James tiene ocho años y está escondido dentro de un armario con la luz apagada. Lleva ahí varias horas. Sus padres no dejan de discutir, a veces, incluso, llegan a las manos. "El día que me haga mayor me voy a marchar, lejos, muy muy lejos, y nunca volveré", le dice minutos después a Dorothy Harding, una buena amiga de la familia y una de sus cuidadoras, mientras le caen dos lágrimas por las mejillas. Él todavía no sabe nada de lo que le espera. Del éxito. De la fama. Pero sí conoce el dolor, la ira, la rabia.
A su padre, Al, no lo conoce hasta que cumple tres años. Como muchos otros soldados, está a miles de kilómetros luchando en la Segunda Guerra Mundial mientras su hijo nace, con la incertidumbre de no saber si llegará a verlo. Su madre, Lucille, dio a luz sola y llamó a James, Johnny, nombre que cuatro años después cambiaron. Lucille lucha con el alcohol, sale de noche y Dorothy suele quedarse con el pequeño. Entonces llegan sus hermanos. León llega cuando tiene seis años, después Joshep, Kathy y Pamela con pocos meses de diferencia entre ellos. Los tres pequeños nacen con dificultades físicas y son dados en adopción. Es la primera pérdida a la que se va a enfrentar James pero no va a ser la única. Con solo seis años lleva ya, tal vez, demasiados kilómetros de dolor a cuestas.
En el hogar de James no solo falta cariño. También dinero. Su familia roza la pobreza. Un mes después de su noveno cumpleaños, una de sus pesadillas termina, la de las broncas continuas. Sus padres se divorcian. Pocos días después, James encuentra algo con lo que canalizar su rabia. Una escoba. No se separa de ella. "Llegaba a casa y veía el suelo lleno de pajitas, regañaba mucho a James por no ayudar en casa, pero descubrí que utilizaba esa escoba como guitarra", recordaría Al años después en una entrevista. En ese preciso instante, en su nueva casa, comienza la pasión de James, la música. Escuchar y aprender va a ser la única escuela de James. En esos primeros años de despegue autodidacta, a sus oídos llegan las melodías de Muddy Waters, BB King, o Robert Johnson. También de Presley. Aprende muy rápido. Ahí está su don.
Sin embargo, tiene que llegar otro acontecimiento desgarrador para que James consiga una guitarra. La muerte de su madre. Solo tiene 15 años y su padre le prohíbe tanto a él como a su hermano acudir al funeral. Les da dos vasos de whisky. "Así es como un hombre supera una pérdida", les dice. La ira de James continúa creciendo. Al mes, Al vuelve a casa con una acústica de 5 dólares. Es la primera que James coge una en su vida. Y lo hace con 'la mano que no es'. James es zurdo de nacimiento, pero su padre no le deja tocar con la izquierda, así que pronto aprende a modificar su guitarra. Cambia la orientación de las cuerdas y a partir de ese momento toca indistintamente con ambas manos. Con el instrumento del revés, detrás de la cabeza, con los dientes o incluso con la guitarra en llamas. Toda su fuerza se centra en la música. "No sabía que era tan jodidamente bueno", diría de él Eric Clapton, años después.
Esa furia descontrolada coloca a James como guitarrista de varias bandas de Seattle pero sus incidentes con la justicia le obligan a parar su carrera. Con solo 17 años es detenido varias veces por conducir coches robados. Le dan dos opciones: cárcel o ejército. Lo tiene claro. No es un patriota y aunque él aún no sabe que llegará a ser un icono del antibelicismo cualquier cosa es mejor que la cárcel. Se convierte en paracaidista en Kentucky. Elige nada menos que la 101 Aerotransportada (sí, la mítica unidad que se lanzó en paracaídas sobre Normandía el Día D, antes de que ningún otro soldado norteamericano osara poner pie en la tierra tomada por los nazis). Es imposible saber si esa figura casi mitológica de su padre, al que no conoce hasta los tres años de edad por estar luchando en la II Guerra Mundial lo lleva a esa decisión. También es difícil creer que al verse de militar James no piense al menos por un segundo en la figura de su padre.
