La Húngara y su cuento de Navidad: “Mando alegría a todo el que se sienta abatido"

Hay historias que parecen nacidas de la romántica cabeza de un guionista de Hollywood en fechas señaladas.

¡Qué exageración! -pensaría más de uno- si la vida de Sonia Priego fuese contada en pantalla grande.

Así se encabezaría la primera secuencia:

Interior karaoke.

Sevilla noche. Bullicioso grupo de veinteañeras celebrando una despedida de soltera. Una de ellas toma el micrófono y canta -hasta tres veces- 'Ese hombre' de Rocío Jurado. Al terminar, precisamente un hombre se le acerca y se presenta. Es productor musical. Deja sobre la mesa una tarjeta con una dirección y un número de teléfono. Sonia desconfía pero guarda en su bolso la tarjeta.

(Fundido a negro)

"La película" de La Húngara continúa desde entonces a todo color.

Duración: más de dos décadas.

Y por cada uno de esos años, un disco publicado. Uno tras otro. Hasta la veintena.

“En mi vida siempre ha habido magia. Todo ha llegado muy pronto y muy rápido aunque, no te creas, nada ha sido fácil. Yo sé muy bien de dónde vengo y no me olvido. No me olvido de que mi madre limpiaba escaleras. Y mi padre hacía lo que se terciara…chófer, mecánico...Lo que pudiese para sacar adelante a sus hijos. Siendo yo muy niña ya era una mujer y como tal me veían también los demás. Imagínate que con catorce años monté una Academia de baile. La verdad es que no quería ser cajera. Ni matarme a fregar como mi madre. ¡Mucha lucha! Mucho bache y mucho coche con mi padre al lado conduciendo. En un Seat Ibiza por esos pueblos y esas carreteras polvorientas. Sin gps que valga. ¡Preguntando a la guardia civil! En ferias, bolos, fiestas privadas. Con quince años tuve mi primera hija. Y ahora, con poco más de cuarenta ya tengo dos nietos”.

Magia es escuchar hablar, con tanto amor, de un barrio. Aunque ella no pise el suyo desde hace seis años. Fue, por entonces, poco antes de la Navidad cuando se marcharon para siempre, casi al mismo tiempo, su padre y su hermana.

“Perdona que me emocione cuando me preguntas por la Navidad. En esa pequeña casa de mis padres, en sus setenta metros cuadrados de puertas abiertas al vecindario pasé las mejores fiestas. Poner el árbol. Cantar villancicos con los vecinos. La cocina diminuta siempre llena de gente, donde mi madre en Nochebuena horneaba un pavo. Cuando mi padre y mi hermana murieron, tan seguido, de esa forma tan rápida, se cerró la casa, se apagaron las luces y se calló la Navidad. Y así ha sido hasta hace prácticamente dos años. Esa alegría ha renacido gracias a mis dos nietos: Manuel y León. Ellos han conseguido que la Navidad vuelva a mi vida.”

A Sonia Priego, la Húngara, le cuesta volver allá pero es su decorado recurrente. Quizás por eso cada noche, en su chalet sevillano con piscina, se sienta, junto a su madre, frente a la tele para disfrutar de la serie 'Cuéntame otra vez'.

“Si estoy en casa no hay quien nos quite ver un capítulo. Me recuerda eso. Los años de una vida tan bonita que parece se nos ha marchado definitivamente.”

Cualquiera que lo lea puede ser llamado a engaño. Sonia siente mucha nostalgia cada mes de diciembre, pero si algo no muestran las líneas de su mano es pesimismo.

“Yo quiero mandar un mensaje de alegría a todo el que se sienta abatido en estos días. Hay que vivir. Y  sí, a veces cuesta pero hay que disfrutar cada minuto y celebrar. Es lo que querrían todos nuestros seres queridos ausentes”

Y eso mismo. Celebrar. Celebrar la Navidad es lo que va a hacer La Húngara el próximo domingo 17 de diciembre en el Teatro Auditorio de San Lorenzo de El Escorial. Este concierto será el último de un intenso año.

