La retirada del veterano presentador estadounidense ha marcado un precedente. El periodista y tertuliano político de 74 años presentaba su programa Hardball, de la MSNBC, cuando para (relativa) sorpresa de sus espectadores presentaba su renuncia en directo. Lo hacía tras protagonizar varias polémicas en los últimos días que, según apuntan diferentes medios del país, habrían llevado a la cadena a tomar la determinación de forzar su renuncia. La última de estas tenía lugar durante una entrevista con la senadora de Massachusetts y candidata demócrata Elizabeth Warren.
Durante la conversación, Matthews habría forzado a Warren a posicionarse públicamente sobre una denuncia por conducta sexista en el trabajo por la que el entonces candidato demócrata que acaba de presentar su renuncia, Michael Bloomberg, fue denunciado en los 90. Según demandaba la empleada, cuando informó al empresario de su embarazo, este le sugirió que "lo matara" en aras de conservar el puesto. Hecho a raíz del cual Warren aprovechaba para contar una experiencia similar que padeció en su puesto de trabajo en los 70. Matthews no solo se habría mostrado absolutamente incrédulo ante ambas víctimas (la denunciante y Warren), sino que forzó a la senadora a posicionarse con un insistente: "Entonces, ¿crees que él [Bloomberg] miente?" que en redes y otros medios fue tachado de impropio, machista y abusivo.
El episodio de Warren ya venía precedido por otros controvertidos comentarios sobre el candidato Bernie Sanders, cuyo despegue de éxito Chris Matthews equiparó con la invasión de Francia por los nazis en 1940 -Sanders, además, es judío-, pero sobre todo esa última polémica con la política sirvió como punto de inflexión para nuevas denuncias públicas. Días después, la periodista Laura Bassett contó con su columna Como Warren, yo también tuve mi propio encuentro sexista con Chris Matthews en GQ su experiencia de primera mano cuando en 2016 acudió al programa para hablar de las acusaciones sexuales contra Donald Trump y el presentador la acosó con sus comentarios machistas mientras estaba en la sala de maquillaje. "¿Por qué no me he enamorado de ti todavía?", "sigue maquillándola, me enamoraré de ella", le dijo además de otros comentarios sobre su vestido y preguntas sobre sus planes por la noche al salir del programa para acabar rematando dirigiéndose a la maquilladora diciendo: "Asegúrate de limpiar esto de su cara [el maquillaje] después del programa, no la inventamos para que luego un chico en un bar la mire así".
La experiencia de Bassett ha servido para que otras muchas mujeres que han pasado por el programa delante y detrás de las cámaras contaran su experiencia en redes haciendo su particular #MeToo y para tirar de hemeroteca. El "no se me permite decir esto pero lo diré de todos modos, eres guapa e inteligente" que le soltó en directo a Laura Ingraham, los comentarios racistas durante una entrevista a Kamala Harris y otros insultos misóginos con Hillary Clinton ("bruja", "diabla", anti-hombres") como destinataria recurrente, entre ellos.
"Después de una conversación con MSNBC, he decidido que esta noche será mi último Hardball, déjenme contarles por qué: las generaciones más jóvenes están listas para tomar las riendas. Los vemos en política, en los medios y en la lucha por sus causas. Están consiguiendo mejorar en los espacios de trabajo, me refiero a mejores estándares de aquellos con los que crecimos, estándares justos. Mucho de esto tiene que ver con la forma en que hablamos entre nosotros, los cumplidos a una mujer por su apariencia que algunos hombres, incluyéndome a mí, podrían haber pensado incorrectamente que estaban bien, nunca lo han estado. Ni entonces, ni ahora. Y por hacer tales comentarios en el pasado, lo siento".
El perdón de Matthews y su renuncia llegan apenas una semana después de que el tenor Plácido Domingo reconociera, tras meses negándolo públicamente, que las denuncias de dos docenas de mujeres del ámbito operístico por acoso sexual y abuso de poder en su entorno laboral durante años eran legítimas. Y lo hacía a través de un comunicado pidiendo perdón por el dolor causado a estas víctimas. Un perdón que se antojaba aún más necesario tras el descrédito que desde el entorno artístico y mediático se había brindado hacia las víctimas y al que el tenor desacreditaba a su vez reconociendo su mala conducta. Una caso del que, como apuntaba Miguel Ángel Bargueño en Uppers con este artículo, se pueden extraer valiosas lecciones sobre el machismo incrustado. "El mensaje de este referente cultural de 79 años, aceptando que provocó 'dolor' y que esas mujeres pasaron por trances desagradables, muchas veces viendo truncadas sus carreras por no aceptar acostarse con él, puede servir —si es que algo positivo se puede extraerse del caso— para reforzar el cambio de paradigma en lo que a masculinidad se refiere", escribía.
En Estados Unidos el #MeToo ha puesto sobre la palestra muchos más nombres que en el caso español consiguiendo sentencias judiciales que finalmente condenan a depredadores sexuales como Bill Cosby y Harvey Weinstein. Como explica la periodista Laura McGann en un artículo del medio estadounidense Vox, La misoginia de Chris Matthews moldeó el periodismo político durante una generación, esto supone que su reconocimiento público, desmantelando "la dinámica que obligó a Burnett y otras mujeres a sonreír a través de las conductas reprobables de Matthews y que cambió de dirección esta semana, supone un cambio a mejor para el periodismo político y para nuestra cultura en general", escribe. "Quizás los amigos de Matthews que lo elogian como un gran periodista estadounidense deberían considerar a las mujeres que defendieron la verdad como las verdaderas heroínas de esta historia", apunta también señalando la oleada de columnas que han salido en su defensa -como ocurría en España con Plácido Domingo- y sin perder de vista que esto aún son victorias excepcionales. Ahí están los casos de Louis C.K. o Matt Lauer que volvieron a sus trabajos impunes y entre aplausos tras las acusaciones de abuso y acoso sexual.
Lo que hay de asunción, verdad y responsabilidad en estos discursos de perdón es algo que solo saben quienes lo pronuncian. Pero que sus palabras, leídas y escuchadas por hombres de su generación y otras venideras puedan tener un papel positivo en el cambio, parece claro.