Padres e hijos del rock: “Mientras yo tocaba la guitarra en mi estudio él estaba a mi pies"
Este 19 de marzo, día del Padre, algunos papás rockeros recibirán la felicitación de descendientes que han heredado su talento musical
Alfredo Piedrafita (exBarricada), Paco Ventura (Medina Azahara) y Nacho Atmósfera (Niños del Brasil) cuentan cómo han transmitido el amor por el rock a sus hijos Iker Piedrafita (Dikers), Gato Ventura y Lux Vimdor
"Esto es un trabajo de pico y pala, y con cada disco debes demostrar lo que vales”, es uno de los consejos que dio Paco Ventura a su hijo Gato cuando éste empezaba
Si ya es suficiente motivo de satisfacción para un padre que su hijo o hija se gane la vida con un trabajo que le gusta, cuando ese trabajo es el mismo que apasionó al progenitor es razonable concluir que la caída de baba se multiplica. Y al igual que existen ilustres sagas de médicos y abogados, de periodistas y arquitectos, también se dan en el rock, donde, al parecer, no solo hay conocimiento técnico que se transmite de generación en generación, sino cierto gen relacionado con la creatividad que los vástagos más inquietos traen de serie cuando vienen al mundo. Este 19 de marzo, día del Padre, algunos papás rockeros recibirán la cariñosa felicitación de sus descendientes… también rockeros.
Aunque no puede calificarse de frecuente, suficientes antecedentes dan veracidad del fenómeno. Baste citar a John Lennon y sus retoños Julian y Sean; a Bob Dylan y Jakob Dylan, quien al frente del grupo The Wallflowers ganó dos premios Grammy en 1998 por su canción “One headlight”; al mismísimo Elvis Presley, cuya hija Lisa Marie publicó en vida tres elepés de notable pergeño. También se documentan eximios linajes de intrumentistas, como los Bonham: la furia con que John aporreaba la batería en Led Zeppelin la heredó Jason, quien ha tenido la oportunidad de tocar con los compañeros de su padre. Zak Starkey, hijo de Ringo Starr, se ha sentado a los tambores con Oasis, The Lightning Seeds y The Who.
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En casa del rockero…
“Cuando creces en una casa en la que hay una cultura y una forma de vivir, se contagian. Jamás intenté forzarle nada”, asegura Alfredo Piedrafita (62), guitarrista de Barricada desde 1983 hasta la disolución de la banda pamplonesa treinta años después, además de compositor y cantante de muchos de sus temas. En 1998, su único hijo, Iker Piedrafita (41), se dio a conocer al frente del grupo de punk-rock y hardcore Dikers; una dolencia en las cuerdas vocales de Iker aparcó temporalmente el proyecto tras siete álbumes, y ahora compagina su trabajo de productor en su estudio de grabación con actuaciones acústicas junto a su padre.
Esa cultura tomaba en el domicilio de los Piedrafita forma de discos de rock and roll: de Led Zeppelin, UFO, Scorpions, grupos de glam rock como Slade… Iker, siendo aún muy pequeño, los pinchaba en el tocadiscos familiar, que Alfredo le enseñó a usar “para que no nos lo rompiera”, dice. Evoca el orgulloso padrazo la debilidad que su sucesor sentía por una banda en concreto: “Barón Rojo le gustaba con locura. Aquel tema que decía: “Iba como loooco…” [“Casi me mato”, 1983] se lo ponía mucho. Había discos rayados de tanto usarlos. Y eso era lo bueno, que se rayaban de usarlos, no de maltratarlos”.
Comprensiblemente, en el radar del joven Iker se colaron otros estilos. En cierta ocasión, su tía, que había oído que le chiflaba la música, le regaló un disco de Hombres G. “Y lo escuchaba”, dice Alfredo. “También lo recuerdo de pequeño cantando ‘Mil campanas suenan en mi corazón’, de Alaska y Dinarama [‘Ni tú ni nadie’, 1984]. Oía aquella de Álex y Christina… ‘Cuando crees que me ves, cruzo la pared…’, y le hacía muchísima gracia [‘¡Chas! Y aparezco a tu lado’, 1988]. Tenía ese tipo de influencias, pero al final lo que le tiraba era el rock. Le encantaba ese rollo”.
Iker lo certifica: “Con dos años ya ponía discos en casa. Sin saber leer: por la carátula. De pequeñito me gustaban mucho Alice Cooper y Def Leppard”. Camerinos, locales de ensayo, estudios de grabación completaban ese “estilo de vida” al que hace referencia Alfredo. “Cuando nos íbamos a Las Landas dos meses a grabar, venía algún día por allá. Así le fue cogiendo el gustillo a todo esto”.
