Medina Azahara: “Si los rockeros hiciéramos las letras del reggaetón nos llamarían criminales”
La veterana banda cordobesa de rock duro acaba de publicar un disco doble, 'El sueño eterno', con 24 canciones.
“No pienso en la retirada. A mí me tendrán que sacar del escenario”, dice Manuel Martínez (72), cantante del grupo y único miembro original.
Tiene tres hijas pequeñas, una de once meses. “Cuando voy de viaje con mi familia, escuchamos reggaetón y Deep Purple”.
Fabiola, de cinco años, una de las hijas pequeñas de Manuel Martínez (72), dice que de mayor quiere ser notaria y cantante de Medina Azahara. Tal vez, pues, el futuro de una de las bandas más veteranas en activo del rock español (publicó su primer disco en 1979) esté asegurado. Mientras llega o no el relevo generacional, Manuel Martínez (cantante), Paco Ventura (guitarrista) y Manuel Ibáñez (teclados) afrontan el presente con febril intensidad, si nos atenemos a los hechos: acaban de lanzar un disco doble, de 24 canciones, que, aparte de situarlos a contracorriente de la tendencia actual, por la que los artistas prefieren publicar canciones sueltas, los muestra más prolíficos y entregados a su causa que nunca.
El álbum se titula El sueño eterno, y podría decirse que surge de una rabieta. “Cuando publicamos el disco de homenaje a Triana [Llegó el día, 2022], recibimos algunas críticas”, explica el cantante. “Decían que Medina Azahara estaba agotando las últimas existencias de su capacidad para componer. Pensamos que editar un disco doble con tantas canciones era una forma de reivindicarnos como grupo y decir a aquellos que soltaron esas palabras que se las metieran por otro lado”.
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La pataleta es comprensible: pese a su dilatada carrera, la banda cordobesa no ha perdido la motivación por grabar discos y salir de gira. “Como suelen decir: 'Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente'. Siempre hemos sentido esa necesidad de echarnos a la carretera, de hablar con los fans. Realmente lo necesitamos para seguir viviendo. No pienso en la retirada. A mí me tendrán que sacar del escenario”, dice Martínez.
Y no solo eso, sino que a medida que pasan los años saborean con más deleite su actividad. “Cuando entiendes que tu vida se va acortando, cada cosa que haces la disfrutas más, porque no sabes si la vida te dará otra oportunidad. En nuestros inicios, la idea era disfrutar del momento, pero también buscábamos durar en esto el mayor tiempo posible. Mis referencias han sido Deep Purple, Uriah Heep, Pink Floyd, bandas longevas, y, sobre todo, Mick Jagger, que siempre ha estado al frente de los Stones y me ha enseñado que una carrera debe ser a largo plazo, viviéndola chupito a chupito”, añade.
Ni alcohol, ni tabaco, ni drogas
Su estado físico acompaña, entre otras cosas porque Manuel Martínez siempre ha sido hombre de costumbres saludables. “Nunca he bebido, ni he fumado, ni me he metido ninguna droga”, explica. “Cuando subo al escenario, intento ser lo más natural posible. No me meto nada para aguantar más”. Después de los conciertos, se toma un refresco y se retira a dormir. “Enseguida me voy a la cama porque al día siguiente tienes que hacer muchos kilómetros y dar otro concierto”. Asegura que no es de hacer ejercicio. “No hago nada especial. El gimnasio me lo ahorro: tengo una niña de once meses, y con ella ya hago gimnasia suficiente”, bromea.
El sueño eterno conserva, por un lado, la esencia del grupo que llevó el rock andaluz a una nueva dimensión, afilándolo de acuerdo a los cánones del hard rock y el heavy metal; pero, al mismo tiempo, presenta novedades en forma de temas más melódicos, una aproximación a la música celta (en la festiva “Todo el mundo en pie”, donde colabora José Andrëa, icónico cantante de Mägo de Oz) y una sorprendente versión de “Yo caminaré”, del italiano Umberto Tozzi.
Capítulo aparte merecen las letras, muchas de ellas de carácter reivindicativo. “Algunas se me ocurren viendo noticias en televisión”, explica. “Tenemos un montón de guerras en el mundo. Pienso que la música debe ser un altavoz para denunciarlo, para mostrar que estamos en contra de esos conflictos en los que mueren niños inocentes. Mis compañeros de grupo y mis seguidores me permiten que escriba sobre ello, y debo aprovechar esa oportunidad. Hablar de amor es fácil; lo complicado es implicarte en temas sociales”.
