Madrid, te quiero y te odio: las canciones de Sabina, Leño y más que mejor la han cantado
El periodista musical Javier Menéndez hace en Uppers este repaso por las canciones más emblemáticas sobre Madrid, sus historias, lo que nos querían decir y lo que supusieron para la ciudad
Desde que la democracia llegó a nuestro país para quedarse, Madrid ha ostentado la envidiable insignia de "la ciudad más divertida del mundo". Tan solo el vil coronavirus ha conseguido hacerle perder la risa y aun la sonrisa, puesto que ha sido el territorio español más castigado por la pandemia y por sus dramáticas consecuencias en la economía. Madrid es la ciudad de los mil acentos, de las mil banderas y ninguna. La ciudad que lo tiene todo, menos esa criatura prodigiosa que es el mar (allí no hay playa, vaya). Pero como suele suceder en toda gran metrópoli, sus habitantes experimentan un sentimiento de amor/odio hacia ella. En lo que respecta a la música, no ha habido otra ciudad española tan inspiradora como Madrid. Aquí recogemos diez canciones que la inmortalizan. Pese a la clara fascinación que provoca, en muchos de los retratos, incluso en algunos de los homenajes, aparece como un lugar despiadado.
'Madrid', Burning (1978)
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En el Madrid áspero y feísta de los setenta, Burning, cuyos fundadores tenían su cuartel general en La Elipa, en el distrito de Ciudad Lineal, crearon las bases de su rock macarra y contagioso que ya en los ochenta era toda una referencia y hoy es un clásico sin discusión. En su ópera prima, 'Madrid', un título nada casual, incluyeron una canción homónima en la que la ciudad que los vio nacer es una prostituta: "Tendrías que verla vestirse por las noches para salir / y hacerse la calle apoyada en un farol. / […] En su bolso hay colorete y una botella de ron, / y en su brazo un tatuaje con el nombre de su amor. / […] ¡Hey, Madrid! Te odio, / pero qué le voy a hacer. / No puedo dejarte / y quedarme sin mujer. / Tendrás que sentir las caricias / de Madrid sobre tu piel / y escribir con tu sangre / Madrid es mi mujer".
'Este Madrid', Leño (1979)
Leño fue una de las formaciones de rock más populares y solventes de los años de la Movida, si bien los puristas no la incluyen en ella porque lo suyo era otra cosa. Su rock carabanchelero de corte duro, con letras de honduras marginales y una fuerte carga de denuncia, marcó a todos aquellos a los que el pop imperante les parecía muy moñas y el 'heavy' emergente un remedo barato de los grupos anglosajones. En esta pieza se refleja la atmósfera de libertad que se respiraba en Madrid a las puertas de los ochenta: "Bebemos, fumamos y nos colocamos, / tenemos plena libertad", aunque, acto seguido, su líder, Rosendo Mercado, rompe el hechizo con un dardo de ironía: "En Atocha encontrarás aire limpio sin igual". El implacable estribillo muestra el sentimiento de descontento que, a pesar de la llegada de la democracia, invadía a muchos de los habitantes de la capital, especialmente a los más jóvenes, por su ambiente deshumanizado: "Es una mierda este Madrid / que ni las ratas pueden vivir".
'Pongamos que hablo de Madrid', Joaquín Sabina (1980)
Sabina escribió la letra de esta inmensa canción en la servilleta de un bar de la calle de Tabernillas, en la barriada de Lavapiés, donde se instaló después de cumplir el servicio militar en Palma de Mallorca tras su 'exilio' londinense de siete años (huyó al Reino Unido tras lanzar un cóctel molotov a la sucursal de un banco en protesta por el Proceso de Burgos). Al igual que Dylan recogió en 'Talkin' New York' sus impresiones negativas sobre la primera vez que pisó la Gran Manzana, en 'Pongamos que hablo de Madrid' Sabina vomita casi en cada verso contra la ciudad en la que vivía y sigue viviendo.
Madrid nos es mostrado como un lugar desolado y artificial donde "el mar no se puede concebir", "el sol es una estufa de butano" y "las estrellas se olvidan de salir". Un lugar desquiciado ("los pájaros visitan al psiquiatra") en el que "el deseo viaja en ascensores". Un espacio donde las ilusiones son asesinadas ("las niñas ya no quieren ser princesas / y a los niños les da por perseguir / el mar dentro de un vaso de ginebra") y la peste del momento la simboliza "una jeringuilla en el lavabo". Un paisaje, en fin, hostil y sin conciencia de futuro, pues la vida es "un metro a punto de partir" y la muerte circula entre la gente ("pasa en ambulancias blancas") sin que nadie se detenga a mirarla. Para sorpresa de Sabina, los madrileños, en vez de rechazarla, la convirtieron en un himno. Y es ahí cuando, a modo de reconocimiento a "la única ciudad del mundo capaz de hacer un himno de una canción que la insulta" (Sabina 'dixit'), decidió modificar su última estrofa.
