera digna, en este país somos los primeros”. Y lo atribuye a que “dentro de mi clasicismo, no he dejado de cambiar cosas: he hecho giras solo, con un acompañante, en trío, con banda de cinco… Toco en teatros en invierno, en recintos más grandes en verano. Para mí cada concierto es como si fuera el primero. Delante hay gente que ha pagado 35 euros y tengo que dejarme la vida ahí”.
“La música es mi oficio”, dice. Fajador del rock and roll, jornalero de los trastes y animal de carretera, jamás se ha puesto bajos los focos para otra cosa que no sea cantar, tocar o hablar de música. “Una vez un periodista me preguntó: ‘¿Por qué sigues grabando discos, si no se venden?’. ¿En serio? Grabo discos porque mi trabajo es escribir canciones, grabarlas e interpretarlas en directo”, justifica. La palabra “retirada” no está en su diccionario. Y sigue comprando guitarras de forma compulsiva: aunque las regala cuando deja de usarlas, atesora en la actualidad alrededor de treinta.
No debe extrañar, por tanto, que un músico de la vieja escuela como él desconfíe de los ultraprocesados sonidos que hoy anegan TikTok y YouTube en forma de canciones desechables. “En una entrevista preguntaron al guitarrista Eric Johnson por qué la música de los sesenta y setenta era mejor que la de ahora”, recuerda. “Y dio una respuesta elegante y certera: ‘Es que la música antes cumplía una función’. Es así: antes tenías libros, música, cine y se acabó. Ahora no: la música es una parte más del ocio de los chavales. ¿Qué papel cumple? No lo sé. Solo sé que yo estoy en la resistencia. Y estoy feliz en la resistencia”.
“Ocurre lo mismo con el periodismo”, prosigue. “Cuando veo que cualquier influencer tiene 800.000 seguidores… Es para decirle: ¿pero cuándo has empatado tú con el Santa Pola, macho? Y sin embargo hay periodistas de raza de toda la vida y en muchos casos la gente no os conoce. Lo que no voy a hacer es pasarme la vida quejándome. Pertenezco a una generación en la que lo que nos importaba era hacer cosas, y en base a hacer cosas acababas siendo alguien; hoy, en muchos aspectos, la gente está empeñada en ser alguien y para ello acaba haciendo muy pocas cosas”.
Padre de dos hijos, Carlos (32) y Alicia (23), celebra que no hayan seguido sus pasos. “No tienen nada que ver con la música, cosa que me alegra mucho. Convocar a gente y hacerla vibrar con tus canciones es tocar el cielo, pero es muy duro. En alguna ocasión, en el pasillo de un hotel, a las cuatro de la mañana, mi mánager y yo nos hemos mirado y hemos dicho: ‘Joder, esto es duro’. Y lo es”. Carlos trabaja en Londres; Alicia es piloto. “El mayor sabe mucho de hip hop, de trip hop, pero lleva a los Doors y a Camarón en el móvil. Fue lo único que le inculqué: hay muchas cosas, no seas bobo y no te las pierdas”.