Isabel Pantoja y David Cantero, vidas cruzadas desde la muerte de Paquirri
35 años después de la muerte del torero Paquirri en Pozoblanco, el periodista y presentador de Informativos Telecinco repasa las casualidades que le han llevado a cruzar su vida con la de la cantante
"Durante la gala en Mediaset me tocó sentarme al lado de Isabel y pensé en todo esto, en los sorprendentes avatares del destino y en como éste ha cruzado nuestras vidas en varias ocasiones"
"Isabel ni lo imagina, como tampoco puede suponer que después de la tragedia, nuestras vidas volvieran a cruzarse varias veces por diferentes razones, como que un persona cercana enseñara a nadar en Cantora a su pequeño Francisco, a Kiko Rivera"
Si hay algo que distingue a un “Upper” es la experiencia acumulada tras unas cuantas décadas de vida. Son ya muchos años de vivencias, algunas para olvidar, otras inolvidables, todas imprescindibles para ser quienes somos, como somos. Es mucho tiempo conociendo gente de todo tipo, acumulando encuentros, cruzando vidas, unas de forma efímera otras más duradera. Personas que entran y salen, que deambulan por tu existencia durante un instante o durante un tiempo más largo, que van y vienen, que se quedan o pasan y no regresan jamás. Creo que nunca se sabe dónde puedes acabar sentado al final del día, al lado de quién.
Pensé en ello durante la gran gala a la que asistí el miércoles en la que Mediaset reunió a todas las estrellas de la cadena para presentar la nueva temporada. Entre esas estrellas estaba una mujer muy especial, una gran artista, la viuda de aquel torero legendario, Isabel Pantoja. Aquel día perdió al gran amor de su vida y de alguna manera, curiosamente yo lo viví de cerca. Nuca olvidaré aquel desgarro, aquella explosión de dolor y duelo en las calles de Sevilla. Junto a otros compañeros, a través del objetivo de las cámaras, fuimos testigos de la infinita aflicción que se respiraba en aquel multitudinario funeral.
Creo que nunca se sabe dónde puedes acabar sentado al final del día, al lado de quién
El otro día Isabel recordó aquellos trágicos días. Contó sus malos presagios, cómo pidió a Paquirri que tuviera muchísimo cuidado esa tarde, que no recibiera al toro a “porta gayola”, que no se arrimara demasiado, que midiera bien con el capote y la muleta, que lo hiciera por ella y por los niños. Pero salió dispuesto a triunfar, a arriesgar en la faena que cerraría la temporada. Sobre el albero olvidaba su condición de hombre para que el torero derrochara su arte y así se entregó en cuerpo y alma sin medir las fatales consecuencias que tendría su coraje. Él no pensaba que se jugaba la vida, pero sí. Aquel, como tantos, era un duelo a muerte, una partida fatal, y le repartieron una mala mano sobre el tapete albero y circular de la plaza cordobesa.
Durante la gala en Mediaset me tocó sentarme al lado de Isabel y pensé en todo esto, en los sorprendentes avatares del destino y en como éste ha cruzado nuestras vidas en varias ocasiones desde entonces hasta ahora, hasta reunirnos ahí, uno al lado del otro, en silencio. Seguro que ella ni lo imagina. No le dije nada de esto, sólo nos saludamos cariñosamente, con respeto, y atendimos a lo que sucedía sobre el escenario.
Aquel año, 1984, la tarde de aquel día, un 26 de septiembre, yo estaba de “guardia” en el centro de RTVE de Andalucía junto a un buen compañero y amigo, Jesús Taboada. Yo era entonces un joven reportero. Recuerdo preparar entre los dos el equipo para rodar esa corrida, nos había tocado ir a Pozoblanco. Cámara, trípode, cintas, baterías, cables, todo lo necesario para realizar un buen trabajo, uno más, era una salida rutinaria para el equipo, nadie podía imaginar lo que iba a suceder.
