Carlos Cano se definía a sí mismo como una rareza, una casualidad, un ser que se había inventado una cosa que se llamaba Carlos Cano. El granadino, del que se cumplen 20 años de su muerte, no era un cantante al uso. Le gustaba llamarse "un periodista con guitarra" y usaba la copla como herramienta de protesta y reacción ante las injusticias que veía en el mundo. Ahora, su único hijo varón, Pablo, lucha para que la voz de su padre no se termine de apagar, para que su persona se siga recordando y dando el valor que no se le ha sabido ofrecer en este tiempo desde aquel fatídico 19 de diciembre de 2000.
Pablo Cano se enfrenta estos días a multitud de periodistas y eventos para presentar el nuevo álbum 'Viva Carlos Cano', que recopila las mejores canciones del músico granadino y, gracias a la tecnología, se pueden escuchar grandes duetos con Rozalén o Miguel Poveda entre otros. En Uppers hemos tenido la oportunidad de hablar con Pablo para que nos cuente cómo era su padre antes y cómo sería ahora, en un mundo que sigue siendo tan injusto como cuando él nos dejó por un corazón maltrecho desde hacía años. (Tienes la entrevista completa en el vídeo de la parte superior)
Decía Carlos Cano en una entrevista: "Vale la pena seguir vivo, seguir luchando, aunque sea por uno mismo. Yo me moriré vivo", y fue tan fuerte su deseo que aún hoy sigue estándolo. Para Pablo, en forma de recuerdos, pero también con la epístola que su padre le escribió al poco de nacer y que, según nos cuenta en la entrevista, "es un faro para mi vida".
La misiva es un libro de instrucciones vital. Como si Carlos supiera que su corazón podía fallar en cualquier momento quiso dejar por escrito a su hijo una especie de vereda espiritual a la que acudir cuando las cosas se pusieran feas.
En uno de los pasajes, se lee: "Cuando luche que no sienta, sólo combata. Que oiga la voz de su corazón y se enfrente con ella a toda norma que le niegue. Que aprenda la diferencia que hay entre lo cierto y lo falso". Palabras que no son solo palabras, como nos confiesa Pablo: "Depende del momento en el que la lea me puede destrozar, pero algunas veces cuando tengo algún problema o estoy atascado acudo a ella porque es como un testamento vital que me dejó".
Durante los años 50 y 60 se había forjado la imagen de que la copla era un género ligado al franquismo. Por eso, cuando emergió Carlos Cano, su filosofía fue toda la contraria: usar la copla como vehículo de protesta, de rebeldía, de defender al pobre y denunciar las injusticias. En su casa, su madre y su abuela siempre cantaban copla, y quiso sacar el género de la esquina en la que estaba arrinconada para devolvérsela al pueblo.
Así llegaron canciones como 'María la portuguesa', basada en la historia de una exiliada onubense a Portugal, 'Murga del currelante' o 'Habaneras de Cádiz', todas ellas con letras comprometidas con la sociedad desde un punto de visto individual, de la persona en sí, como contaba en una entrevista en La Vanguardia en 1999: "Yo he compuesto temas como 'La murga del currelante', pero el motivo de mi grito no ha emergido desde la política, sino desde la soledad del individuo. Me importa de los jornaleros la mujer que se gira en la cama y encuentra el vacío, y lo que eso significa. El concepto teórico me importa una mierda".
Ahora y siempre, Carlos Cano es necesario. De Granada al Universo, el cantante nos dejó por sorpresa hace 20 años, pero su voz, sus letras y sus coplas se quedarán con nosotros hasta la eternidad. Quizás porque, aunque Cano se fuera, sigue siendo eterno.