La primera vez que Smith coge el teléfono va conduciendo su coche por Queens. "Yes, It’s Patti". Hemos quedado a las cinco de la tarde, once de la mañana en Nueva York, pero se le ha liado el día. "Calculé mal, en cuanto llegue a casa te llamo", dice con naturalidad. Así que esperamos. Pocas veces un icono del punk promete darte un toque al móvil. Acaba de publicar en España su último libro, 'El año del Mono', y de no ser por el virus estaría visitando por enésima vez el Guernica, su obra favorita, y hablando con periodistas de esta especie de diario del duelo en alguna cafetería del centro de Madrid, como a ella le gusta. Pero la realidad es que ha tenido que cancelar una gira de conciertos y encerrarse en su casa por un problema crónico en los bronquios. "Es duro estar quieta, con lo que amo el movimiento", dirá más tarde.
A Patti le han puesto muchos apodos en los últimos cincuenta años. La madrina del punk. La Sacerdotisa. La Papisa. Chamana Smith. La feminista de los Beat. Todo el mundo parece tener una idea de cómo es esta hija de testigos de Jehová, no creyente desde la adolescencia aunque asidua lectora de la Biblia, nacida en Chicago hace 73 años pero criada en New Jersey junto a sus hermanos Todd, Linda y Kimberly (con la que no se habla) en una familia de pocos recursos: su madre era ama de casa y cantante aficionada de jazz, y su padre bailarín de claqué y obrero de una multinacional.
Le lleva pasando toda la vida, eso de que la gente tenga una idea de ella preconcebida. Incluso un productor neoyorquino llegó a preguntarle en los setenta: "¿Si no eres adicta a la heroína ni lesbiana, entonces qué haces?". Sabe que su aire andrógino y lo mucho que su círculo íntimo experimentó con drogas no ayudan. Y se lo toma con humor. Salvo que por el camino ha perdido a muchos de los suyos, como Hendrix, Cobain o Winehouse, a los que dedicó canciones tras su muerte por sobredosis, y ha desarrollado fobia a las agujas.
Y que sus dos grandes amores no fueron mujeres, sino el fotógrafo Robert Mapplethorpe, con quien vivió en el hotel Chelsea en su veintena y exprimió el underground neoyorkino más salvaje mientras averiguaban qué querían ser de mayores (lo cuenta muy bien ella misma en el libro de memorias 'Just Kids'), y sobre todo el guitarrista Fred 'Sonic' Smith, con quien tuvo dos hijos, Jackson (1982) y Jesse (1987).
"Algunos tienen su propia idea sobre cómo soy, en lo político o en lo musical, y cuando me conocen se decepcionan. A veces la gente piensa demasiado en mí", explica con ironía ya desde su salón y con un café en la mano (lo único a lo que es adicta), cuando volvemos a hablar al cabo de una hora. "La gente me quiere, lo sé, y me gusta, pero tengo que tener cuidado de que eso no me distraiga de mi arte y mis ideas políticas de verdad. Solo quiero hacer un buen trabajo y ser buena persona, un buen ejemplo para otras generaciones. El resto es lo que cada uno piense y no puedo luchar contra eso”, añade.
Le preguntamos cómo le gustaría ser llamada, de poder elegir, y se agarra a su lado más austero, que lo tiene, y mucho. "Trabajadora. Porque siempre estoy trabajando: escribiendo, haciendo performances, cantando, cuidando a mi familia, al gato, haciendo la colada… Trabajo, siempre trabajo. Si no, escritora. El resto es prensa. Tienen que buscar un modo de definirme y entiendo que no siempre es fácil encontrarlo".
Tose varias veces durante la conversación. Tiene los bronquios tocados desde que era niña. "Estoy siendo cuidadosa: llevo mi mascarilla, mantengo la distancia, no voy a sitios con mucha gente, como sano, hago mis ejercicios, intento mantenerme creativa y positiva. Ya sabes, esas cosas. Pero es duro y amo el movimiento. Y muchos de mis mejores amigos son europeos y no están cerca. Siento algo de soledad sin ellos. No me importa la soledad, nunca me importó, pero siempre y cuando pueda moverme. Así que echo de menos visitarlos en Madrid, Amberes o París. Incluso mi banda no vive en mi misma ciudad”, explica sobre cómo ha pasado el confinamiento de los últimos meses.