En el Ejército no se aleja de la música. James entra como un chico descarriado y cumple con su rol. Lejos de terminar los tres años que ha firmado lo echan por su comportamiento. Sus largas noches tocando la guitarra en cantinas para soldados lo llevan a quedarse dormido más de una vez. Solo pasa un año allí. Ha aprendido disciplina, a disparar y a lanzarse en paracaídas, una actividad que él definió como 'el infierno', según el biógrafo Steven Roby ('Becoming Jimi Hendrix'). Pero sobre todo ha aprendido que nada ni nadie va a separarle de su otra extremidad: la guitarra. Además, ese año ha sido tiempo suficiente para conocer a Billy Cox, otro soldado que es bajista y forman su banda, King Kasuals.
"La música me coloca en el escenario, lo juro. Es como ser adicto". Esa es su relación con el arte. Little Richard es su Dios. Entre los grandes guitarristas músicos a los que James sigue están Buddy Holly, Eddie Cochran o Elmore James. "El primer guitarrista que conocí fue Muddy Waters. Escuché uno de sus viejos discos cuando era un niño y me asustó muchísimo porque escuché todos estos sonidos". Toca con los Isley Brothers y con Curtis Night. Pero no es suficiente. Todos terminan cansándose de su arte. De su afán de protagonismo. De que les eclipse. Pero James no decae. No se rinde. Es bueno y lo sabe. Convierte su "tenemos que seguir adelante y estar locos, la locura es el cielo", en su lema. Forma su grupo, Jimmy James and the Blue Flames. Nueva York es su nuevo hogar y La Gran Manzana su gran oportunidad.
Es 5 de junio de 1966, el momento en el que la historia de rock va a cambiar para siempre. James está sobre el escenario de un antro neoyorquino, el Café Wha?, realizando posturas extravagantes mientras toca su primer tema. La temperatura va subiendo. Llega un momento en el que los dedos no son suficientes. Los dientes son su púa. Entre el público se encuentra Chas Chadler, bajista de la mítica banda 'The Animals'. Termina la actuación y comienza el negocio. Chadler se acerca, quiere representarle y llevarle a Reino Unido. James solo le pide a cambio conocer a Jeff Beck y a Eric Clapton, algo que sucederá en la capital inglesa el 1 de octubre de ese mismo año. Hendrix se atreve a pedir tocar con ellos y lo demás es historia del rock. Clapton queda fascinado. El diamante acaba de ser descubierto. Ya no es James. No lo será nunca más. A partir de ahora y para la eternidad será solo Jimi Hendrix.
Su música es difícil de explicar. "Es lo que me hace, me asfixia", asegura entre lágrimas después de escucharle tocar Brian Jones (miembro fundador de The Rolling Stones y fallecido solo un año antes de Hendirx). Chas Chadler lo ve claro. Necesita formar un grupo. Uno similar a los todopoderosos Cream. Mitch Mitchel y Noel Redding entran en escena. Acaba de nacer 'The Jimi Hendrix Experience' y Hey Joe es será su primer sencillo. Es 23 de octubre de 1966. En la cara B esta Stone Free. Un mes después Jimi y su banda tocan con Calpton, John Lennon, Paul McCartney, Jeff Beck, Mick Jagger, Brian Jones y Kevin Ayers. Ya ha llegado a lo más alto. "Todas las estrellas estaban allí y oí comentarios como 'mierda', 'joder', 'hostia'", cuenta Ayers tras el concierto.
Cualquier cosa sirve de inspiración a Jimi para sus temas. Incluidos sus sueños. "Soñé mucho y plasmé muchos de mis sueños en canciones", cuenta en una entrevista con New Musical Express en 1967. “The Purple Haze, por ejemplo, trata sobre un sueño que tuve en el que podía caminar bajo el mar. 'Perdóname mientras beso el cielo', hace referencia al hombre que me intentaba ahogar. Siempre es controvertida esta frase, a veces me confundo y digo 'perdóname mientras beso a este tipo'. Es inapropiado lo sé, pero me divierte”, asegura Jimi. Es espontáneo. Sale de lo establecido. Si la gente canta mal el tema, él emula un simulacro de besos sobre el escenario. Todo provocación. Ese mismo año. 1967. Marca otro hito en su carrera. Estamos en el Festival de Monterey y Jimi decide prender fuego a su guitarra. Es uno de los momentos más icónicos de la historia del rock. "Decidí destrozar mi guitarra al final como sacrificio. Las cosas que uno quiere se sacrifican. Yo quiero a mi guitarra".
Su fama sube como la espuma. The Monkees los quieren de teloneros, pero la cosa no funciona. Jimi define la música del grupo como "agua para fregar platos", pero sabe que es una oportunidad para hacerse famoso en Estados Unidos. Los fans de The Monkees no son los suyos. No les gustan sus movimientos sexuales en el escenario. Sus locuras. En el octavo concierto, en Queens, Hendrix tira su guitarra y se baja del escenario. No piensa pasar por eso más.