“Siempre ha visto a su padre feliz con la música”
Algunas dinastías del rock español son bien conocidas del público, como la del insigne Rosendo y Rodrigo Mercado, cómodo en el formato de cantautor —dos álbumes, varios sencillos y algunas colaboraciones con su padre avalan su valía—, o la de Miguel Ríos y su hija Lúa, cantante, primero, de We Are Balboa, y de Gold Lake después. Los componentes de Medina Azahara, institución del rock andaluz (en activo desde 1979 y aún en plena forma), se han significado especialmente por sus buenos genes musicales.
Manuel Ángel Mart, hijo del cantante Manuel Martínez, lideró Estirpe y publicó un disco en solitario; por desgracia falleció en 2021, a los 44 años, víctima de un cáncer. Manu Reyes, hijo de Manuel Reyes, exbatería de los cordobeses, maneja ahora las baquetas en Sôber. A Gato Ventura (34) la maña le viene por parte de padre, Paco Ventura (56), guitarrista de Medina Azahara desde 1989.
“Siempre ha visto a su padre feliz con la música, componiendo, rodeado de guitarras…”, nos cuenta Paco. “Mientras yo tocaba en mi estudio él estaba a mi pies. Cuando creció incluso lo llevaba a nuestros conciertos y lo ponía al lado de los amplificadores, y veía lo que es la música por dentro, lo que es una actuación. Él lo ha vivido siempre como una experiencia bonita y nos ha visto a mí y mis compañeros disfrutar con la música”. Aunque en la actualidad Gato Ventura se centra en cantar y componer (al principio en el grupo Descaro y ahora en solitario), de niño aprendió a reverenciar a los grandes de la guitarra a los que admiraba su padre. “A veces estaba yo buscando algún disco que no encontraba y le preguntaba: ‘Hijo, ¿has cogido tú el disco de Steve Vai?’. Y respondía: ‘Sí, aquí está’. Como me oía hablar de esos guitarristas, tenía pósteres en su habitación de Steve Vai, Gary Moore y Eddie Van Halen”.
También Nacho Atmósfera (58), teclista y compositor del grupo zaragozano de rock electrogótico Niños del Brasil, acostumbró a su hija a escuchar a los grandes del pasado. Hoy Lucía Serrano (21), con el alias de Lux Vimdor, ha publicado varios discos de forma independiente y de corte más experimental y está en 2023 nominada en dos categorías a los Premios de la Música Aragonesa. “Ella tenía muchas ganas y yo le provocaba verdaderos quebraderos de cabeza…”, confiesa Nacho. “Si a mí me hubieran puesto a Bob Dylan o a los Beatles durante un mes… Pero al final sabe de todo y de dónde provienen ciertas cosas. Es una entendida de los Beatles a Pink Floyd, del reggae a Massive Attack… Le da por el reggaetón también… De hecho se mete conmigo: dice que en todo hay algo bueno, y en eso tiene razón”.
El profe en casa
Sin duda es una suerte para un niño o una niña que quiere aprender a tocar música el tener un padre rockero: el profesor en casa. Los progenitores lo han intentado, aunque no siempre han tenido suerte a la primera. Alfredo Piedrafita le enseñó a Iker cómo tocar acordes con la guitarra, “pero luego se quejaba de que le dolían los dedos. Lo dejó enseguida. Al cabo de unos años, me dijo: ‘¿Te acuerdas de aquellos acordes que querías enseñarme un día? ¿Cómo eran?’. Se los enseñé y a los cuatro días había compuesto una canción. Y a partir de ahí ya no ha parado”.
Tiempo después, Iker asistió a clases, “porque mi padre dice que sabe tocar, pero no enseñar”, dice. Algo parecido experimentó Paco Ventura: al principio Gato no mostraba mucho interés… hasta que un día sintió la llamada de la sangre y se lo tomó en serio. “Se ve que el gusanillo le picó ya de lleno y empezó a hacer música. Podía haberle picado ese gusanillo o no, porque su hermano también canta muy bien pero se dedica a otra cosa (al diseño gráfico y la publicidad). Es un poco una lotería”, dice el guitarrista cordobés.
