Mick Jagger cumple 80 años: una anécdota que acabó marcándole por cada década de su vida
El cantante de los Rolling Stones lleva en activo desde 1962. Las drogas, sus amoríos (con 4.000 mujeres, se ha llegado a decir), sus ocho hijos y su salud han caracterizado una vida llena de curiosos episodios.
En los sesenta, tras una redada en casa de Keith Richards en West Sussex, acabó viéndoselas con la guardia civil en Málaga.
En los noventa, protagonizó un mediático no-divorcio con Jerry Hall. Se habían casado por el rito balinés, y de la legalidad de su unión dependía el reparto de muchos millones.
“El tiempo está de mi lado”, cantaba Mick Jagger en 1964. Y vaya que sí: el cantante de los Rolling Stones ha entrado en el club de leyendas octogenarias del rock, colectivo al que también pertenecen Paul McCartney (81), Ringo Starr (83), Bob Dylan (82) y no muchos más entre los grandes.
Como la mega-estrella que es, ha agradecido las numerosas (y famosas) felicitaciones.
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No diremos que es un milagro que el cantante de los Rolling Stones haya alcanzado tan elevada edad, porque si en sus años mozos se castigó con los mismos excesos que sus compañeros de banda, es bien sabido que desde que llegó a la madurez el mantenerse sano y en forma se ha convertido para él en algo rayano en la obsesión. Su vida, en cualquier caso, es larga y está plagada de anécdotas, como no puede ser de otro modo en un hombre que se ha acostado con 4.000 mujeres (según su biógrafo), ha tenido ocho hijos (¡por ahora!), ha gustado de experimentar con sustancias varias y —lo más importante— lleva dejándose la piel en los escenarios de todo el planeta desde 1962.
Los sesenta: ¡al calabozo!
El largo idilio de los Rolling Stones con las drogas ha deparado no pocos sucesos memorables, pero el primero y uno de los más célebres ocurrió en 1967, cuando la prensa británica descubrió (¡sorpresa!) que los rockeros tenían cierta inclinación a consumir estupefacientes. En concreto, el diario News of the World publicó una serie de artículos sobre el tema, con testimonios de testigos que perjuraban que los músicos dedicaban su tiempo de ocio a este tipo de esparcimiento. El segundo de esos artículos mencionaba una fiesta en el exclusivo club Blaise’s de Londres, donde un Rolling Stone (identificado como Mick Jagger) había sido atisbado poniéndose ciego de tabletas de ácido (considerado ilegal) e invitando a porros a la concurrencia.
Comoquiera que Jagger no estaba allí aquella noche, demandó al periódico por difamación (por lo visto, el testigo se equivocó y confundió al guitarrista Brian Jones con Mick). Eso no impidió que la policía se quedara con la mosca detrás de la oreja y, siguiendo un chivatazo del periódico, realizase una redada en Redlands, la mansión de Keith Richards en West Sussex, donde éste y Mick Jagger estaban de juerga. Sobre lo que encontraron han corrido varias versiones: la más light, que estaban puestísimos; la más heavy, que la poli interrumpió una orgía en la que Jagger estaba comienzo una barrita de chocolate directamente de la vagina de su novia, Marianne Faithfull. Durante los días posteriores, la prensa sensacionalista hizo más caja que todo el resto del año.
Para escapar de la presión de los medios, el grupo se fue a París, luego cruzó España, se detuvo en Málaga, donde los empleados del hotel llamaron a la guardia civil al ser denegada la tarjeta de crédito de la banda, y de ahí a Tánger. A su regreso a Inglaterra, Jagger y Richards fueron detenidos y enviados al calabozo a la espera de juicio: se les condenó a tres meses de prisión y un año, respectivamente. Salieron al día siguiente, en medio de una campaña masiva a favor de los músicos —que incluyó un indulgente editorial del director de The Times—, tras pagar, eso sí, una modesta suma como multa.
Los setenta: escándalo con la primera dama
En marzo de 1977, los Stones eligieron El Mocambo Club en Toronto para grabar, en dos noches, parte de un disco en directo (Love you live). Cuando llegaron a la ciudad canadiense, se encontraron con la cálida hospitalidad de Margaret Trudeau, a la sazón esposa del primer ministro de aquel país, Pierre Trudeau. Se habían casado en 1971, cuando el político tenía 51 años y ella 22. El primero de los conciertos coincidía con el sexto aniversario de boda, pero la primera dama prefirió pasar la señalada fecha en compañía de los rockeros británicos antes que con su esposo. Durante ocho días no salió del hotel donde se alojaban, lo que dio lugar a no pocas especulaciones, entre ellas, que se había enrollado con Mick Jagger. Para enredar más las cosas, Keith Richards era detenido allí mismo por posesión de drogas.
El primer ministro se vio obligado a emitir un comunicado en el que decía que lo que hiciera su mujer no era asunto de nadie. El rumor cobró aún más fuerza cuando, tras los conciertos, Mick y Margaret volaron a Nueva York (ella, según dijo, huyendo del acoso de la prensa). En su autobiografía Life, Keith Richards la describe como “una groupie” (calificativo que se da a las fans que se desviven por acostarse con estrellas del rock). Los periódicos dedicaron mucha tinta al episodio, también en Inglaterra, donde el Daily Mirror publicó: “El primer ministro Trudeau se relaja en casa mientras su esposa hace travesuras con Mick Jagger y compañía”.
