De Scully a Thatcher sin renunciar al carisma misterioso: la segunda vida de Gillian Anderson
La actriz británica ha ganado su segundo Emmy a mejor actriz de reparto en drama por su papel como Margaret Thatcher en 'The Crown'
Polivalente, misteriosa y sin prejuicios, Anderson ha pasado de adolescente 'punki' a celebridad combativa
Repasamos sus hitos más importantes a nivel vital
Gillian Anderson (53 años) lo ha vuelto a hacer. 24 años después de ganar el Emmy a la mejor actriz de reparto por su papel como Dana Scully en Expediente X, la actriz británico-estadounidense ha repetido galardón en la categoría de drama por su interpretación de Margaret Thatcher en The Crown Desprejuiciada, misteriosa y versátil, Anderson vuelve a estar en el ojo del espectador después de una vida intrigante y agitada en la que no ha dudado en renegar del edadismo en algunas ocasiones. Ahondamos en su personalidad y repasamos sus hitos más destacados.
Es una de esas mujeres consideradas poco corrientes. Bajo ese pelo rubio y unos ojos azules que cumplen con el canon de belleza estadounidense, Gillian Anderson es una verdadera caja de sorpresas. Ya desde el instituto apuntaba maneras. En 2013 contaba en una entrevista que en plena adolescencia se hizo un piercing en la nariz, se afeitó la cabeza y empezó a vestir mucho de negro. Su aspecto era tan poco convencional que fue votada como la estudiante con más posibilidades de ser arrestada y así ocurrió la noche de su graduación, después de intentar pegar las cerraduras del instituto para que la gente no pudiese entrar al día siguiente. Todo con la ayuda de su pareja "un par de siglos mayor", como ella decía.
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Esa relación que no terminó en buen puerto, sumada a otra que mantuvo con una chica, que ella asegura que fue la excepción y no la regla, le llevó a ser tildada de 'rara' en muchas ocasiones y sus padres terminaron por llevarla a terapia con solo 14 años.
Desplazada desde joven
El instituto de Michigan, donde se mudó tras vivir sus primeros años en Gran Bretaña, no fue lo que ella esperaba y su marcado acento británico fue un motivo más para sentirse desplazada. Pero a Gillian eso nunca le importó. No iba a ser nunca la reina del baile modélica que se esperaba de ella, más bien una chica anárquica que empezaba a marcar un fuerte carácter que le ha llevado hasta el estrellato.
La primera vez que se subió a un escenario tenía 22 años y ya había dejado atrás su época punki. Se mudó a Nueva York a trabajar de camarera y consiguió el papel de Brenda Blethyn en la obra 'Absent Friends', con la que consiguió su primer galardón como actriz revelación en los premios Theatre World. Solo tres años después saltó a la pequeña pantalla y consiguió un pequeño papel en la serie de Fox 'Class of 96'.
Durante su etapa universitaria, tal y como ella misma contaría años más tarde, Anderson -que nunca ha querido etiquetarse a nivel sexual- mantuvo una relación con una mujer, después de que su pareja anterior falleciese a causa de una hemorragia cerebral. Siempre reivindicativa, alejada de los estereotipos y con un carácter combativo y explosivo, aquella revelación se convirtió también en una reivindicación por la libertad sexual, especialmente en un tema tan tabú como puede ser la homosexualidad en el mundo del espectáculo. "Hay todavía demasiados prejuicios. No digo que hagan lo correcto por no salir del armario. Lo que digo es que lo entiendo. Se están protegiendo", explicó en una entrevista.
Expediente X: de la fama al anonimato
El verdadero punto de inflexión de su carrera llegó con Expediente X, la serie de ciencia ficción en la que Anderson encarnó a la ya inolvidable Dana Scully durante nada más y nada menos que 15 años y 217 episodios. Pero no todo iba a ser positivo: la súbita fama que alcanzó tras el éxito de la serie le sobrepasó hasta tal punto que decidió desaparecer de la escena pública y mudarse de nuevo a Reino Unido, donde siguió con su carrera como intérprete en otros formatos, como el teatro o el cine.
En 2019, Anderson demostró su polivalencia en el plano artístico con la serie Sex Education de Netflix, un auténtico bombazo a nivel social en el que interpretaba a la terapeuta sexual Jean Melburn, una empoderada y excéntrica madre divorciada que reniega del compromiso, disfruta de las relaciones de una noche y vive en una casa donde abundan las estatuas de penes. De esta forma, la actriz británica demostró que el sentido del humor es, también, una de sus señas de identidad.
Capacidad de adaptación
Tras aquel éxito, Netflix pareció quedar maravillada con aquella capacidad de adaptación y decidió ponerle uno de los grandes retos de su carrera profesional: transformarse, de la noche a la mañana, en Margaret Thatcher, la dama de hierro. Su papel le reportó una avalancha de alabanzas de la crítica que le ha terminado suponiendo su segundo premio Emmy.
La actriz es, también, una feroz combatiente del edadismo y los cánones de belleza establecidos por la sociedad. En una entrevista, afirmaba que la sociedad y el público general tenían un problema con el envejecimiento que debía ser resuelto. "Es muy triste que nos avergüence envejecer. No solo lo sentimos nosotras mismas, sino que también la prensa y el público general nos hacen sentir así por madurar, lo que contribuye luego a la cantidad de trabajo que acabas haciendo".