Es uno de los analistas económicos más reconocidos de nuestro país. En Uppers tenemos la suerte de disfrutar de Javier Ruiz todas las semanas en 'MoneyTalks', las charlas en las que nos baja a tierra la actualidad económica, pero ahora él también es noticia por la publicación de 'Edificio España. el peligro de la desigualdad', libro galardonado con el Premio Espasa 2022 en el que profundiza en la brecha económica que separa a los españoles.
En su ensayo, Ruiz divide el país en una especie de comunidad de vecinos en la que los pisos corresponden a las clases económicas: los ricos en el ático y los pobres en el sótano. "Un edificio en el que los más ricos ganan más y los más pobres cada vez tienen menos". Un edificio que necesita reformas urgentes para evita el derrumbe. Hablamos con él sobre las raíces de esa desigualdad, sus consecuencias y las posibles soluciones.
En el libro ya no hablas de las dos Españas, sino de cinco. ¿Cómo está construido este ‘Edificio España’?
Los cinco pisos del Edificio España son la metáfora de dividir en quintiles de renta a los españoles: en el sótano viven los más pobres, en el ático viven los más ricos y en el piso intermedio vive la clase media. El problema del edificio es que los pisos más altos cada vez tienen más y en el sótano cada vez se necesita más. La brecha de la desigualdad se ha abierto hasta niveles insoportables en nuestro edificio, en nuestro país.
En España tanto la pobreza como la riqueza se heredan ¿qué ha pasado con el ascensor social?
El ascensor no ha dejado de funcionar del todo, pero está muy averiado. Es lento y en ocasiones baja cuando debería subir. Ese ascensor social eran los impuestos (que tomaban de los que más tenían y daban a los que menos) y la educación (que debía servir para escalar en la escalera de los ingresos).
Tanto uno como otro sistema están fallando y últimamente hay impuestos que resultan regresivos, es decir, que cobran más a los que menos tienen y fórmulas educativas que perpetúan la desigualdad y hacen que los que ya tienen puedan perpetuarse arriba con educaciones de élite inaccesibles a los más pobres y que, simplemente, sirven para mantener la brecha.
¿Existió en los ochenta o era solo una idea?
En los años 80 se recortaron las brechas de desigualdad porque se crearon o modernizaron los grandes sistemas de protección social que todavía tenemos hoy: sanidad, educación y pensiones. Además, entre los años 50 y 80, los sistemas fiscales llegaron a cobrar entre un 80% y un 50% a los mil-millonarios que hoy apenas pagan un 8%. En aquellos años, países como Estados Unidos con presidentes como Roosevelt o Nixon vieron el mayor desarrollo económico que ha vivido jamás ese país y no se rompió nada. Nadie pensó que Nixon o Roosevelt fueran comunistas por aplicar políticas que hoy son tachadas de bolivarianas sólo por plantearlas.
¿Tiene arreglo?
Sí. La política importa y es necesario reparar la fiscalidad y la educación en este país. El problema es que para hacerlo es necesaria valentía política y no tengo claro que exista. Llevamos al menos dos reformas fiscales aparcadas en el cajón. A cambio, se aprueban parches y retoques que sólo aumentan la presión sobre los que tienen una nómina. Eso no es una reforma fiscal, eso es pereza fiscal… y genera hartazgo entre las clases medias.
¿No existe entonces la meritocracia en este edificio?
En el edificio hay más de herencia que de mérito. El suelo es pegajoso (el 55% de los hijos de pobres serán pobres, según los datos de la OCDE para España) y el techo también (los ricos tienen muy difícil caer de clase social incluso aunque fracasen en sus iniciativas empresariales). La herencia tiene más peso que el mérito en España.
¿En qué momento comenzó a generalizarse la desigualdad en nuestro país?
Siempre hemos tenido desigualdad, pero con las políticas de desprotección que se larvaron en los años 90 y con la explosión de la burbuja inmobiliaria aquí, fruto de esas políticas, la desigualdad se disparó a niveles que no hemos vuelto a controlar. Es imprescindible aprender del pasado para no volver a repetir los mismos errores en las crisis del futuro.
¿Qué es exactamente la igualdad de la que hablas?
Igualdad para mí no significa un reparto uniforme sino dar a cada uno según sus capacidades y según sus méritos. Para mí, igualdad significa igualdad de oportunidades.
Pero a día de hoy, si la fortuna de tus padres lleva más lejos que el trabajo de los hijos es que algo está roto. Igualdad significa que se pongan los medios para evitar que la cuna en la que uno nace determine la tumba en la que uno muere.
¿Cómo es posible que quienes más tienen paguen menos y quienes menos tienen paguen más?
Porque dos grupos de contribuyentes han escapado a la recaudación: los mil-millonarios y las grandísimas corporaciones. No hablamos de grandes nóminas (si uno tiene una nómina, por definición, no es rico) sino de grandes capitales a los que cuesta trabajo y tiempo tasar y a los que Hacienda ignora precisamente por esa dificultad. No puede pagar más impuestos (un 23%) la secretaria de Warren Buffet que uno de los hombres más ricos del mundo que apenas paga un 8%.