En el polo opuesto, un padre músico profesional puede ser el crítico más crudo de su hijo, aunque siempre constructivo. Los Piedrafita coinciden en que cuando Iker empezó a componer, Alfredo le insistía mucho en que cuidase al máximo las letras. “Me parecía importante”, dice el exBarricada. “Porque musicalmente puedes decir muchas cosas de distintas maneras, pero las letras son las que reflejan la personalidad. Le decía: ‘Antes que músicos, somos personas’. Y la forma en que se demuestra qué clase de persona es uno es a través de lo que cuentas, el mensaje que haces llegar. Le pinchaba bastante. Musicalmente no hacía falta, porque veía que iba como una moto”.
Tampoco estos rockeros de segunda generación lo han tenido más fácil por ser “hijos de”. Cuando Dikers, la banda de Iker Piedrafita, debutó en Warner Music, la compañía de su padre, muchos pensaron que había enchufe de por medio. Nada más lejos de la realidad. “Enviamos a la vez una maqueta suya y otra mía, con seudónimo, de un disco que saqué en 1999, ‘In vitro’, una cosa más metalera; y la respuesta de la compañía fue que le gustaba más la de Iker, la mía como que no [el disco en solitario de Alfredo salió publicado en la independiente Desobediencia]. No sabían quiénes éramos. Por desgracia estamos en un país en que muchas veces se juzga antes de conocer la realidad”, lamenta Alfredo.
Por la misma compañía estuvo a punto de fichar Lux Vimdor. “Tuvimos una conversación con ellos y nos trataron muy bien”, recuerda Nacho Atmósfera. “Ella presentó doce temas en inglés, y le pidieron que cantase en español. Y dijo: ‘Pues muy mal, porque te pierdes una parte enorme de la tarta’. Evidentemente ellos dijeron: ‘Nos encanta, pero no podemos hacerlo’. Yo pienso como los de antes y opino que con una multinacional te das a conocer mejor. Pero no me hizo caso”. Una vez que salen del cascarón, juegan con sus propias reglas. A Nacho le cuesta entender la música que hace su hija. “Ahora está en unos límites que no comprendo. Está haciendo cosas raras, de hiperpop, bandas sonoras de películas de miedo… Me está sobrepasando. No hay dios que le diga nada. Es libre. Niños del Brasil lo ve muy antiguo. Escucha una canción y dice: ‘Ahora, como en todas, viene el punteo, ¿no?’. Digo: ‘No, que es un grupo electrónico’. Va de sobradita”, bromea.
Consejos vendo…
Lo cual no quiere decir que la eximia figura paterna no esté siempre ahí para dar cariñosos consejos en base a su experiencia. La mayoría relacionados con los tejemanejes de la industria. “Le he dicho: ‘No te dejes embaucar ni dejar llevar por los pájaros en el aire”, explica Paco Ventura, de Medina Azahara. “Más vale muchas veces ser cabeza de ratón que cola de león. Sabe que esto es un trabajo de pico y pala, y que con cada disco debes demostrar lo que vales. Hay muchos músicos buenos y debes tener algo que te diferencie del resto. Es una carrera de fondo; se trata de poco a poco ir subiendo escalones y superando obstáculos”.
Alfredo Piedrafita ha intentado que Iker no cometiese en los mismos errores que él: “Yo no era un buen ejemplo, porque Barricada siempre hicimos las cosas más con el corazón que con la cabeza. Y metimos la pata muchas veces. Por ejemplo, nos emocionábamos viendo que se vendían camisetas nuestras en los conciertos y al cabo de los años nos preguntamos: ‘Oye, pero eso ¿quién lo vende, quién se lleva toda esa pasta?’. Porque nosotros no veíamos un duro.
Sí que le he echado un vistazo a sus contratos. Ya sabemos todos que la compañía va a intentar ganar todo lo que pueda, pero yo vigilaba que no hubiera cláusulas abusivas. Y una vez dentro de la compañía, si le decían que tenía que hacer esto o lo otro, trataba de hacerle pensar: ‘Tú verás, pero no lo veo bien’. Quería que le diera mil vueltas a las cosas para no hacer lo que hace todo el mundo”. Añade Iker: “Sobre todo me transmitía que no me hiciera ilusiones. Las discográficas son mucho de: ‘Vamos a hacer esto, vamos a hacer lo otro’, y me decía: ‘Si acaso harán el 20%’. Que tuviera los pies en la tierra”.
