Una miniserie con Robert de Niro en la que no se echa de menos a Robert de Niro durante cuatro capítulos tiene que ser una buena miniserie. Especialmente si solo tiene cinco. Y no es porque el señor De Niro no esté impecable (en uno de sus apreciables registros menores) sino porque el protagonista, un encantador Luis Brandoni como Manuel, un viejo -imposible usar otra palabra- gruñón y bon vivant que lidia con el hecho de ser una estrella de la crítica culinaria en horas bajas y con algunos cambios inesperados en su vida que afronta, digamos, a regañadientes.
Tampoco era fácil para Mariano Cohn y Gastón Duprat lidiar con asuntos como las enormes diferencias económicas, raciales y de clase, entre el protagonista y su asistenta Antonia; o las fricciones políticas entre jóvenes anticapitalistas y viejos sibaritas decadentes que además juegan a la decadencia. Y de hecho no lo hacen, Cohn y Duprat pasan bastante por encima de esos temas (al parecer ineludible si se quiere lograr esa media sonrisa conmovida de la audiencia a la que le encantó 'Roma' de Cuarón) porque el tema central es otro: la necesidad irrenunciable de envejecer siendo nosotros mismos, por cabrones y farsantes que podamos parecer.
Porque lo que hace de Manuel un ser vivo a pesar de sus achaques, su dependencia, su tozuda resistencia a la virtualidad -"dejá de hablarme como si fuera un estúpido, soy un hombre mayor, nada más" le dice a una cajera que intenta enseñarle que es una app de pago- no son sus caprichos caros ni su snobismo bienpensante, sino precisamente su resistencia vitalista ante los problemas. Manuel performa la tercera edad desde un lugar completamente alejado de cualquier forma de victimismo. Es un privilegiado que disfruta de su privilegio sin complejos y desde allí puede darse el lujo de descubrir nuevos espacios para nuevas relaciones. De aprender.
Y sí, Manuel, finalmente, está hecho con un buen fondo, como los platos gourmets de los que tanto gusta. Por supuesto también le gustan los 'panchitos' (perritos) y se conmueve con una sencilla sopa paraguaya hecha 'con el corazón'. Y sí, tiene sus momentos Ratatouille la cosa. Todo eso tal vez convierta 'Nada' en un cuento de hadas blanco sobre la vejez. Puede ser. Pero, dice Manuel como curándose en salud: "dejen vivir y no rompan las pelotas". Y si eso no es lenguaje universal ¿qué cosa lo es? Nada.