Sin embargo, cuando en 2007 Ron Wood publicó sus memorias, dio otra versión del asunto: según el guitarrista, fue él, y no Mick, quien mantuvo una relación con Margaret Trudeau. “Durante aquel breve tiempo compartimos algo especial”, escribió Wood. Habrá que creerle, aunque también hay quien dice que la pizpireta señora de Trudeau, que había sido amante de los actores Ryan O’Neal y Jack Nicholson, en realidad obtuvo el sello acreditativo de los cinco Rolling Stones. Ese 1977, Margaret y Pierre Trudeau se divorciaron; uno de los hijos de ambos, Justin, es el actual primer ministro de Canadá.
Los ochenta: a mordiscos
Lo que marcó a Mick Jagger en los ochenta fue su distanciamiento de Keith Richards: no siempre se han llevado como las almas gemelas (los glitter twins, les llaman) que aparentan ser. En esos días, Jagger experimentó el mal que acecha a todo cantante de un grupo en algún momento de su vida: el deseo de emprender una carrera en solitario. Publicó su primer disco, She’s the boss, en 1985, al que siguió Primitive cool, de 1987. Entre medias, en 1986, los Stones lanzaron Dirty work, y el cantante no estaba por la labor de salir de gira para promocionarlo, lo que sentó a Richards como si le hubieran robado la papelina.
En cambio, Mick sí que se echó a la carretera para presentar en 1988 su segundo álbum como solista. Para ello, reclutó una banda en la que figuraba el virtuoso guitarrista Joe Satriani. En una entrevista de 2020, Satriani se explayó sobre la energía de Jagger en directo; energía que se desbordó cuando, mientras Satriani ejecutaba un solo, Jagger, en un arrebato de paroxismo, le arreó un tremendo mordisco en el hombro. ¿Acaso le traicionó el subconsciente al cantante y el “ataque” iba dirigido a su compañero guitarrista de siempre? El caso es que Satriani se lo tomó como lo que era: un rapto teatral. “Pensé: ¿cuánta gente puede decir que ha sido mordida por Mick Jagger mientras está tocando delante de 90.000 personas?”, dijo. Antes de que acabase la década, Jagger y Richards fumarían la pipa de la paz en Bahamas.
Los noventa: el divorcio que no fue divorcio
Generalmente, las personas saben si se han casado o no, pero a Mick Jagger y a Jerry Hall les costó ponerse de acuerdo sobre ese punto cuando su relación de 23 años tocó a su fin en 1999. La modelo lo abandonó cuando se enteró de que Mick había dejado embarazada a la brasileña Luciana Morad (no era la primera ocasión en que rompían: en 1992 también le puso las maletas en la puerta cuando creyó que había tenido un affair con Carla Bruni en Tailandia, hecho que esta desmintió alegando que Jagger era “un fósil”).
Esta vez, en cambio, fue la definitiva. Jerry Hall pidió el divorcio, a lo que Jagger replicó que no podían divorciarse… porque nunca se habían casado. En realidad, habían formalizado su relación en 1990 en Indonesia, mediante el rito balinés. A Hall la respuesta de Jagger le supo muy mal, porque si no conseguía una sentencia de divorcio —es decir, si se proba que no habían estado casados— difícilmente podía obtener el suculento pellizco que solicitaba (30 millones de libras); si bien es cierto que más de dos décadas juntos y cuatro hijos en común certificaban que su unión había sido tan sólida o más que la de un matrimonio legal. El juez dio la razón al cantante, y finalmente la pareja llegó a un acuerdo amistoso por el que Jagger pagó a Hall 10 millones de libras (su patrimonio era entonces de 150 millones) y le cedió su casa de Richmond.
Los 2000: la fuerza del corazón
Jagger entró en el actual siglo con 56 años, hecho un devoto del ejercicio físico y alejado del desenfreno de su juventud. Lo cual ha constituido una mala noticia para la prensa amarilla, que ya no tiene escándalos que vocear. Prueba de ello es que si en los últimos tiempos ha saltado a la primera plana por cuestiones extramusicales ha sido generalmente en positivo. Como cuando fue padre por octava vez en 2017, a los 74 años (del niño Devereux Octavian Basil Jagger, que tuvo con la bailarina Melanie Hamrick, 43 años menor que el vocalista) o cuando en 2019 fue operado del corazón. En marzo de aquel año, los médicos le dijeron que debía pasar por el quirófano para reemplazarle una válvula cardíaca, a pocas semanas del inicio de la gira No filter tour (el 20 de abril) en Miami.
Fans, compañeros y periodistas presagiaban una larga recuperación —a pesar de su proverbial jovialidad, a los 75 años ya no era un chaval—, pero el 21 de junio, tres meses después de la delicada intervención, la banda se subía al escenario del Soldier Field de Chicago con un Jagger tan energético y espasmódico como siempre. Incluso antes de esa fecha, a mediados de mayo, Mick subía a sus redes un vídeo en el que se le veía ensayando sus bailes en pantalón de chándal y sencilla camiseta blanca con el dinamismo habitual. Por estos y otros detalles, aunque ahora cumple 80, a muchos nos da la sensación de que aún le queda cuerda para rato.