A la que sí ha visto a menudo es a su hija Jesse, pianista y activista contra el cambio climático. "Vive aquí cerca y se pasa por mi casa para asegurarse de que ando bien. A veces tocamos algo juntas. De hecho hace poco subimos una canción y parece que a la gente le gustó mucho, así que haremos más conciertos. Me encantaría irme de gira con ella y con Jackson, que ya ha sido mi guitarrista, en cuanto todo esto acabe".
Patti nombra a menudo a Robert (Mapplethorpe), Fred (su marido) y Todd (su hermano), los tres fallecidos entre finales de los setenta y los ochenta. Uno por sida y los otros dos por fulminates ataques al corazón. También a sus padres, Beverly y Grant, que le dejaron hace décadas. En su Instagram, cercano y emotivo, recuerda a menudo cumpleaños, aniversarios de muerte o algún regalo que le hicieron. Es como si el tiempo para ella no fuese cronológico, sino circular, y viviese rodeada activamente de sus fantasmas. "Sí, están conmigo cada día. Muy cerca. Especialmente mi marido. Su alma está en mi hijo y mi hija. Toda mi familia está conmigo: hablo continuamente con los niños de mi madre y de mi padre, y reímos contando anécdotas. Mantenerlos presentes con las palabras es muy importante para mí", explica.
"No puedo negar que a mis 73 ya llevo mucho recorrido, pero a la vez para mi mente es muy fácil ir del pasado lejano a ayer mismo. Así que mantengo mi sentido del tiempo flexible. Pero no te voy a mentir: ahora también soy muy consciente de que no me queda mucho y quiero cuidarme, en la vejez pienso más en la vida que en la muerte", explica.
En este sentido, nos adelanta que ahora los tiene aún más presente si cabe porque está trabajando en unas memorias de niñez, que saldrán el año que viene, así que muchos de esos recuerdos han vuelto con fuerza. "La idea es que me expliquen cómo he llegado hasta aquí", dice. Así que le proponemos un juego. Un recorrido década a década por los hitos más importantes de su vida y una frase, desde la perspectiva del ahora, para aquella Patti de los veinte, los treinta y los cuarenta.
Aunque la década de los 70 marcó el inicio de su carrera, los últimos años de los sesenta fueron muy complicados para ella: se quedó embarazada y dio en adopción a su primer hijo cuando tenía diecinueve años. "Ni el padre ni yo teníamos la estabilidad emocional ni financiera necesaria para criarle", ha explicado en contadas ocasiones en las que habla de ello. A los cuatro meses de dar a luz dejó todo atrás para irse a Nueva York e intentar cumplir su deseo de ser poeta.
-¿Cómo recuerdas los setenta?
Fue la década en la que llegué a la vida pública con Horses. Empecé con mis performances de poesía y acabé con una banda de rock y punk que yo no había querido pero que sucedió. Gracias a eso fue también la década en la que por fin viajé por todo el mundo, algo que siempre había querido hacer y no había podido por dinero, conociendo gente interesantísima, grabando discos… una época maravillosa para una chica de veinte años, claro. Se abrieron las puertas del mundo para mí. Estuve en España, en Escandinavia, todo Europa… Era una chica joven de clase baja con todo el mundo para ella. Esta década es también Robert, ya que pasamos casi toda la década juntos creando, y en esos años también conocí al que sería mi marido y padre de mis hijos.
-¿Qué le diría a la Patti de 20 años?
Que entiendo que todos cometemos errores, y que no hay que arrepentirse de lo que se hizo. Pero le diría que prestase un poco más de atención a mi madre y a mi padre, que los fuese a visitar más. Pero supongo que fui honesta con mi trabajo. A mis 20 fui arrogante y engreída, justo lo que necesitaba entonces para hacer lo que hacíamos.
-¿Un objeto de esa época?
