La detención de José Luis Moreno nos lleva a la delirante duda de cuál será, durante su ausencia, el destino de Macario, aquel paisano con boina y una buena pelambrera en las piernas, o del bueno de Rockefeller, el cuervo que nos dejaba atónitos con sus procaces movimientos pélvicos. Antes que empresario, Moreno fue ventrílocuo, una profesión que él mismo echó en el olvidó. Al recordar ahora a sus muñecos, los imaginamos en algún lugar oculto en su mediática mansión. "Cuando las marionetas terminan su obra vuelven a sus cajas. No se sientan en un sillón a leer un libro, sus ojos rodando como canicas sobre las palabras. Sólo son objetos, como un muerto en un ataúd. Si alguna vez llegaran a cobrar vida, nuestro mundo sería una paradoja y un horror en el que todo sería inseguro, incluido si somos o no meras marionetas humanas", dice el escritor Thomas Ligotti en 'La conspiración contra la especie humana', dejándonos los pelos como escarpias.
El oficio de ventrílocuo vive sus horas más bajas y quienes lo ejercen se pueden contar con los dedos de una mano. Sin embargo, hubo un tiempo, y no tan lejano, que gozaba de un espacio privilegiado en cualquier programa de variedades. En España, Mari Carmen y sus muñecos y Moreno fueron los ventrículos de mayor éxito sin necesidad de cuidar la cualidad más asombrosa de este arte: hablar con la boca cerrada. Ambos movían sus labios con absoluto descaro, pero funcionaban y tenían mucho tirón. Sus personajes representaban estereotipos de la sociedad de la época y sus discursos una caricatura de la España más profunda. Macario era el paleto que emigró a trabajar a Alemania en los años 70, mientras que su hermano Rockefeller enloquecía incluso al propio Moreno con sus diatribas políticas. El productor llegó a reconocer en alguna ocasión que durante un buen tiempo el cuervo le hizo las veces de psiquiatra.
Estos muñecos nos llevan a la pantalla del televisor en una España que ya suena vieja, incluso casposa, pero formaban parte de nuestro paisaje. Mari Carmen (78 años) conquistó a medio mundo con sus dotes y su extraordinario sentido del humor. Fue José Luis Moreno quien la descubrió cuando tenía solo 17 años. Su popularidad se fue agigantando y así vivió durante casi cuatro décadas. Su personaje principal, Doña Rogelia, era deslenguada, pícara e ingeniosa. Tuvo su gracia en época de censura, igual que el humor llano de Nicol, la chulería del pato o la pluma del león.
Ella sí conserva sus muñecos y se mantiene en activo con algunos proyectos y la edición de algún libro en el que repasa su vida. Del pato dice que está encantado con el virus porque se ha permitido no dar un palo al agua. De Doña Rogelia, que está muy cabreada con la situación. En cuanto a ella, cuando se le pregunta sobre el ocaso de su oficio, alega edadismo y lamenta que no se dé un espacio a los humoristas mayores y con experiencia. En televisión su presencia es cada vez más extraña y cuando presentan un espectáculo lo tienen que producir ellos mismos.
Moreno exploró nuevas posibilidades de negocio y, a la vista está, no le fue mal. Como ventrílocuos, son viejas glorias incapaces de sobrevivir al fenómeno de los monólogos, con profesionales como Dani Rovira o Leo Harlem a la cabeza. Los guiones de esta nueva forma de hacer humor sintonizan bien con el público y sus autores muestran una gran habilidad para adaptarse a los giros u ofrecer bromas de marca blanca si la situación se pone tensa. Es un formato que permite ser explotado en cualquier medio: televisión, radio, teatro… Su aceptación permite entender por qué cada vez es más difícil arrancar una carcajada con la boca cerrada. Hoy el trabajo de los ventrílocuos es complicado.
A pesar de que aquellas ocurrencias no encajarían ahora en los programas que lideran las audiencias, uno de los principales referentes del humor político más actual en Estados Unidos es el ventrílocuo Jeff Dunham (59 años), con millones de visitas en YouTube. Triunfa con varios muñecos parlanchines creados por él mismo a los que define como "malhumorados, políticamente incorrectos y descaradamente insultantes". Con sus datos de audiencia está consiguiendo reactivar la ventriloquía y promover una forma de arte que se creía muerta.
También en España tenemos dignas herederas de la ventriloquía, como Celia Muñoz, ganadora de la sexta edición de 'Got Talent España' gracias a las delicias de su muñeco Joselito. Por primera vez el público del plató fue el encargado de elegir mediante un dispositivo móvil a partir de los comentarios y valoraciones de los jueces. La concursante arriesgó con una actuación que ella definió como "ventriloquía mística" y resultó ser un aria cantada sin mover la boca. El mago, y ventrílocuo, Andreu Selvin, es otro firme defensor de estos muñecos parlanchines a los que ha rendido homenaje con su espectáculo 'Ni sí, ni-nots', una gala en la que también aparecen algunas de sus criaturas más singulares, como la Loli. Con ella practicó la ventriloquía desde la radio, siguiendo el legado de Toresky, con Miliu, y de Enric Casademont, con el travieso Pau-Pi, en Ràdio Barcelona
. Para Selvin, "lo importante es que el muñeco tenga vida".
El cine no ha dado buena imagen de los ventrílocuos. Su presencia no deja de tener un punto espeluznante. O ellos o sus criaturas a menudo se presentan como criminales, celosos peligrosos y seres repulsivos. Existe un miedo atávico hacia cualquier criatura inanimada que representa una figura humana. Puede ser un muñeco, un maniquí o una figura de cera. No es extraño que estos muñecos inquietantes, a veces siniestros, hayan inspirado películas, novelas y relatos de terror, como 'Wieland o la transformación', de Charles Brockden Brown.
En ese alter ego del artista siempre queda la incertidumbre de quién controla a quién o la posibilidad de que uno u otro acabe perdiendo el control. Los ventrílocuos encierran un misterio. Antiguamente los muñecos se esculpían en madera y su aspecto era aún más sobrecogedor. Uno de los ventrílocuos más populares fue Edgar Bergen, que triunfó en el siglo XX en el vodevil, la radio, la televisión y el cine con sus célebres personajes de ojos fijos. En esa época triunfaron otros artistas como Bob Neller, Shari Lewis o Wenceslao Moreno, más conocido como Señor Wences. Con 100 años seguía sorprendiendo con su títere Johnny en escenarios de todo el mundo.
Realmente este arte ya nació con pésima reputación. En el Antiguo Egipto los ventrílocuos hacían creer que poseían el don de invocar a los espíritus que se manifestaban con esa extraña voz que salía de sus entrañas. Desde entonces, los hechiceros y los adivinos usaron estas voces durante sesiones de espiritismo y adivinación muy lucrativas. Algunos murieron en la hoguera bajo la sospecha de estar poseídos por el diablo.