De aquellos años en los que su abuela paterna, Lola, empezó a dar primeras señas de demencia, Pedro Guerra (54 años) recuerda la sensación de no entender qué dichosa enfermedad era esta que, literalmente, engullía sus recuerdos y la anulaba hasta el punto de ser incapaz de reconocer la voz o el rostro de su nieto. Cualquier realidad parecía haberse evaporado y su percepción del mundo se iba distorsionando. "La encontraba sentada en una silla, con la mirada perdida en algún lugar de su pasado. Estaba presente, la amábamos, pero su mente estaba en otra parte. Sus escasas palabras nos permitieron intuir que había regresado a la infancia de sus hijos, en los años 50. Y allí se detuvo. No se olvidó de amar, pero el amor había tomado una forma diferente, anclado en otro tiempo", nos cuenta el cantautor canario desde su estudio en Madrid, lugar donde fijó hace años su residencia.
Había mucho estigma y un pudor muy grande para hablar de ello. Él no era más que un muchacho y aquello le resultaba muy extraño. Las preguntas que quedaron abiertas dejaron un impacto profundo en él. Fue hace unos años cuando decidió recomponer el proceso de ese ser tan amado que se quedó "con el pensamiento a la deriva", "dejando de estar, estando presente… y sin rememorar las caras de siempre". Y al escribir fue poniendo negro sobre blanco en su mente hasta dar forma final a esta canción, 'Alzheimer', que inaugura su nuevo disco 'El viaje'.
"La letra se mantuvo ahí durante un tiempo, a la espera de melodía, hasta que cayó en manos de su paisano, el productor Pablo Cebrián, quien encontró la música más idónea". Este profesional ha colaborado de manera muy estrecha con Guerra en su último trabajo y su buen hacer, dice, se nota en el resultado final. 'Alzheimer' se grabó el pasado mes de mayo, cuando el país empezaba a salir del confinamiento. La música armoniza bien con esa sensibilidad a flor de piel de un pueblo devastado emocionalmente, pero con ganas de disfrutar, estar alegres y ser generosos, solidarios y optimistas. El cantautor vive muy pegado a los problemas sociales y, desde sus inicios, ha comprometido su música a la lucha contra la desigualdad, la marginalidad, el paro o las políticas de inmigración.
"Ahora -declara- me pareció oportuno cantar al Alzheimer. El cerebro es el motor humano y es necesario que tomemos conciencia de ello, que reflexionemos y ayudemos a dar visibilidad a esta enfermedad que se expande con tal impiedad". La demencia es el grupo de enfermedades que más aumenta en mortalidad, según la Organización Mundial de la Salud, y los casos se han duplicado en los últimos 15 años. La causa más común es el Alzheimer, que afecta, solo en España, a 1.200.000 personas y eso que entre el 30% y 40% están aún sin diagnosticar, de acuerdo con las cifras que maneja la Sociedad Española de Neurología. Teniendo en cuenta que el envejecimiento es el principal factor de riesgo en su desarrollo y la vertiginosa tendencia de la población, las expectativas no son nada buenas. Es algo que al cantante le preocupa profundamente y, desde hace un tiempo, sigue muy de cerca la investigación y los avances neurológicos.
Hace suyas las palabras de Gabriel G. Márquez, "la vida no es lo que uno vive, sino como lo recuerda, y como lo recuerda para contarlo". Además de sus vivencias con su abuela Lola, la demencia le toca su alma canaria también por rama materna. "Ha habido varios casos con este tipo de trastornos, aunque el diagnóstico no ha sido siempre Alzheimer". Por eso, su forma de tratar la enfermedad es delicada, auténtico y natural. Como si Teresa, la actriz amateur que interpreta a su abuela, fuese realmente ella y pudiese susurrarle al oído esa ternura que le habría gustado cuando "fue perdiendo la alegría" y empezó a vivir con la "sensación de tropiezo", desaprendiendo las cosas, "con un pañuelo en los ojos" y con "las palabras distraídas".
Guerra habla igual que canta. Emotivo, grave, sosegado y dulce, sin desprenderse de su característico seseo. Compositor y cantante. Poeta, crítico y reivindicativo. Fiel admirador de Caetano Veloso y Cesária Évora, la diva de los pies descalzos. Ha puesto música a los sonetos de Joaquín Sabina, nos dejó sin aliento junto a los más grandes (Serrat, Víctor Manuel, Ana Belén…) y nos mostró su cara más rebelde en 'Raíz'. 'Contamíname', en 1994, fue su gran impulso, aunque un año antes Ana Belén ya había interpretado una de sus canciones, 'Nadie sabe'. Ha vivido momentos musicalmente duros que le han obligado a sobreponerse a épocas en las que la canción de autor parecía devorada por la música comercial y géneros como el rap. Se ha tenido que adaptar también a las nuevas formas de consumo de música, al peso de las redes sociales y a las exigencias de la industria discográfica. "Todo es distinto", resume.
Vuelve con 35 años de enredos discográficos a su espalda y maletas cargadas de letras y partituras, dispuesto, como siempre, a colocarse con el débil. "Estoy deseando -subraya- que llegue ese momento de reencuentro con mi público y con los escenarios". Es consciente de que, en poco tiempo, el mundo ha dado un vuelco y la música llega como una caricia necesaria. Aunque confiesa que su música no ha variado, al menos en lo esencial, lo que encontraremos en su nuevo trabajo será inevitablemente su propio testimonio vital, una suerte de dietario con escenas tan sobrecogedoras como las del vídeo que acompaña a 'Alzheimer'.