Durante su carrera, Jimi graba tan solo tres álbumes de estudio. 'Are you experienced' es el primero. Es la psicodelia ecléctica en estado puro. Una mezcla de pop, soul, R&B con innovaciones a la guitarra eléctrica. Después vienen ‘Axis: Bold as Love’ y el doble LP, 'Electric Ladyland'. En este último, Jimi decide innovar. Es la primera vez en la historia de la música que se utiliza el estudio de grabación como instrumento. Manipula la electrónica e idea técnicas de sobregrabación. "Había decenas de personas en el estudio; no te podías ni mover. Era una fiesta, no una sesión de grabación", asegura Redding. Es la primera vez que Hendrix alcanza el número uno en listas norteamericanas. Su versión de 'All along the Watchover', de Bob Dylan, se convierte en icono. Es su sencillo más vendido. "Por su genialidad experimental, estilo melódico, su brillante visión conceptual e instrumental, Electric Ladyland sigue siendo un gran aspirante a mejor disco de rock de la historia", asevera hoy día Peter Dogget, uno de los periodistas musicales más reconocidos internacionalmente.
El 29 de junio de 1969 se celebra el último concierto de la banda original. Jimi quiere el control de la banda, sus compañeros no lo aceptan. 'The experience' llega a su fin. "Todos los problemas vinieron porque éramos tres tipos viajando demasiado, muy cansados y tomando demasiadas drogas". Son palabras de Redding. A Jimi no le importa. En ese momento ya es el músico mejor pagado del rock. Dos meses después es cabeza de cartel en Woodstock Music and Art Festival. 40.000 personas esperan para verle. "Fue el momento más electrizante de Woodstock y posiblemente el mejor momento de los sesenta", titula el New York Post al día siguiente. Jimmi lleva tres días sin dormir. Es el momento. Interpreta "The Star Spangled Banner", es su crítica contra la guerra de Vietnam. Hay cohetes y sonidos de bombas de fondo. El público se entrega. Él baja del escenario y se desmaya. El mundo acaba de vivir una de las mejores actuaciones en directo de todos los tiempos.
El público le venera y Jimi es incapaz de tener una formación permanente de músicos. Unos le abandonan, a otros los echa. Juega entre Band of Gypsys con Billy Cox y Buddy Miles y una vuelta a The Jimi Hendrix Experience, esta vez con Mitch Michel y Billy Cox. Van de gira en gira. Graban sencillos, pero no tienen tiempo de producirlos. Las drogas y el alcohol los acompañan en cada escenario. LSD, hachís, cannabis, coca o antefataminas. "Pocas estrellas estaban tan asociadas con la cultura de las drogas como Jimi", asegura uno de sus biógrafos, Charles Cross. El alcohol tampoco ayudaba a Jimi. Lo había visto en casa. "No te imaginarías que alguien tan rebosante de amor se pudiese poner violento... Simplemente no podía beber... se convertía en un cabrón", afirmaba su mejor amigo, Herbie Worthington.
Es 17 de septiembre de 1970. Jimi está con su novia Monika Dannemann en Londres. Cenan juntos y beben vino. Jimi quiere más. Se va a casa de otro amigo. Sigue bebiendo y poniéndose. Su novia le recoge a las tres de la mañana –ya es día 18-, y se pasan la noche hablando. Monika se duerme y al despertar Jimi está inconsciente. Llama a una ambulancia, en el hospital le dan por muerto. Se ha ahogado con su propio vómito por culpa de una sobredosis de barbitúricos. Tiene solo 27 años y ha recorrido un vertiginoso camino. La efeméride crea escuela, el maldito 'club de los 27', por la edad a la que morirían después figuras como Janis Joplin, Jim Morrison, Kurt Cobain o Amy Winehouse. Desde la oscuridad de aquel armario donde se escondía de niño hasta el éxtasis que le llevó a desmayarse en Woodstock una rabia ha ardido demasiado rápido en su interior. Hasta abrasarlo. La rabia de incendiar guitarras. La de tocar a mordiscos. Una rabia que se apaga de la manera más brutal. Jimi despide por fin a esos demonios del pasado que nunca ha logrado alejar del todo. A pesar de haber tocado más fuerte y más alto que nadie.