El joven Robert Plant fue uno de los más grandes dioses del rock de los 70, poniendo su inimitable voz y su inconfundible pose a las epopeyas sonoras de Led Zeppelin, pero a sus 75 años al legendario vocalista ya le queda muy lejos el circo mediático que conlleva ser una rockstar. Al contrario que Mick Jagger, quien a los 80 sigue rodeado de la parafernalia típica de una deidad inalcanzable para el común de los mortales, Plant prefiere los placeres más terrenales y mezclarse con el vulgo. Sí, sigue en activo y cantando aún maravillosamente, como ha demostrado en sus conciertos de esta semana en Ourense, pero tampoco le hace ascos a tomarse unas cañas y un licor café rodeado de fans en un bar de la zona.
No todos los días puedes encontrarte con una leyenda de la música en tu local favorito. Pero es lo que ocurrió en el Bule Bule de la localidad de Allariz, horas antes de su primer show en la ciudad gallega al frente de la formación de corte acústico Saving Grace y con la compañía de la cantante portuguesa Suzi Dian.
El propio local presumió del ilustre visitante en sus redes sociales: "La vida sin música no tiene sentido. Gracias por la visita de ayer de Robert Plant (Led Zeppelin) y su banda a nuestro local". Y ahí estuvo Plant conversando en la barra con unos parroquianos que no daban crédito a que el cantante de uno de los grupos que marcó la historia de la música estuviera tan afablemente disponible.
Como decíamos antes, ya hace mucho tiempo que Plant renunció a ser el cantante de Led Zeppelin. Hizo la concesión de reunirse con Jimmy Page y John Paul Jones para un único concierto en 2007 en el londinense O2 Arena, con Jason Bonham heredando las baquetas de su fallecido padre, John Bonham, pero hasta ahí llegó su indulgencia con la nostalgia.
El vocalista ha rechazado innumerables propuestas para volver. Incluso una de 800 millones de dólares que puso sobre la mesa el dueño de Virgin, Richard Branson, para una gira de 35 conciertos y que había hecho salivar a los otros dos. No hubo manera de convencer a Plant, que prefiere seguir con su carrera en solitario a una escala infinitamente menor, buceando en el folk y el blues y ofreciendo recitales más íntimos en los que, quizás para que nadie se vaya a casa insatisfecho, termina haciendo algún guiño al legado de Zeppelin. Y con eso le basta. Nos debería bastar a todos.