Crecer escuchando sus discos. Fantasear con protagonizar las historias de sus películas. Mirar maravillados sus canastas. Imitar cada uno de sus movimientos, coreografías y sus looks. Quien más y quien menos, ha tenido un ídolo de juventud con el que ha experimentado algo parecido. Tiene sentido: "La creación de ídolos se inicia en la etapa infantil en la que los niños idealizan a los padres como figuras de referencia y que representan todo aquello que necesitan: seguridad, estabilidad, amor. En la adolescencia se produce un distanciamiento de los padres en busca de la propia independencia e identidad, y es ahí cuando los ídolos cobran mayor importancia, son figuras que pueden servir de guías y metas a alcanzar", explica a Uppers la psicóloga Syra Balanzat, de El Prado Psicólogos.
Hace apenas unas horas que Miguel Bosé, ídolo de la juventud de los 80 que ahora ronda los 50 años, salió en televisión en prime time defendiendo "con la cabeza bien alta" su negacionismo frente al covid-19. No piensa vacunarse e insiste en que todo forma parte de un plan. El mismo mensaje que lleva amplificando desde sus redes sociales desde que estalló la pandemia que, solo en España y en el momento de publicar este artículo, se ha cobrado la vida de más de 76.000 personas. Y el mismo que fuentes oficiales y verificadores desmienten. Una aparición con voz ronca en la que se destapa y confiesa también su problema de adicción a las drogas durante 20 años, asegurando además que solo es cuestión de fuerza mental dejarlas.
Este argumentario le ha valido más críticas de las que ya acumula en los últimos tiempos precisamente por ese peso que su figura e imagen pública tienen en el imaginario colectivo y lo nocivos que ambos argumentos pueden resultar para la salud y la salud mental. Su caso se suma así al de otros artistas y famosos a los que las redes sociales, los medios y el género documental nos han permitido ver en todas sus aristas en los últimos años. Una dimensión que no siempre se corresponde con la imagen idealizada que se creó del ídolo y que, en muchas ocasiones, atenta contra los propios principios del otrora fan.
Ha ocurrido con Woody Allen a lo largo de los años y, más recientemente desde la era MeToo y la publicación del documental 'Allen v. Farrow', que destapa los supuestos abusos sexuales del director de cine a su hija adoptiva, Dylan Farrow. También ocurrió con 'Leaving Neverland', que expone el testimonio de dos de los menores de los que Michael Jackson habría abusado sexualmente. Y con el documental El último baile, que presenta la faceta personal del jugador de baloncesto Michael Jordan.
"Desmontar al ídolo depende de factores psicológicos a nivel personal, algunas personas realizarán un duelo saludable por la pérdida de la figura tal y como creían que era y el resultado será la aceptación de la nueva situación. Y, por otro lado, existirán personas que se aferren al ídolo negando o evitando aquellas cualidades que pudieran desmontarlo, de esto dependerán las necesidades personales y factores psicológicos específicos", explica la psicóloga Balanzat.
Un proceso en el que la madurez y la edad también intervienen, confirma la experta: "A medida que se van cumpliendo años y teniendo más recursos personales y experiencias de satisfacción, se necesita menos idealizar y tener referentes, además la madurez permite aceptar los eventos negativos con responsabilidad y capacidades específicas de superación".
Preguntamos a varios uppers si han adoptado aquel lema de Sonic Youth, Kill your idols (mata a tus ídolos) o, si por el contrario, su admiración sigue siendo férrea.
A mí Miguel Bosé me ha gustado mucho desde jovencita. Me gustaban mucho sus canciones y también oírle hablar por las cosas que decía. Entendía que tenía la cabeza bien amueblada y había algo de calidez en su voz que me gustaba mucho. He ido a muchos de sus conciertos. Cuando hizo la gira Papito fue hasta a cuatro o cinco de ellos, a todos los que me pillaban cerca de mi zona (El Escorial, Las Ventas, Segovia...).
Ahora me da un poco de penilla por el problema que tiene en la voz y lo mucho que me gustaba escucharle tanto cantar como hablar. Vi la entrevista reciente y agobiaba escucharlo así. Con el discurso que tiene ha habido decepción. Yo lo seguía en Instagram y, de repente, un día al escucharle a hablar pensé: ¿Qué le ha pasado? ¿Se le ha ido la cabeza? Hacía mucho que no sabía nada de él más allá de lo musical y me quedé impactada. Con eso y con todas las noticias sobre su vida personal que están saliendo.
Pero bueno, se puede ser fan de Miguel Bosé porque te gusten sus canciones. Me ha pasado también con Michael Jackson. Sigo escuchándolo y viendo sus videoclips y pienso: 'míralo, si es que es un artista'. Luego veo cosas sobre su vida y me planteo todo lo que habrá por ahí de tantos artistas que no sepamos. Yo tengo los discos de ambos y me siguen gustando las canciones de ambos. Lo que Bosé haga y diga a partir de ahora es otra cosa, pero no tendría sentido que me dejaran de gustar las canciones que me han gustado durante treinta años.
Mentiría si digo que han dejado de gustarme las películas de Woody Allen. Claro que el documental y las sucesión de información que hemos visto últimamente me hacen pensar que, en lo personal, es cualquier cosa menos admirable. No me vuelvo loco negándome a ver sus películas ni han perdido para mí su valor cinematográfico. Pero está claro que aparecen nuevos sentimientos: no me siento muy bien, por ejemplo, si tengo que pagar para consumir su material, siento que así le doy dinero a una persona -no al personaje o cineasta- cuyo comportamiento me parece, cuanto menos, muy cuestionable. Ahora no me volvería a comprar su colección de películas en DVD.
Amo el baloncesto desde adolescente. Si amas el baloncesto, no puedes dejar de admirar a Michael Jordan. Es una regla de tres: amor, baloncesto, Mike. Hace fácil lo difícil, se mantiene en el aire un segundo más que cualquier humano, es armónico en todos sus movimientos técnicos y, además, creó cosas nuevas donde antes no las había. Además, su influencia también se dio fuera: llevó a la NBA más allá de ser un mero deporte y creó todo un movimiento estético en la cultura pop. Ahora muchos adolescentes llevan sus zapatillas sin saber muy bien incluso por qué. Es parte del imaginario colectivo, un icono atemporal.
Dicho esto, la estupenda serie documental que se estrenó hace poco sobre su biografía me dejó triste. Ese jugador también tenía una cara b, como no podía ser de otro modo, por otro lado. Simbolizaba todo lo que no me gusta: individualismo extremo, ganar a costa de lo que sea, incluso de tratar mal a algunos de tus compañeros, obsesivo espíritu de superación que no relativizaba por nada, muy poca capacidad de autocrítica, ansiedad extrema que se canalizaba por algunos problemas con el juego fuera... Puedo decir que Mike me cayó fatal. I don't wanna be like Mike. Sin embargo, me gustó confontrarme con mi admiración. Y reubicar. Ahora entiendo incluso mejor a ese hombre de los mates imposibles. Y tienen incluso un matiz más terrenal que los hace más significativos.