En el uso de la música como herramienta para poner el foco sobre cuestiones que preocupan a la sociedad también van al revés que la mayoría de cantantes actuales, que abordan temas intrascendentes. “Hoy hay mucha música de usar y tirar. Los chavales ven que un artista lanza una canción y se hace millonario, y quieren hacer lo mismo, y comprar un avión y colgarse collares de oro. A nosotros lo que nos interesa es compartir con la gente nuestras ideas y divertirnos con ellos un par de horas”, alega.
En el amplio repertorio de El sueño eterno hay espacio para varias canciones (entre ellas “Quién pudiera” y “No sé qué daría”), que plasman el drama que Manuel Martínez vivió en 2021, cuando su hijo Manuel Ángel, que también se dedicaba a la música (era cantante de Estirpe), falleció a los 44 años víctima de un cáncer. Afirma su padre que no le costó escribirlas, pero sí cantarlas. “Cuando fui al estudio a grabarlas, se me hacía un nudo en la garganta”. Se muestra incapaz, como es lógico, de describir cómo vivió aquel duro momento. “Para entenderlo lo tienes que pasar. Es algo que no se le puede desear a nadie. Es una tragedia grandísima de la que nunca te recuperas”.
Cinco hijos y dos nietos
Manuel Martínez es un hombre de familia. Tiene cinco hijos, dos de ellos ya mayores, y tres niñas de ocho años, cinco años y once meses. Dos nietos, uno de ellos hijo del fallecido Manuel Ángel (“Es como él cuando tenía su edad, con cinco años ya toca el piano”, dice el orgulloso abuelo) y otra de doce años. Sus hijas más pequeñas son fruto de su relación con Fabiola, una chica que ahora tiene 30 años (es decir, 42 años más joven que Manuel).
En ese punto le recuerdo el caso de Armando de Castro, guitarrista de Barón Rojo, recientemente casado con una joven veinteañera con quien ha tenido un hijo. ¿Son los heavies infatigables en el amor? Manuel se ríe y le quita importancia. “Son cosas que pasan. Te separas y encuentras a tu media naranja otra vez en el camino”, dice.
Sostiene que lleva estupendamente esa faceta de padre septuagenario con hijas pequeñas. “Por las mañanas cuido de la pequeña, porque mi mujer está estudiando. Y me lo paso genial. Me divierto un montón con la niña. A las otras dos las llevo al colegio... pero, ya sabes, esto no para: a mediodía termina el colegio y luego tienen inglés, escultura...”, explica, lo que nos recuerda al complejo de taxista que Mikel Erentxun nos refería en esta entrevista.
Su hija Fabiola, la que quiere relevarlo al frente de Medina Azahara, dice que le gusta el rock, “pero luego ves que baila reggaetón. A las otras les gusta de todo. Les gusta lo que ven: el reggaetón está por todas partes y se dejan llevar por lo que todo el mundo escucha. Cuando vamos de viaje en el coche, alternamos la música: ponemos reggaetón y Deep Purple”.
Aunque rockero de pura raza, Manuel es un tipo muy abierto musicalmente; en alguna ocasión ha declarado que le gusta Luis Miguel como cantante. Quizá eso explique el que por un lado rechace el reggaetón pero por otro reconozca que tiene “algo” que le hace conectar con el gran público.
“A los que hemos escuchado rock de los setenta nos cuesta trabajo entender este tipo de música actual. También hemos de tener claro que no es una música de aquí, se ha exportado porque ha interesado a ciertas emisoras. Hacer esas canciones es muy fácil; hacer un éxito, no. Tienen sus formas de hacerlo atractivo. No voy a apoyar nunca un tema como 'Despacito', pero entiendo que tiene su valor”. Lo que considera inaceptables son muchas letras de la música urbana. “Hay cosas denigrantes hacia la mujer, palabras obscenas... Curiosamente, si los del rock hiciéramos esas letras, nos llamarían criminales, cuando a esos otros artistas se les consiente todo”.
Sobre el rock, su negociado, declara: “Está vivo: en cuanto cualquier grupo mítico saca un disco nuevo, todo el mundo lo está esperando. Hay un auge del vinilo, muchos festivales... Y surgen nuevos músicos, buenísimos. Lo que no hay es compañías que saquen este tipo de música. Y las pocas que hay no tienen fuerza para meterla en las grandes emisoras de radio”.
Con el rock duro sucede hoy algo paradójico: ya no vende como antaño, pero las bandas legendarias no paran de actuar en giras y festivales multitudinarios. “Va por edades. La música de usar y tirar atrae a los jóvenes que hacen botellón. La gente más madura, que entiende la música de otra manera, quiere escuchar el Made in Japan de Deep Purple remasterizado, Wish you were here de Pink Floyd o incluso Paseando por la mezquita, de Medina Azahara. Ahora las canciones duran tres días. La música es otra cosa. Creo que hay cabida para todo, y una edad para cada música”.