"Un disco cada 25 segundos": así es por dentro una fábrica de vinilos
Hoy en día ya se venden más vinilos que discos compactos, algo que no ocurría desde 1986
Visitamos una planta especializada en Madrid que en poco más de un año de existencia ya trabaja a pleno rendimiento
"Como fanático de la música y coleccionista de discos, poder fabricarlos es un sueño cumplido", dice su copropietario Eugenio López (47).
A la entrada de una nave gris y anodina, embutida entre otras igual de deslucidas que se dedican a los cerramientos en madera y aluminio, la maquinaria de construcción y los artículos de hostelería, justo al lado de un bar que se anuncia con el halagüeño nombre de El Trébol, se agolpan montañas de cajas de cartón. Unas están vacías, a la espera de cargamento; otras vienen de la imprenta, provistas de ilusionantes portadas, algunas hermosas, pero que, sin embargo, carecen de significado sin su relleno musical; también las hay que aguardan su salida: están llenas de discos de vinilo recién salidos del horno, si así puede llamarse a la prensa que los fabrica. Enfundadas en sus correspondientes carpetas, su próximo destino son las tiendas. Y después, quizá, tu casa.
Solo una pequeña placa a la puerta informa al improbable transeúnte de que está en Mad Vynil, una de las tres fábricas de vinilos que hay en España. Se ubica en Algete (Madrid); las otras dos están en Castellón (Krakatoa) y Málaga (Kankana). La industria de los discos de plástico se concentra en unas pocas y grandes factorías repartidas por el mundo, la mayor y más poderosa de las cuales (GZ Media, antiguamente conocida como Gramofonove Zadovy) está en la República Checa y se fundó en 1948. Fabrica unos 10 millones de vinilos al año. Mad Vynil nació hace poco más de un año (el 12 de diciembre de 2020) y tiene capacidad para producir medio millón de unidades anuales.
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"Me costó una barbaridad encontrar una prensa nueva, porque ya no se fabricaban", explica Eugenio López (47), copropietario de la empresa. Aficionado a la música, exDJ, técnico de sonido e informático —ocupación esta última a la que dedicó el grueso de su vida laboral hasta el alumbramiento de Mad Vynil—, ideó el proyecto en 2006.
Pero no fue hasta 2019 cuando logró la financiación necesaria reclutando a un cuarteto de socios entre los que estaba el exjugador de fútbol y comentarista deportivo Michael Robinson. También apasionado del pop y el rock, el británico no pudo ver el nacimiento del proyecto, pues tristemente falleció en abril de 2020. Su hijo Liam continúa su legado en la compañía. "Encontraba máquinas de segunda mano, que estaban muy mal: tenían muchos millones de discos a sus espaldas. Además, ni siquiera se fabricaban recambios; cuando se necesitaban, las piezas se confeccionaban a mano". Por suerte para ellos, dos empresas, una en Alemania, otra en Suecia, empezaron a fabricar de nuevo estas prensas. "La máquina cuesta más de 200.000 euros —informa Eugenio—, pero la instalación, que debe ser certificada, y los accesorios, valen tanto o más".
Un formato que vuelve a estar en auge
El romanticismo, el amor por estos entrañables artefactos sonoros a través de los cuales los uppers descubrimos la música, fue el principal incentivo para montar la fábrica. Pero no puede obviarse que hoy en día una planta de vinilos promete prosperidad. Los discos en este formato están de moda. Ya se venden más que los CD, según anunció la industria estadounidense en marzo de 2020, algo que no ocurría desde 1986. Lo cual no significa que se despachen por toneladas: los CD apenas se venden; son las plataformas de streaming. Con todo, en los primeros seis meses de 2021 los ingresos generados por los LP se incrementaron en un 27% con respecto al mismo periodo del año anterior. En 2021 se vendieron en España un millón y medio de vinilos.
En Mad Vynil fabrican vinilos para compañías discográficas pequeñas y grandes (aquí se ha facturado el último disco de Robe Iniesta), y también muchos álbumes autoeditados. "Cuando empezamos, nuestra idea era ponernos en contacto con todas las disqueras", explica Eugenio. "Pero en cuanto abrimos las redes sociales comenzaron a pedirnos presupuestos y a las pocas semanas empezamos a trabajar. El boca a boca nos ha dado a conocer". Algunas compañías desconfiaban: con frecuencia, tras la oferta de fabricación de vinilos se esconden brokers que se limitan a trasladar el pedido a alguna fábrica del extranjero.
Pronto quedó claro que en esta nave contaban con el instrumental necesario para crear vinilos, que se entregan al cliente en un plazo de doce semanas. Recuerda con especial cariño el primer disco que fabricaron: I need rock and roll, del trío de rock duro y psicodelia Curly Mane. Encargaron 300 copias, pedido que suele salir por 1.200 euros. La planta tiene siete empleados, la mayoría gente de la zona. "A todos les encanta la música", dice Eugenio. "Si no fuera así, sería imposible trabajar en esto, pues es un trabajo muy pesado y mecánico".
Uno a uno, cada 25 segundos
El CD sale más barato, entre otras peculiaridades técnicas porque se fabrican a un ritmo de uno cada tres segundos. Las prensas para vinilos dispensan uno cada 25 segundos. "Un pedido de mil copias —expone Eugenio— equivale a trabajar a pleno rendimiento y en exclusiva una jornada completa". El proceso se inicia con la recepción del máster en acetato, una placa de metal con una laca por encima. Después se le aplica níquel y un proceso químico que genera el molde estampador, con los surcos en negativo, en relieve. Es el molde que se utilizará para prensar los discos.
El estampador se introduce en la prensa, que no es muy grande (del tamaño de una cabina de ascensor pequeña, algo más baja). Por otro lado se incorpora el plástico, desmenuzado como granos de arroz. En cuanto se activa la prensa, el plástico se vierte diluido, a una temperatura de 140 grados, sobre el estampador. Al mismo tiempo se pegan las etiquetas de la cara A y la cara B. Una plataforma corta el borde sobrante, que se deposita en una bobina para su posterior reciclaje. Y así uno a uno. Simultáneamente se encarga a una imprenta la confección de la portada.
Mejor sonido que el CD
Tienen razón los devotos del vinilo cuando afirman que este se escucha mejor que el CD. Como ilustra Eugenio, todo se debe a la compresión del máster digital del audio, o lo que es lo mismo, el peso en megas del archivo que sale del estudio de grabación. La ventaja del compacto es que no produce ruido de fondo, mientras que durante la reproducción de vinilos se mantiene cierto chisporreteo, en la actualidad mínimo gracias a los avances tecnológicos. Pero el LP se basa en un máster de audio de mucha mejor calidad. “Un máster para vinilo de 24 bits puede pesar cerca de 400 megas por cada cara, en algunos casos bastante más. En cambio, cuando se masteriza para CD el audio se comprime y el archivo resultante ocupa unos 200 megas. No digamos ya la compresión para reproducción en streaming: el audio que se sube a Internet no pesa más de ocho megas. Por otra parte, "el sonido, al provenir de la aguja, que es analógica, y llegar en el oído, también analógico, termina resultando más natural", añade.
Esa es una de las razones por las que los melómanos prefieren este formato, que vuelve a estar en boga debido, entre otras cosas, a que ya solo los maduros compramos música. "El disco de vinilo es una obra de arte", dice Eugenio. "Y para mí, que los colecciono y me considero un fanático de la música, poder dedicarme a fabricarlos es un sueño cumplido".