Llanto por el cierre de Casa Patas, el hogar del flamenco en Madrid
La crisis del coronavirus obliga a cerrar esta sala: hablamos con su dueño, Martín Guerrero, sobre sus tres décadas de cante jondo
José Mercé, Chocolate, los Morente, los Moneo, Lole, Raimundo Amador, Diego el Cigala, Mario Maya, Joaquín Cortés, Sara Baras, Tomatito, los Habichuela y Rosalía fueron solo algunos de los que pasaron por allí
En Casa Patas se cantaba, bebía y bailaba hasta perder el sentido. "Para ser alguien en flamenco tienes que pasar por Madrid", decía el cantaor Enrique Morente, uno de los grandes renovadores de este arte, que también pasó por la calle Cañizares. Y las anécdotas de esos 'pasos' por la capital son ya leyenda. Martín Guerrero, su actual propietario, se las sabe muy bien y admite que le causa pesadumbre tener que hablar de este santuario en tiempo pretérito. "Es tanto como decir adiós a una forma de vivir el flamenco, de dejar entre sus paredes tantos años de música y enorme talento, pero me voy con el orgullo de haber contribuido a escribir la evolución de este arte en estas tres últimas décadas".
La emblemática taberna abrió sus puertas en 1988 en pleno barrio de Lavapiés, en el Madrid más castizo. Cuatro años antes había abierto como restaurante. El primer recital corrió a cargo de Rafael Romero el Gallina, figura sobresaliente del cante dotado de una gran sensibilidad, pulmones, voz y quejío. "El público de los tablaos estaba acostumbrado a espectáculos corales de 15 o 20 artistas. Subir a un solo guitarrista y a un solo cantaor fue una apuesta arriesgada, pero funcionó y triunfó", cuenta Martín.
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"De los tablaos madrileños -presume el empresario-, Casa Patas se llevaba la palma. Estos artistas nos enseñaban cada día que hay muchas formas de vivir el flamenco y todas ellas son válidas". A él se ha subido lo más granado del arte flamenco, desde los más experimentales a los más ortodoxos. Todos han contribuido a la difusión del flamenco, desde el poderío y el respeto. Miguel Poveda cantó con 15 años y también una jovencísima Rosalía, que hizo sus primeros pinitos, aunque no lograra vender más de 30 entradas.
Tuvo como cliente habitual a Camarón de la Isla. Llegaba a Casa Patas hecho un pincel, con ropa a medida y buen calzado de corte italiano. Fumador empedernido, tuvo suerte de vivir en un tiempo en el que, en ciertos ambientes, el cigarrito era casi más obligación que devoción. No lo sabía, pero apuraba ya los últimos años de su vida. Era cuando cantaba más templado, más caliente, de tanta fatiga (según decía), pero Enrique Guerrero, propietario y fundador de este magnífico templo del flamenco, nunca se pudo permitir contratar a este artista que llenaba plazas de 25.000 personas.
Es una estampa que tenía siempre en la memoria Enrique, padre de Martín y fundador de esta empresa. Su hijo la recoge en esta crónica de recuerdos cuando está a punto de echar el cierre al local a causa de la crisis económica sobrevenida al Covid-19, que ha complicado su supervivencia. Y continúa: "No hubo dinero para pagar a Camarón, pero tampoco lo hubo para el genial guitarrista Paco de Lucía, aunque también pasó aquí innumerables veladas flamencas". Gitano uno y payo el otro, recalaban en Casa Patas muchas noches unidos por el sarao, el cante y la guitarra. También por una misma forma de vida y un mismo modo de entender el flamenco.
La lista de maestros que sí dejaron en este tablao lo mejor de su talento es interminable: José Mercé, Chocolate, Terremoto, Chano Lobato, los Moneo, Raimundo Amador, Diego el Cigala, Mario Maya, Joaquín Cortés, Sara Baras, Israel Galvá, Riqueni, Tomatito y los Habichuela. Todos son grandes figuras que han marcado la historia de este arte y dejan extraordinarios retratos de emoción y pureza, como el de Lole y Manuel, herederos de dos estirpes de gitanos con arte y representantes del flamenco más ancestral.
Casa Patas fue el escenario que vio nacer a Diego El Cigala, en 1989, cuando solo contaba con 20 años. Fue mucho antes de sus ‘Lágrimas negras’. Cantó por bulerías y dio muestras de un talento que con los años se comprobó incombustible.
En junio de 2012, Casa Patas recibió a Estrella Morente, junto a Triana Heredia y Samara, en la noche de los Pellizcos. La cantaora granaína, hija del maestro Enrique Morente y de la bailaora Aurora Carbonell, dio muestras del profundo conocimiento que posee de las raíces del cante. Es una de esas artistas que han hecho crecer y renovar el cante.
Los artistas flamencos hicieron de Casa Patas un lugar emblemático, pero un público genial aportó su sello particular. Hablamos de figuras como Joaquín Sabina. Siendo uno de los cronistas más agudos que ha tenido Madrid, incluyó este lugar en su guía de restaurantes favoritos después de que encontrara aquí un buen lugar donde sentarse a comer y beber al son más flamenquito.
En este recorrido emocional encontramos anécdotas como la de la actriz Elvira Mínguez, madrileña de adopción, que llegó a limpiar los váteres de Casa Patas para costearse sus estudios. Lo hizo después de regalar a sus amigos su primer dinerito como actriz por su papel en 'Días contados'. Ahí, dice, se dio cuenta de que se puede ser feliz.
En la idiosincrasia de Casa Patas no puede faltar el público extranjero, que ha ocupado unas tres cuartas partes del aforo y, por tanto, un 75% de sus ingresos. 'The New York Times' lo proclamó único destino para el aficionado al flamenco más genuino frente a otros tablaos "de medio pelo". Su promotor Antonio Benamargo, del que dicen que nació llorando por bulerías, consiguió traer a los mejores del cante, el baile y la guitarra, pero también atrajo a los intelectuales y cronistas más afamados del mundo. Hoy dice que prefiere no hablar porque se le partiría el alma.
El lunes 9 de marzo fue una fecha fatídica para España y también para este templo. La bailaora La Truco encabezaba el cartel, junto a su hijo y Pepa Carrasco. Casi tres meses después, Martín se resiste a hablar de clausura, pero las expectativas no son buenas. "Puede que lleguen tiempos mejores, que algún día se recupere el turismo y recuperemos al menos una buena parte de esos 84 millones de visitantes llegaban cada año a nuestro país. Sé que no será igual, pero quizás habrá que reinventar de nuevo el flamenco para poder continuar".
Intentará hacer un doble sacrificio para mantener la Fundación Conservatorio Flamenco Casa Patas, que podría reabrir a partir de junio, si las cosas no se tuercen de nuevo, con sus clases de baile, flamenco, guitarra, cante y cajón. El Salón García Lorca, que cuenta con su propio espacio de programación flamenca, seguirá vivo, aunque, de momento, con respiración asistida.
Casa Patas cierra un ciclo único e irrepetible. Se va a hacer difícil pasar por este portal de Lavapiés sin escuchar más ruido que el silencio que ahora arropa los recuerdos. Cualquier crónica es ahora el quejío más sincero de cuantos se han escuchado en el cante jondo. Un grito de desgarro, queja y lamento.