Tener la certeza de que el final está a la vuelta de la esquina y tener la oportunidad de despedirte, de dirigirte a tu público una última vez justo desde el borde del precipicio. Poner tus últimos pensamientos y sensaciones en un puñado de canciones a modo de testamento vital. Los álbumes de despedida no son tan frecuentes porque la muerte tiene la costumbre, buena o mala, de asaltarle a uno por sorpresa.
Y no nos referimos a esa clase de discos póstumos armados de cualquier manera a base de retales hallados en viejos cajones, ni de esos que quedan accidentalmente como el último en la trayectoria un músico fallecido de forma inesperada. Hablamos de aquellos que fueron realizados conscientemente por el artista a sabiendas de que probablemente sería el último. Son obras especiales. Poseen un aura única que, la mayoría de las veces, resume en sí misma a su autor. Repasemos algunos de los más significativos.
Quizás sea la despedida más sobrecogedora de la historia del rock. David Bowie lanzó su vigésimo quinto disco de estudio el 8 de enero de 2016, el mismo día que cumplía 69 años, y dos días después fallecía a causa de un cáncer de hígado que le habían diagnosticado 18 meses antes y que había mantenido en riguroso secreto. El viejo duque blanco sabía que su luz se agotaba y tuvo tiempo para preparar su truco final.
“Hizo 'Blackstar' para nosotros, su regalo de despedida”, dijo entonces su productor Tony Visconti. Fiel a sí mismo, Bowie entregó una obra desafiante, experimental y esquizofrénica, unánimemente recibida como una obra maestra. Las pistas y mensajes enigmáticos que revelaban que el adiós era inminente sobrevolaban sus siete canciones, las letras ('Look up here, I'm in heaven / I've got scars that can't be seen') y los espeluznantes videoclips realizados para los singles 'Lazarus' y 'Blackstar'.
Un artículo en 'New Yorker' en octubre de 2016 en el que Leonard Cohen, a los 82 años recién cumplidos, se declaraba "preparado para morir" disparó todas las alarmas. Después el viejo bardo canadiense quiso quitarle hierro a la rotundidad del titular aclarando socarronamente que tenía intención de vivir para siempre. Pero no. En noviembre de ese año nos dejaba definitivamente. 'You Want It Darker' se había publicado apenas dos semanas antes y ya entonces fue claramente percibido como una serena despedida, aunque en realidad Cohen llevaba despidiéndose al menos desde 'Old Ideas' (2012).
El cantautor grabó en casa porque ya estaba demasiado frágil para desplazarse al estudio, y su voz, más maltrecha, grave y cavernosa que nunca, no ocultaba los estragos del tiempo. Lenny, exhausto y ya de vuelta de todo, hacía las paces consigo mismo y con viejos amores, aunque no tanto con ese Dios críptico al que nunca llegó a entender. Tres años después de su muerte, su hijo Adam reunió sus últimos bocetos y dio forma con ellos al postrero 'Thanks for the Dance' (2019).
Warren Zevon siempre fue una figura infravalorada en el rock estadounidense. Su carrera, marcada por el alcohol y los reveses personales, estuvo llena de altibajos, pero al menos siempre tuvo de su parte el apoyo del resto de músicos de su generación. También cuando en el verano de 2002 los médicos le dieron apenas dos meses de vida -que terminaron siendo algunos más- a causa de un cáncer de pulmón inoperable. Bruce Springsteen, Emmylou Harris, Jackson Brown, Don Henley o Ry Cooder cerraron filas con su ídolo y le acompañaron en su último viaje, este 'The Wind' que terminaría publicándose tan solo dos semanas antes de su muerte.
“Vamos muy lentos, chicos, no acabaremos a tiempo. Por si acaso, ¿sabéis si todavía se publican EP’s?”, bromeaba Zevon con sus músicos durante la grabación pese a su precario estado de salud. El resultado es una conmovedora carta de despedida con líneas tan desarmantes como "Shadows are fallin' and I'm runnin' out of breath / Keep me in your heart for a while/ If I leave you it doesn't mean I love you any less / Keep me in your heart for a while".