Donde en principio decía "cuando la muerte venga a visitarme / que me lleven al sur donde nací, / aquí no queda sitio para nadie", pasó a ser "cuando la muerte venga a visitarme / no me despiertes, déjame dormir, / aquí he vivido, aquí quiero quedarme". Y así la cantó, a partir de entonces, siempre, lo que le causó unos tremendos abucheos en sus conciertos en Andalucía, su tierra. Como dato curioso, la canción la dio a conocer, antes que el propio Sabina, Antonio Flores, en una magnífica versión roquera que se aupó al número uno de 'Los 40 Principales'.
'Valle del Cas', Ramoncín (1982)
Ramón J. Márquez, Ramoncín, fue el azote de los nuevaoleros (incluida una legendaria pelea con Eduardo Benavente y Alaska en la discoteca El Sol). Francisco Umbral, el más sagaz y lírico cronista de los ochenta, se enamoró de su carcasa de príncipe cheli ("ángel de cuero, perfil de navaja"), del chico de barrio cuya insolencia y fuerza escénica lo hicieron inmensamente popular y lo catapultaron a la cima de forma temprana. Su voz era tan provocadora como desesperada, y aunque era un maestro del automarketing, sus primeros discos rezumaban un desencanto y una desolación que dejaban claro que no sólo de mostrar los colmillos iba la cosa, sino que había mensaje. En su 'Valle del Cas', o sea, Vallecas, una popular zona de Madrid habitada por la clase trabajadora, no hay lugar para el optimismo y sus moradores son indestructibles: "Hombres en paro, / mujeres trabajando, / los chicos con la aguja en el portal. / Palabras en la prensa, / imagen en la tele, / pero ellos no se sientan en el bulevar. / No desea que le saquen de allí, oh, no. / Ha aguantado sin tener que pedir nada, nada. / No te acerques, es de hielo. / No le toques, es de acero"
'Madrid 1983', Miguel Ríos (1983)
Esta canción, escrita por Miguel Ríos y Sabina, retrata el vibrante Madrid de la Movida y la Nueva Ola, cargado de emociones, hambre de vivir y locales míticos: "Madrid, los chavales inventan olas. / Madrid, en la punta del iceberg. / Madrid, los juglares están de moda. / Madrid en el 83. […] Madrid, en el centro de la ola. / Madrid, derritiendo el iceberg. / Madrid, en el templo del Rock-Ola. / Madrid, 1983". Los puristas sostienen que ni el roquero Ríos ni el cantautor Sabina pertenecieron a la Movida, pues eran "mayores", pero lo cierto es que ambos aspiraron ese Madrid tanto o más que los modernos y nuevaoleros que se apropiaron de su titularidad, y que tenían más horas de calle y más gramática parda que todos ellos juntos.
'En las calles de Madrid', Loquillo y Trogloditas (1984)
Una de esas canciones capaces de elevar el espíritu de quien la escucha, escrita por un catalán que vivió a fondo la noche de Madrid y estuvo en el sitio adecuado en el momento justo. Sabino Méndez, guitarrista de Loquillo y Trogloditas y autor de algunos de sus himnos eternos, creó esta pieza oscura y poderosa, un zarpazo que debe entenderse, sin embargo, como un homenaje. Contiene referencias al ilustrador y pintor Ceesepe, tal vez el retratista más representativo del Madrid de la Movida, y al guitarrista de Burning, Pepe Risi (José Casas): "Alma de Ceesepe late muy dentro de ti, / piérdeme, la muerte será dulce aquí en Madrid. / Cuando los gamberros tienen acceso al poder / y cuando los dandis muestran su desfachatez. / Cuando sus mujeres se han negado a crecer, / cuando la locura ha vencido a la vejez. / Madrid, llévame en tu coche / algún vicio por ahí, / búscame en las ondas alguien que hable para mí. / Dile a Pepe Risi que ya puede sonreír, / él mató el silencio en las calles de Madrid".