“Tengo muchísimas ganas de volver a Madrid. Amo Madrid. Es una tierra que adoro. Siempre me ha traído cosas buenas. ¡Su público es tan cariñoso conmigo! Tengo mucha ilusión de ver a reventar ese teatro de El Escorial. Cantar para la gente. Todas mis canciones y, sobre todo, esos villancicos que tantos años callé. Me recordaban que mi familia se había roto una Navidad.” 

Sonia Priego reconoce que en un hit de Rocío Jurado se dibujaba su mejor suerte: ser artista. La Jurado, la misma a quien conoció en persona y frente a la que cantó cuando era apenas una adolescente. Y sin arrugarse.

“Fue en la celebración de una comunión, la de una hija del torero Espartaco. Allí estaba ella. ¡Quién me iba a decir a mí que “por su culpa” me vendría todo esto!”.

Aquel instinto de supervivencia fue abriéndose paso con gracia y coraje desde un rincón de la localidad sevillana de Écija. De la humilde barriada “Nueva Andalucía” Sonia recuerda, al dedillo, cada rellano de escalera, cada banco en la calle; las entrevistas para la radio en casa de su abuela, la única de la familia que, por aquel entonces, tenía teléfono. Las viejas cintas de cassette donde grababa sus canciones para después poder escucharse interpretándolas. Los viejos colchones tirados en la azotea para poder pegar ojo en las tórridas noches de verano…

Y aunque la Húngara nunca fue la Cenicienta…hay que reconocer que “su zapato de cristal” lo calzaría en plena pandemia “un madrileño”. Que no un príncipe. Más conocido como C.Tangana. Y justamente, desde la música urbana nació, con mucho soniquete, un himno.

“No sólo no me molesta que me pregunten una y otra vez sobre 'Tú me dejaste de querer' y  C.Tangana. Esa canción ha sido otro sueño cumplido. Él es un genio. Trabajar con Pucho ha sido no dejar de aprender y rodearme de gente maravillosa. Toda esa gira. Su madre, Patricia. Que me dijera que la canción estaba hecha para que yo la cantase…¡Le quiero para reventar!”

Y vuelve el torbellino a deshacerse en elogios por lo que le ha llegado gracias a él. Aunque es justicia poética. La guinda de un pastel muy dulce. Cuidadosamente cocinado. Con tanta pasión pese a las fatigas. Después de kilómetros y kilómetros. Cientos de temas, autobiográficos, compuestos por ella misma y que atendiendo a su origen popular han sonado, sin cesar, en parques, supermercados, fiestas de cumpleaños y verbenas. Siempre presentes en miles de historias no tan de afortunadas. Enraizadas en la memoria y celebración de todo un pueblo.

Como buena acuario,  Sonia es mujer sensible y ardiente, solidaria, independiente; apodada desde niña “La Húngara” por lo mucho que le gustaba bailar y cantar para los vecinos de “los pisos amarillos”. En la “ciudad del sol”. También conocida como “la ciudad de las doce torres”. Écija. Sembrada de monumentos, iglesias, palacios, pisos de protección oficial y canciones.

“La música siempre ha estado en mi vida. Por todos lados. Sería imposible elegir una única canción que me identifique. La favorita. Porque las canciones son como los perfumes, cada una te recuerda un momento diferente”.

A mí también me encanta recordarla a ella, pura luz, compartiendo escenario con sus admirados Chichos de los que esperamos suene alguna versión el próximo domingo en San Lorenzo de El Escorial.

“Los Chichos son mi familia. Les admiro. Les quiero. ¡Cuántas veces escuché y canté sus canciones al lado de mi padre mientras conducía nuestro viejo coche de camino a un bolo! Cómo iba imaginar que algún día lo haría con ellos  frente a un mar de gente. ¡Ya te digo que es magia! Porque la música, desde el minuto uno no ha hecho otra cosa que hacer realidad mis sueños.”

Y no es un cuento de Navidad aunque lo parezca.

Ni tampoco el sueño americano, que va.

Si acaso, sucedió en abril.

En una noche sevillana.