En la década de los 90, tras muchos años arrinconado en el olvido, el 'hombre de negro' vivía una etapa de renacimiento artístico de la mano de la serie 'American Recordings' junto a Rick Rubin, en clave de folk minimalista y crepuscular. Pero la salud le falló gravemente en sus últimos años. Johnny Cash falleció en 2003 a los 73, víctima de una neuropatía asociada a la diabetes, pero aparentaba al menos diez más. El fallecimiento de su esposa June Carter apenas cuatro meses antes le robó las pocas ganas de luchar que le quedaban.
Su último disco en vida, 'American IV: The Man Comes Around' (2002), se compone básicamente de versiones desnudas y fantasmagóricas de Depeche Mode, The Beatles, Simon & Garfunkel o Nine Inch Nails. Su recreación de un clásico del rock moderno como 'Hurt' como una estremecedor lamento desde el lecho de muerte fue unánimemente aplaudida, hasta el punto de que Trenz Reznor reconocía que "esa canción ya no es mía". Tras su muerte aún llegarían dos volúmenes más de las 'American Recordings' con tomas que Rubin guardaba en el archivo.
A Jeffrey Ross Hyman, más conocido como Joey Ramone, se le detectó a mediados de los 90 un linfoma con el que batalló durante años hasta que un 15 de abril de 2001 acabó con su vida. Cuenta la leyenda que falleció mientras escuchaba 'In a little while' de U2. Para entonces habían pasado cinco años desde que Ramones, posiblemente el mejor grupo punk de la historia, pusieron punto y final a su trayectoria.
Joey, sin embargo, decidió que aún tenía algo que decir y fue grabando el material que integra este 'Don't worry about me' publicado de manera póstuma pocos meses después de su muerte a los 49 años. Y desde su mismo título el disco se empeña en ser fiel reflejo de la esencia optimista y despreocupada de su autor. Bien podría haber pasado por un disco más de su banda, especialmente con esa versión tan gloriosamente ramoniana del 'What a wonderful word' de Louis Armstrong.
La actividad musical de George Harrison en los años 90 fue exigua, especialmente comparada con su etapa mágica tras la disolución de The Beatles. Bien es cierto que desde 1997 se enfrentaba a un cáncer que fue atacándole sucesivamente a la garganta, al pulmón y al cerebro hasta terminar acabando con su vida el 29 de noviembre de 2001, a los 58 años. Pero mientras luchaba con la enfermedad al Beatle más joven le dio tiempo a grabar canciones para un nuevo álbum, el primero desde 'Cloud 9' de 1987, aunque no llegó a terminarlo.
Fueron su amigo Jeff Lynne y su hijo Dhani quienes se encargaron de completar el trabajo siguiendo las instrucciones precisas que había dejado George, y así se editó 'Brainwashed' un año después de su muerte. Un trabajo que, lejos de cualquier connotación fatalista, desprendía luz y vitalidad, y es que Harrison no abandonaba, ni en su última hora, la serena espiritualidad a la que se había aferrado durante toda su obra. Como curiosidad, el tema 'Marwa Blues' ganaría el Grammy a la mejor actuación instrumental.
La muerte de Freddie Mercury el 24 de noviembre de 1991 a los 45 años sacudió al mundo solo unas horas después de haber anunciado en un comunicado que padecía sida. Freddie lo sabía desde 1987 pero se mantuvo en silencio a pesar de que todas las señales (su aspecto cada vez más demacrado, la ausencia de giras) evidenciaban que algo no iba bien y daban pábulo a toda clase de rumores. En realidad 'Innuendo', publicado unos meses antes, albergaba todas las claves.
Grabado con Freddie ya en una condición física muy deteriorada, una atmósfera de tragedia y pesadumbre impregnaba unas canciones que, como 'These are the days of our lives' o 'The show must go on', sabían a despedida desde su mismo título. Y, como si la proximidad del final le sirviera de estímulo, Freddie cantó en este álbum como nunca. Tras su muerte, los miembros de Queen se sirvieron de retales, tomas inacabadas y grabaciones antiguas para dar forma al póstumo 'Made in heaven', publicado en 1995, aunque la auténtica despedida de la Reina siempre será 'Innuendo'.