Hasta el 31 de marzo el que esté dispuesto podrá reflexionar sobre lo que estarías dispuesto a gastarte en ‘Un buen colchón’, una obra de teatro de la que se puede disfrutar durante esos días en el Teatro Quique San Francisco de Madrid tras su estreno en Valencia. La función pone el foco en las modas, en las obsesiones, en hacerse con aquello que parece exclusivo, pero que ¿de verdad necesitamos? Víctor Palmero, Veki Velilla y Carlos Chamarro son los protagonistas de una historia en la que una pareja de treintañeros, tras mudarse, se obsesionan con un colchón de 45.000 euros.
Carlos Chamarro ('La que se avecina', 'Camera Café'), que durante la función ejerce de narrador y de diferentes personajes que van guiando a la pareja a su antojo, define ‘Un buen colchón’ en una entrevista con Uppers como “un psicothriller viscoelástico”. Interpretar a diferentes personajes durante una hora y media no le ha supuesto ningún problema, “como actor siempre te enfrentas a los diferentes personajes que te toca hacer”, dice. Sí que ha intentado que la parte de narrador quedase bien diferenciada del papel del director, Israel Solà. Así que, para juzgar, invita a ir "a verla y veréis si lo hago bien o no".
¿Su mensaje te ha hecho reflexionar?
Es uno de los ganchos que tiene la obra. Es algo que seguramente todo el mundo ya se habrá preguntado, en qué punto de la sociedad estamos a nivel de consumismo, de desear cosas inalcanzables, de sueños no cumplidos. Habla un poco de ese materialismo económico que nos empuja a querer tener más de lo que igual realmente deseamos. Ese es un poco el mensaje de la obra y a mí personalmente es algo que siempre me ha hecho reflexionar. También porque cuando eres joven tiendes a sumar cosas en tu vida, a nivel profesional, social y demás, y luego llega una edad en tu vida en la que lo que quieres es simplificar, quitarte lastres y estar más cómodo y ligero.
¿Crees que como los personajes te obsesionarías por un colchón de 45.000 euros?
Jamás, también es verdad que eso va en proporción, porque tengo cierto criterio y cierto pragmatismo y en proporción a lo que gano sería inviable gastarme este dinero en eso, y te diría que ni en un coche ni en un ordenador ni nada. Las cosas materiales son utensilios que nos ayudan a hacernos la vida más cómoda, pero nunca me compraría un bolso de Hermès pudiendo tener una mochilita para llevar el monedero y las llaves.
Como sociedad, ¿nos obsesionamos demasiado con cosas que realmente no necesitamos o no son vitales?
Sí, más ahora con la entrada de las redes sociales en nuestra vida. Justo el otro día vi un documental muy interesante de gente que había trabajado en Facebook, en Google, en Instagram y en Twitter y me sorprendió mucho que contaban que contratan a matemáticos porque son los que desarrollan los algoritmos para que, dependiendo de cuáles son tus últimas 20 visitas en Google o tus últimas 20 visualizaciones en Instagram, ese algoritmo hace un denominador común de esas cosas y dice 'a esta persona, le gusta mucho los coches', por ejemplo, entonces te envían publicidad de ese tipo de productos. Me dio un poco de miedo porque a veces dices 'ay, qué casualidad, he visto un anuncio de motos y justo yo me quiero comprar una', y no es ninguna casualidad, es que no nos lo ponen con algoritmos y nos tragamos como moscas que van al azúcar.
¿Hay más obsesiones a los 20 o a los 50?
A los 20 porque estás empezando a vivir, a querer conocer cosas, a ser más curioso y a no importarte tanto el futuro. A los 50 lo que quieres es quitarte lastres, empiezas a ser más calculador y yo creo que hay más obsesión porque intentas discernir entre qué es lo que no te interesa en tu vida y lo que realmente interesa. A los 20 todo te da un poco igual, si viene un coche caro, pues un coche caro, si te vas de viaje, te vas de viaje, pero no piensas tanto en el futuro. Cuando es mayor quieres conservar más, por eso la gente se vuelve más conservadora en la palabra y creo que es de mayor que nos obsesionamos más. Aunque tienes también la certeza de que tienes más experiencia y no vas a caer tanto en la trampa como cuando eres joven.
¿También tienes esa parte obsesiva-consumista?
No, aunque me he comprado unos auriculares y ahora me acaban de llamar por teléfono y me he vuelto loco porque es mi primera llamada, no sé si tenía que hablar al móvil o si los auriculares me lo cogían bien. Sí que tengo de repente algún caprichito, pero tampoco soy un tipo muy de cosas tecnológicas. Soy más de pasear o tomarme un café, soy bastante baratito en ese sentido.
¿Qué te obsesiona a ti a los 50?
La única obsesión a esta edad es no dejar de tener trabajo. También me obsesiona que no me pueda tocar la lotería. Le damos la vuelta, mi obsesión es que me toque la lotería, por eso compro lotería (risas).
¿Hay algo de lo que te hayas encaprichado obsesivamente?
De la lotería se podría decir (risas). No, como te digo, de unos auriculares, porque a veces en la cama tengo el ordenador con unos cascos y como tengo una niña pequeña, está en la cuna y llora, así que te vas a ponerle rápido el chupete antes de que se despierte y entonces se desengancha el auricula. O si lo estás compartiendo con tu pareja y se levanta se engancha en el otro. Eso fue por lo que dije 'me tengo que comprar unos auriculares inalámbricos'. Pero vamos, que es un gasto bastante barato, no como un colchón de 45.000 euros, pero no se puede llamar obsesión, más bien una pequeña necesidad.
¿Y por lo que sí te plantearías pagar una buena cantidad de dinero?
Me compraría una máquina del tiempo e iría al futuro, miraría los últimos resultados del Euromillón, volvería el pasado y pondría esos números (ríe). Aunque no sé yo si luego, como todo es impermanente, cuando vuelves al pasado podrían cambiar los números por hechos de la vida.