La pandereta que Robert me hizo en mi 21 cumpleaños y que tengo colgada ahora mismo en mi habitación, arriba de mi escritorio. La camiseta negra que llevé en mi primera performance de poesía, con una imagen de unas motos. También un amplificador Fender de mi marido, que aún tengo y uso de vez en cuando. Y una de mis posesiones más preciadas, mi guitarra Fender, que fue la primera eléctrica que tuve.
Los ochenta supusieron un cambio radical en su vida. Se enamoró apasionadamente de Fred 'Sonic' Smith y no lo dudó cuando este le pidió alejarse del caos de la Gran Manzana e instalarse en la granja de su familia de Detroit. Allí tuvo dos hijos y paralizó su carrera de poeta punk para dedicarse por entero a la familia. Algo que el movimiento feminista americano, para el que era un referente, no acabó de entender del todo y le supuso varias críticas.
-¿Cómo recuerdas los ochenta?
Me casé y me retiré de la vida pública durante toda la década para pasar tiempo con él. Luego vinieron los niños y los estuve cuidando mucho a todos, a la vez que intentaba escribir más. Fue muy fructífero en cuanto al desarrollo de mi escritura. Un tiempo de especial desarrollo personal personal para mí.
-¿Y qué le dirías a esa Patti de los treinta años?
Hice lo mejor que pude como madre y esposa. No tengo nada que decir a aquella Patti en realidad, hizo lo mejor que pudo cuando pudo.
-¿Un objeto?
Mi anillo de boda.
El recuerdo de los noventa pone tensa al teléfono a Patti. No es fácil. Perdió a su marido, su mejor amigo y su hermano en menos de cinco años y tuvo que reconstruirse mientras daba la merienda cada día a sus dos hijos. Tras el ataque al corazón de Fred vivió dos años en una profunda depresión y no fue hasta que su hijo mayor Jackson tuvo 14 cuando sacó fuerzas para ir a visitar a su amigo Allen Ginsberg a Nueva York y empezar a salir a flote. Otro gran amigo, Bob Dylan, le tendió una mano: retomó su carrera (y los ingresos) saliendo de gira con él a los 45 años. Ella se lo agradeció más adelante, en 2016, cuando actuó en su nombre en los Premios Nobel.
-¿Cómo fueron los noventa?
Fue una época durísima para mí. Perdí a mi marido y a mi hermano Todd muy seguidos, y Robert acababa de fallecer también. El comienzo de los noventa fue un tiempo de duelo puro. Y el resto solo intenté recomponerme, así que es una década de pérdida y reconstrucción.
-¿Qué le dirías a esa Patti sumida en la tristeza?
Es demasiado complicado. Tenía que sacar adelante a mis hijos al mismo tiempo que sobrevivir yo misma. Demasiado personal, mejor dejarlo así.
En ninguno de sus poemas podría haberse imaginado una década de los veinte del siguiente siglo así. La pandemia, la creación y cambio climático marcan su actualidad. De hecho, está ayudado mucho al proyecto de su hija, Pathway to Paris, con el que pretenden llevar a la realidad el Acuerdo de París de cero emisiones. Jesse Paris Smith podría considerarse la Greta Thunberg de los treintañeros neoyorkinos. "Esta época que nos está tocando vivir es para mi la década del medio ambiente. Me importa mucho que nos demos cuenta de que es importante parar a tiempo. La pérdida de bosques, los plásticos, las emisiones… Tenemos que darnos cuenta de que tenemos solo un planeta. Gente, es tiempo de despertar. No podemos olvidar el daño que estamos haciendo al mundo", explica Patti, con un tono más enérgico.
-¿Qué le dirías a la Patti del futuro?
Que no se distraiga de lo que quiere. Y que se cuide para seguir trabajando.
-Y ya para concluir, ¿la noche aún pertenece a los amantes?
(Risas) Más bien diría que cualquier momento es bueno para los amantes. Esa fue una frase de Springteen, la única, el resto de la canción era mío.
-¿Y la noche aún pertenece a Patti Smith?
(Risas) Ando algo retirada de eso. La noche, en realidad, siempre perteneció a la luna.