Aute y el amor para toda la vida: su historia de más de 50 años con Maritchu, madre de sus tres hijos
El cantautor del erotismo compartió su vida, desde 1962, con la misma mujer. Esta es su historia
Pocos artistas, en tan diversas disciplinas, han sabido plasmar la sensualidad como Luis Eduardo Aute. Sus canciones, en especial, parecían dictadas por una suerte de Eros veleidoso, por algún sabio versado en temáticas amorosas; cantó al erotismo, a la fidelidad, a la infidelidad, incluso a la masturbación femenina. ¿Era Aute un frívolo? Su biografía sentimental nos dice que no. Más de 50 años estuvo casado con la misma mujer: María del Carmen Rosado, Maritchu. El amor, según Aute, era eso.
Nacido en Manila en 1943, hijo de español y filipina, Luis Eduardo recaló con once años primero en Barcelona, más tarde en Madrid. Contaba 19 cuando conoció a Maritchu —que había nacido en Ecuador— en la fiesta que las primas del cantautor habían organizado para celebrar la Nochevieja de 1962. Se hicieron novios. Ya por entonces, en el joven Aute se revelaban inquietudes artísticas. Desde 1960, había militado fugazmente en el grupo Los Sónor (precuela de Los Bravos), había rodado un par de cortometrajes y había protagonizado dos exposiciones de obras pictóricas.
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Fue Maritchu quien, en esos preámbulos de su relación, le presentó a una amiga llamada Massiel. También con aspiraciones musicales, Massiel arrojaría la primera luz sobre el talento de Aute, al convertir la grabación de su tema ¡Aleluya! (1967), producida por Juan Carlos Calderón, en un gran éxito (ese mismo año, el propio Aute había publicado su versión, titulada Aleluya Nº1, también con la ayuda de Calderón, pero de menor repercusión).
El 21 de marzo de 1968, el año revolucionario y del amor libre, Luis Eduardo y Maritchu se casaron. En una entrevista concedida en 2016 a Magazine, el músico explicó: "Me casé en el 68, el año en el que no se casaba nadie. Por eso lo hice".
Al poco tiempo, Aute abandonó temporalmente la música, desencantado de la industria; se centró en la poesía. Su vida en común con Maritchu influía en sus creaciones. Así, cuando en 1970 fallecieron en un corto intervalo de tiempo los padres de ella, su producción se teñiría de un tono lúgubre, palpable en el posterior poemario La matemática del espejo (1975).
Aquel 1970 le daría, sin embargo, una de sus mayores alegrías: el nacimiento de Pablo Antonio, su primer hijo. Le seguirían Laura (1981) y Miguel (1987). Luis Eduardo siempre ha sido muy celoso de su vida privada, y poco ha trascendido de sus hijos. De ellos, fue el menor, Miki, operador de cámara -ha heredado la pasión por la imagen-, quien dedicó unas palabras a su padre a propósito del concierto de homenaje que en 2018 se le brindó en Madrid, y en el que participaron, entre otros, Silvio Rodríguez, Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat o José Mercé: "Él se considera pintor antes que otra cosa", dijo en la Cadena SER. "Siempre me pide que no pare de dar las gracias. No creo que se acostumbre nunca a los halagos". En 2019, fue Miki quien acudió en nombre de Luis Eduado a recoger la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes que se le otorgó a su padre, quien había sufrido tres años antes un infarto que forzó su retirada.
Una foto tomada por Laura, que mostraba a Aute de espaldas en el malecón de La Habana, inspiró el proyecto El niño que miraba el mar (2012). Lo contaba así el propio cantautor a La Vanguardia: "Hace un par de años estuve en La Habana con mi familia y mi hija Laura me hizo una foto de espaldas, muy parecida a aquella [a una de Aute, de niño, tomada por su padre] y, ya de vuelta aquí, con su hermano Miguel, empezó a trabajar con ambas en el ordenador. Yo quería que aquellas dos imágenes, la del niño y la del hombre, se miraran frente a frente, por eso recurrí al dibujo, a la animación, y acabamos haciendo un mediometraje".
Probablemente, y de manera muy sutil, el amor y la admiración por su mujer inspiró parte de la obra de Aute. En 1972 pintó un retrato de su esposa titulado simplemente Maritchu, un dibujo realista, a bolígrafo, que realzaba la dulzura de su mirada. Ninguna canción fue tan elocuente en ese sentido como Imán de mujer, incluida en Alevosía (1995). "Hoy tengo un día de esos en que mandaría todo a hacer puñetas, incluso firmaría con placer el acta de mi rendición. (…) Solo por ti sigo aquí, imán de mujer, imán de mujer. Me voy a perder pero sin salir de ti", reza su letra.
En ciertos aspectos, Luis Eduardo y Maritchu formaban un ente único. En 2008, el Ministerio de Cultura de Cuba les otorgó a ambos la Medalla de la Cultura Nacional, por décadas de amistad con el pueblo cubano. En 2018, durante el concierto de homenaje en Madrid, Joaquín Sabina dedicó al cantautor unos versos en los que, cómo no, hacía mención a su infatigable esposa: "Su casa es el lugar de la osadía, decir Maritchu es lágrima y verbena y amor en carne viva, y ambrosía", eran algunos de sus versos.
Más de medio siglo juntos… Si ya es un récord llamativo en cualquiera, aún más lo es en la vida de un artista alérgico a las convenciones. Su historia común es todo un ejemplo de felicidad upper; el amor por encima del paso del tiempo. Cuando en 2016 le preguntaron en Magazine por el secreto de su estabilidad conyugal, Aute respondió: "En ese matrimonio ha habido todo tipo de altibajos, separaciones y reencuentros. Pero con mi mujer es con la persona con la que mejor me peleo. Es importante tener una buena pelea, productiva. La mayoría de las peleas son inútiles, pero tener una persona con la que discutir bien y aprender de esas discusiones y de los errores propios me parece muy importante". Va a ser que amor se escribe con "a" de Aute.