Le guste o no a Joaquín Leguina, la memoria colectiva nos lleva estos días a The Refrescos y a su hit musical 'Aquí no hay playa', el himno extraoficial durante su mandato como presidente de la Comunidad de Madrid. Es difícil dejar de tararearlo desde que conocemos su expulsión del partido socialista, más ahora que intuimos próximo aquel calor plomizo que inspiró la canción.
Fue en el verano de 1989. A su autor, Bernardo Vázquez 'Bernárdez' idealista e ideólogo del grupo, se le ocurrió de paseo con el perro de su hermana por las calles de Madrid después de un día bochornoso en el que el aire acondicionado de su trabajo decidió dejar de funcionar. Y él, que escribe con la naturalidad de quien se fuma un pitillo, comenzó a poner voz a las gotas de sudor. Natural de Vigo, había llegado a Madrid con 18 años a "currar como reportero deportivo". Enseguida descubrió esa ciudad estupenda y divertida, con mucho Retiro y Ateneo, pero "al llegar agosto, vaya, vaya". "La rehostia, pero sin playa".
Aquel era el año de la caída del Muro de Berlín, el nacimiento de los Simpsons y mucha alegría por vivir. La canción empezó a sonar por todas partes y, sin saber cómo, se fundió con la Movida, que ya estaba en plena efervescencia. Era pegadiza y canalla, con un ritmo ska trepidante. Realmente, la idea era "ligar y emborracharnos", confesaba hace un tiempo Bernárdez. Pero fue más que eso. 'Aquí no hay playa' marcó un hito en la música española y enseguida la hicimos patrimonio de todos los que, por nacimiento o acogimiento, amamos Madrid.
La capital era entonces un hervidero cultural y artístico y la canción hacía un retrato costumbrista de la época. Nombra la Movida y a los políticos de la época, como Enrique Tierno Galván y Juan Barranco, además de Leguina, sin olvidarse tampoco del doblete de Liga y Copa del Rey conseguidos por el Real Madrid. Se hizo imprescindible en aquellas noches de desfase que enlazaban con los días. Por eso, marcó también a fuego el mandato de Joaquín Leguina. Cualquier biografía o retrato del político pasa hoy por ese recorrido irónico y nostálgico del Madrid que él presidió durante más de una década.
El político cántabro, de 80 años, fue el primer presidente de la Comunidad de Madrid. Ocupó el cargo entre 1983 y 1995. La foto con Isabel Díaz Ayuso en un centro de equinoterapia durante la última campaña electoral le ha costado expediente de expulsión del partido como medida disciplinaria, pero lejos de este episodio, su figura habla de un tiempo, de un país y una generación decisivos. Creció en lucha por la libertad contra el franquismo y conquistó el poder. "Peleábamos contra aquella miseria con un solo objetivo: el de quitarnos la soga del cuello… Éramos unos revolucionarios de confuso destino y sin adscripción precisa", declaraba en una entrevista.
En 1965 se marchó a estudiar a París y allí maduró sus pasiones políticas y amorosas. A la política llegó por su propia evolución intelectual y a través de la gente de la universidad. En 1973 se fue a Chile y lo que vio allí le sirvió de gran aprendizaje político. Al volver a España era ya un "izquierdista moderado" y entró en contacto con los líderes del momento y la izquierda universitaria.
Además de la política, la escritura ha sido su otra gran pasión. Su currículo como escritor está sembrado de una lista larga de relatos y novelas. Tuvo como musa a la actriz Charo López (quizás algo más, según el salseo de la época) y se le ha considerado un hombre relumbrón y muy enamoradizo. En su libro autobiográfico ‘La luz crepuscular’ narra el recuerdo entristecido de su primer amor adolescente: "A lo largo de su vida no iba a encontrar una respuesta cabal que le hiciera entender aquel desengaño, aquel primer desprecio, que borrara la cicatriz dejada por la herida en su recién inaugurado corazón de hombre".
Su mandato coincidió con la transición del Madrid cultural del franquismo al de la Movida, con Pedro Almodóvar y La ley del deseo que él financió, el Teatro La Abadía y Los Refrescos con su "movida promovida por el Ayuntamiento" y "¡Escucha Leguina!". Tina Turner actuaba por primera vez en Madrid. En 1986 se subió al polémico tren de la Movida impulsado por el Ayuntamiento de Vigo que tantas leyendas urbanas alimentó. Era el tren de los modernos, con Alaska, Manuel Soto, Lolo Rico o Carlos Berlanga, y suponía un encuentro etílico y espectacular de vanguardias en medio de una gran algarabía. Aquel tren fue descrito como una barra libre.
Fue una explosión de expresión artística y de grupos de música que todavía siguen cantando, pero también urbanístico. Promovió las populares 40.000 viviendas sociales, si bien durante los últimos años de su presidencia el precio de la vivienda se triplicó, preludio de la especulación a punto de llegar. Poco después, Los Refrescos publicaron otra canción en la que se adivinaba que tanta alegría había sido un espejismo, ‘Quiero ser Mario Conde’. "Ahí ya se vio que lo que todo el mundo quería era forrarse", declaró después Bernárdez. En este ocaso salieron a flote los estragos de la droga y los narcomercados del Pozo del Tío Raimundo, las Barranquillas. Y del Sida.
Más de tres décadas después, Madrid sigue sin playa, pero el himno sigue tan fresco en Spotify. También sus protagonistas. Tomando las palabras de la reseña de Javier Reverte a propósito de ‘La luz crepuscular’, el testimonio de Leguina es el de una quinta "que se distingue por su resistencia a envejecer". En cuanto a su giro más conservador a los ochenta, puede que una de sus frases cobre ahora más sentido: "¿Qué pensábamos nosotros? ¿Qué ideas defendíamos? No soy capaz de contestar ahora sincera y cabalmente a esas dos sencillas preguntas".