Cuando estábamos a punto de arrancar el coche ya cargado de bártulos, hubo cambio de planes, algo sucedió, no recuerdo bien qué, y se nos encargó ir a cubrir otro asunto más urgente, alguna noticia para el Telediario de la noche. Enviaron a rodar la corrida a un querido amigo y compañero, Antonio Salmoral (padre), el operador de cámara que entonces cubría toda la provincia de Córdoba y cualquier lugar de Andalucía donde lo enviaran. Un buen profesional y un buen hombre, una persona realmente entrañable que entonces trabajaba como autónomo para RTVE. La corrida no era una noticia urgente, era una simple cobertura para resumir después otra tarde de toros.
Era, insisto, la última de la temporada, la penúltima decía Paquirri, supersticioso como todos los toreros. Él hablaba con los toros, se entendía con ellos de alguna manera, era un diálogo de gestos, requiebros y recortes, golpes y caricias. Una vez dijo que a veces lloraba en silencio al entrar a matar. Esa tarde lloraron otros, la estocada mortal la dio el animal, uno de los afilados cuernos de “Avispado”.
"Cuando Antonio regresó a Sevilla con aquel documento impresionante por el que ya algunas cadenas americanas ofrecían millones, Jesús y yo, nos encontramos con él. Venía nervioso, muy impactado"
Antonio Salmoral fue quien finalmente rodó aquellas imágenes que dieron la vuelta al mundo, especialmente aquella secuencia terrible de la inexorable agonía de Paquirri, sus impactantes palabras: “Doctor abra lo que tenga que abrir, tranquilo…” mientras el médico intentaba contener la hemorragia y coser la herida de forma rudimentaria, a vida o muerte, en la pobre y mal dotada enfermería de la plaza de Pozoblanco. Al final, tras un agónico traslado en ambulancia por una carretera infernal, antes de llegar al hospital venció la muerte. Falleció el hombre y el torero se convirtió en leyenda de la Tauromaquia.
Cuando Antonio regresó a Sevilla con aquel documento impresionante por el que ya algunas cadenas americanas ofrecían millones, Jesús y yo, nos encontramos con él. Venía nervioso, muy impactado, emocionado, sobrecogido, perturbado por tener que revelar el trágico contenido de aquellas cintas. Nosotros fuimos los primeros en ver aquellas imágenes que más tarde impactarían y harían llorar a todos ante las pantallas.
Un compañero de producción las guardó en la caja fuerte del centro territorial a la espera de recibir órdenes desde la dirección en Madrid. Finalmente Antonio Salmoral cedió a TVE los derechos de las imágenes tras rechazar suculentas ofertas. Sólo pidió que su hijo, Antonio Salmoral Carreño, también un buen cámara, también un buen y querido amigo, tuviera por fin un contrato estable y duradero en la casa, en TVE.
Por poco no me tocó a mí estar en Pozoblanco y grabar esa mortífera corrida, la del último paseíllo de Paquirri junto al “Yiyo” y “El Soro”, en una plaza llena hasta la bandera. Pero sí me tocó vivir de cerca el drama de esa mujer joven y hermosa, deslumbrada de amor, que aquella tarde perdió de forma trágica su más poderoso y bello romance.
Isabel ni lo imagina, como tampoco puede suponer que después de la tragedia, nuestras vidas volvieran a cruzarse varias veces por diferentes razones, como que una persona cercana enseñara a nadar en Cantora a su pequeño Francisco, a “Kiko” Rivera, o que en un par de ocasiones con la cámara al hombro tuviera la oportunidad de estar sobre el escenario muy cerca de ella, mientras cantaba ante la multitud, ante un público entregado y fascinado por el arte y la voz de la genial tonadillera.
La vida da muchas vueltas, transcurre por donde quiere, siempre insólita y sorprendente, y a veces, al final del día, nos sienta al lado de una de esas personas con las que nos cruzamos una o más veces casi sin saber…