Además, las grandes multinacionales han creado esquemas de fiscalidad que les permiten escapar al pago de impuestos. El resultado es que las pymes acaban aportando lo que ellas no aportan. Tampoco puede ser que una frutería o un bar paguen más impuestos que un gran banco o una eléctrica.
El Covid al final sí que discriminaba entre ricos y pobres, y la inflación se está cebando sobre todo con las clases trabajadoras ¿Por qué los ricos salen a flote de todas las crisis?
Porque la rentabilidad del capital está siendo más alta que la del trabajo. Las nóminas suben un 2,6% pero la bolsa o las inversiones inmobiliarias son mucho más altas. Así que el resultado es que, en España, el secreto para hacer dinero es tener dinero.
Reivindicas la política como herramienta para estrechar la brecha social. ¿Es eso posible en el estado de crispación que vive la política y los políticos actuales?
Sí. La política importa. Las salidas de las últimas dos crisis han sido muy diferentes. Y es imprescindible pedir a nuestros políticos que recuerden para quién trabajan. Es legítimo el objetivo de llegar a La Moncloa pero deja de serlo si se hace a costa de carcomer las columnas y los cimientos de nuestro Edificio España.
Hay pactos que han hecho de este un gran país. Ponerlos en jaque no es inteligente a largo plazo ni rentable a largo.
¿Cómo podría resolverse la desigualdad en el ámbito de la educación?
Es imprescindible un programa masivo de becas para premiar a quienes quieren y pueden estudiar, pero no se lo pueden pagar. Necesitamos en La Moncloa a un presidente para la educación. Es mejor legislar con el Presupuesto que con el BOE aquí.
Y es necesaria también una inversión masiva en educación que impulse, especialmente, las ramas STEM (Ciencia, Tecnología y Matemáticas) porque el futuro de la competitividad se está jugando hoy en las universidades.
Si la desigualdad no es un problema exclusivo de España y también afecta a muchos países ¿se trata de un fenómeno inevitable?
Afecta a todos los países, pero no les afecta a todos por igual. Naciones tan cercanas como Francia han conseguido reducir esa brecha, mientras que países como Estados Unidos la han visto dispararse. La política importa y lo que se haga y lo que se evite volverá para perseguir a los gobiernos que tomen esas decisiones.
No es inevitable la miseria y tampoco viene un meteorito sobre la economía. El Reino Unido y Francia han tenido destinos diferentes con políticas distintas.
En el libro propones algunas recetas y medidas, pero ¿cómo se convence a los inquilinos del ático del edificio de que se deben solidarizar con los de las plantas inferiores?
Diciendo que la desigualdad no es rentable. Es necesario que las clases más bajas prosperen para que las clases más altas puedan crecer a corto plazo. Pero además, a largo plazo, la desigualdad extrema genera desigualdad: los que no tienen nada tampoco tienen nada que perder, de forma que la desigualdad genera inseguridad y termina incluso provocando averías en el sistema democrático.
Buena parte del auge de la ultraderecha se explica en ese desencanto con la política por parte de las clases más bajas. Así que a los ricos les conviene el bienestar de los pobres porque las llamas siempre empiezan en los bajos de los edificios pero, tarde o temprano, llegan al ático. Por estirar la metáfora, es mucho más caro blindar el ático que reparar el sótano social.
¿Qué pasa con el edificio si esos inquilinos del ático terminan haciendo las maletas y marchándose a otra parte?
Creo que se exagera ese “riesgo de mudanza”. Es verdad que personajes como Gerard Depardieu dejaron Francia con la subida de impuestos a los mil-millonarios para hacerse ciudadano ruso. Estoy seguro de que, a día de hoy, todavía se da cabezazos contra la pared por aquella decisión.
La democracia es cara y el precio no lo pueden pagar por igual quienes no tienen nada y quienes viven en la opulencia. En las sociedades modernas que paguen más los que más tienen no es una idea revolucionaria. Es de primero de economía y fiscalidad. Si hay millonarios que no lo ven así, las puertas de Rusia están abiertas.
¿En qué piso están los Uppers en este edificio con respecto a los jóvenes?
Los jóvenes están un piso por debajo de los Uppers sea cual sea la posición de cada uno de nosotros. La generación que viene detrás vive una precariedad laboral que no habíamos conocido jamás. Y el efecto se acumula. Si los salarios suben un 2,6% y los precios de la compra un 15,4% y los de la vivienda un 6%, las nóminas de los nuevos trabajadores están cada vez más lejos y no más cerca de poder comprar o de poder firmar una hipoteca.
Así que nuestra la generación Upper es, dentro de lo grave, una “generación afortunada” porque la generación siguiente es una “generación estafada”: han cumplido su parte del contrato social y ahora les esperan salarios de menos de 900 euros.
Un deseo para dentro de 20 años para este edificio
Que sus inquilinos tengan inteligencia y valentía suficiente para distinguir el bien del mal. Hacer lo correcto siempre es más difícil y siempre requiere más coraje.