'Todos los paletos fuera de Madrid', Séptimo Sello (1985)
Es la canción más popular de este grupo madrileño de 'synth pop' y una de las que más sonaron en el verano de 1985. Un tema bailable que surgió como una broma que Regino Carreiras, el cantante, le gastó a un amigo forastero. La tocaron en un concierto de forma inesperada: habían agotado su repertorio y los asistentes les pidieron que siguiera la fiesta, y entonces Regino decidió interpretarla. La gente la acogió con tanto calor que a partir de ahí se convirtió en un tema imprescindible en sus actuaciones y en un himno reivindicativo de Madrid. Algún oyente quisquilloso podría ver en ella una crítica al elitismo de la capital del reino, pero no es más que una coña que carece de dobles lecturas. ¿O no? "Siempre he querido vivir en Madrid, / me gusta todo lo que hay aquí, / [...] hasta que un día te he oído decir: / 'todos los paletos fuera de Madrid'. / […] Subes en un autobús y huele a campo, / ¿quién tiene la culpa? / ¡Los paletos! / ¿Quién nos ensucia el museo del Prado? / ¡Los paletos! / ¿Quién tiene la culpa de los atascos? / ¡Los paletos! / Que se vayan fuera, fuera, fuera... / Todos los paletos fuera de Madrid...".
'Gran Vía', Antonio Flores (1988)
Otro madrileño, racial y con pedigrí (era hijo de una 'faraona'), que quiso retratar el lado más frenético, sórdido y peligroso de la ciudad en la que nació, y para ello eligió su arteria más famosa. La canción tiene algo de relato policíaco: "Paseando por la calle Gran Vía, / en blanco y negro como una tele antigua, / sólo veo el color de las chicas del amor. / Gastada la acera por la gente al pasar, / pies acostumbrados a la velocidad, / personas que viven a un ritmo infernal. / […] La boca reseca, entro en un bar, / miradas que atraviesan mi personalidad, / me siento pequeño en este lugar. / Manos que tiemblan, menos al disparar, / sirenas y destellos rompen la actividad, / papelas al suelo, carnet de identidad. / Oh, oh, Gran Vía, / llevas aquí casi toda la vida. / Oh, oh, Gran Vía, / la gente te quiere todavía".
'Aquí no hay playa', The Refrescos (1989)
Aunque el grupo era madrileño, el autor de esta canción a ritmo de ska, Bernardo J. Vázquez, alias Bernárdez, era vigués, y esta letra le estalló en la cabeza cuando tuvo que pasar un verano en Madrid y soportar ese calor seco que es una tortura china para los costeños: "Podéis tener Retiro, Casa Campo y Ateneo, / podéis tener mil cines, mil teatros, mil museos. / Podéis tener corralas, organillos y chulapas, / pero al llegar agosto, vaya, vaya, aquí no hay playa. / Podéis decir a gritos que es la capital de Europa, / podéis ganar la Liga, podéis ganar la Copa. / Afirmaréis seguros que es la capital de España, / pero al llegar agosto, vaya, vaya, aquí no hay playa". Contiene varias referencias a la época de la Movida, incluidos los políticos socialistas que más la patrocinaron (Joaquín Leguina, Tierno Galván y Juan Barranco). El título de este tema, que alcanzó el número uno de 'Los 40 Principales' y fue la indiscutible canción del verano del 89, ha trascendido lo musical y forma parte de la cultura popular.
'Yo me bajo en Atocha', Joaquín Sabina (1998)
on esta hermosa canción, Sabina quiso 'reparar' el zarpazo que le dio con 'Pongamos que hablo de Madrid' a la ciudad a la que arribó para ya nunca abandonarla. Aunque fue dada a conocer en el disco que grabó con Fito Páez, 'Enemigos íntimos', el mismo que los enemistó durante una década, había sido escrita mucho antes. Nació a raíz de un encargo que le hizo el canal de televisión autonómica Telemadrid y que luego no se atrevió a utilizar, ya que versos como "aunque la maja desnuda cobre quince y la cama", así como las referencias borbónicas, eran, por aquel entonces, demasiado transgresores para la citada cadena. En ella resplandece el Madrid de las mil caras, todas ellas igual de valiosas y reconocibles: "Con su otoño Velázquez, con su torre Picasso, / su santo y su torero, su Atleti, su Borbón, / sus gordas de Botero, sus hoteles de paso, / su taleguito de hash, sus abuelitos al sol". Y también encontramos el Madrid de los contrarios, con su cielo e infierno únicos: "Pasarela Cibeles, cárcel de Yeserías", "chabolas de uralita, Palacio de Cristal". Pase lo que pase, ocurra lo que ocurra, Sabina, uno de los más lúcidos cronistas del foro, lo tiene claro: "Siempre hay un sueño que despierta en Madrid, / siempre hay un vuelo de regreso a Madrid".