Alfredo e Iker Piedrafita han tocado juntos muchas veces. Formaron el grupo Miss Octubre y ahora comparten escenario con sus guitarras acústicas. Afirman que, cuando se juntan, no hay jerarquía que valga. “Intentamos separar la historia de padre e hijo”, dice Alfredo. “Somos dos músicos, y dos personas de grupo, de las que pensamos que la unión hace la fuerza. Tratamos de sacar lo mejor de cada uno, aunque implique criticarnos. Es muy gracioso, porque en directo muchas veces me dejo llevar por la emoción e igual se me va el dedo a la nota que no es, y enseguida Iker me mira y mueve la cabeza. Le dijo: ‘No muevas la cabeza, hazme una seña con el ojo, ¡pero que no se note!’. Tenemos ese punto de complicidad”. Iker, de hecho, produjo el disco La tierra está sorda, de Barricada (2009). “En la gira, Iker venía con nosotros y tocaba el bajo cuando El Drogas cantaba, tocaba la guitarra, el piano… Era músico de apoyo, que nunca habíamos tenido, y la verdad es que sonaba brutal”.
Aprendiendo de los hijos
Cabe suponer que el intercambio de talento es recíproco y, con el tiempo, los padres también han aprendido cosas de sus hijos. “Tiendes a quedarte anclado en la música que te marcó —dice Alfredo—, pero hay música que se hace ahora muy interesante, y me ha enseñado a probar nuevos acordes. Yo hago los acordes clásicos y él se inventa otros nuevos. Eso sí que lo he aprendido de él. Además, él los hace a la vez que canta… Yo con hacerlos sin tener que cantar, me conformo”. Y prosigue: “Con Iker al lado tengo las espaldas cubiertas. A veces me reprochan: ¡qué vas a decir de él, si es tu hijo! Claro, un padre debe hablar de su hijo así, pero en mi caso, además, es verdad. A veces le consulto: ‘¿Cómo puedo pasar de este tono a este otro?’. Y siempre tiene alguna idea. Por eso es un gran productor musical”.
“He aprendido que se tiene que querer uno a sí mismo mucho, porque yo tenía una inseguridad…”, admite Nacho Atmósfera. “Yo a la multinacional le habría dicho que sí a la primera, cantando en español y lo que hubiera hecho falta, y ella, toda tranquilidad, dijo: ‘Se cierra una puerta y se abren otras. No tengo la necesidad de triunfar, como tú, ni ese rollo de vivir de la música. A mí me gusta hacer música, pero también me gusta organizar fiestas, viajar…’ Es otra filosofía”. Por su parte, Paco Ventura asegura que se ha impregnado de “la constancia, el tesón” de Gato Ventura. “Tiene una dedicación increíble. Se encarga también de dirigir sus vídeos, de preparar la promoción, tiene muy claro a qué sector quiere dirigierse… Ese amor por la música yo lo tengo, pero la verdad es que me lo contagia y hace que aprenda cada día un poco de él”.
Cuando se le pregunta a Paco Ventura, de Medina Azahara, si cree que el talento se hereda, responde: “Sospecho que sí. Él realmente tiene mucho talento y pienso que algo ha debido de colarse por mi parte. Aunque su madre también es artista (es bailarina de ballet clásico), algún gen mío ha tenido que ganar y superar la carrera… Porque cuando le pregunto por un nuevo disco, me dice que tiene cincuenta canciones y no sabe cuáles elegir. Le digo: ‘Hijo, a mí déjame, escoge tú las que quieras’. Tiene esa virtud, ese don de la composición y la música en la cabeza”.
Y lo mejor de todo: puede que estas sagas no acaben aquí. La tercera generación de Piedrafitas, los tres hijos de Iker y nietos de Alfredo, ya hacen sus pinitos con la guitarra y los teclados. Y el patriarca, cuando habla de los pequeños, no cabe en sí de gozo. “Siempre se me ha caído la baba con Iker, pero con los nietos… ya es una pasada. Yo, contento de que les guste la música. También escuchan rap, y me parece muy bien. Nunca les voy a decir: ‘Solo tenéis que hacer rock’. No, qué va: tienen que hacer lo que les guste. Claro que, como buen abuelo, también les digo: ‘No dejéis de estudiar’. E intento no malcriarlos demasiado; siendo abuelo es difícil, porque como suele decirse, los nietos están para malcriarlos. Hace poco mi nieto me pidió una de mis guitarras, ligera y pequeña… Y le dije: ‘Mira, va a ser para ti algún día; de momento llévatela, pero que yo vea que la utilizas y la cuidas bien’. Seguro que será para él, y también alguna más de las que tengo…, pero no se lo quiero decir. Me gusta que se las ganen”.