Dos amigas tienen una tradición que cumplen felices y esperanzadas cada año. Una compra un décimo para el Sorteo Extraordinario de la Lotería de Navidad del 22 de diciembre en su empresa y la otra lo compra en Doña Manolita, la administración más famosa de Madrid y de todo el país. Después los comparten. En Uppers les hemos preguntado cuál es la mejor hora para comprar tu décimo de la Lotería de Navidad en Doña Manolita.
Madrid es la ciudad donde más veces ha tocado la lotería de Navidad. Aquí ha caído el Gordo, que reparte 400.000 euros al décimo, en 82 ocasiones. En 1816 inauguró su racha y, por ejemplo, en los últimos seis años, de 2016 a 2021, el primer premio también se ha repartido en la capital. Es cuestión de probabilidades, la lotería toca más donde hay mayor venta y Doña Manolita es una de las administraciones con más público y más venta de décimos sobre todo para este sorteo, así que, muchos años, alguno de los números que ha vendido es el agraciado. A los empleados que atienden esta administración les acribillan con la misma pregunta: ¿cuál es la mejor hora para venir?
Doña Manolita abre a las nueve en punto de la mañana y echa el cierre a las ocho y media de la tarde de lunes a domingo. Una hora antes de empezar la jornada ya hay mucha gente haciendo cola. Son madrileños, también de otras regiones que aprovechan su visita a la capital o vienen exprofeso en busca de la suerte y con la misma esperanza de hacerse ricos que las dos amigas.
Da igual que sea verano o invierno. Hay personas esperando para entrar y comprar desde que en julio pasado se pusieron a la venta los números para este sorteo. A medida que se fue pasando agosto y octubre, mientras avanzó noviembre y va ganando terreno diciembre la fila aumenta de forma proporcional a la cercanía del día señalado.
No hay respuesta a la pregunta de cuál es la hora donde hay menos clientes, la realidad es que siempre hay mucha gente, solo es necesario armarse de paciencia ante una fila de una hora, dos horas y hasta tres horas. En esa cola, tras tanto tiempo uno tras otro, se hacen amigos para un rato, se leen varios capítulos de una novela, se ve una serie en el móvil o se rastrean las redes sociales. Cada uno lo aprovecha o no como puede. Cuando por fin se compra el décimo la esperanza de poder pagar la hipoteca de la casa de un plumazo, comprarse un coche o irse a dar la vuelta al mundo es la recompensa del tiempo supuestamente perdido.
Es tal la afluencia de público en Doña Manolita que Google facilita esa información como si se tratara de un museo. Aparentemente, hay menos espera para comprar los fines de semana, al contrario que durante todas las mañanas de lunes a viernes. A la hora de comer tal vez desciende la cola y a las tres de la tarde vuelve a aumentar. Cuando se va escondiendo el sol y hace más frío, hacia las seis de la tarde, baja la afluencia porque la fila se hace en la calle con lo que podría ser un buen momento para acercarse. Lo malo es que uno se arriesga a que cierren la administración aunque siga habiendo cola.
Llama tanto la atención que hasta sale cada año en todos los medios de comunicación. También se hacen eco de las protestas de los propietarios de los comercios colindantes porque la fila para comprar en Doña Manolita tapona el acceso a sus tiendas y escaparates y dificulta el tránsito de los viandantes.
Doña Manolita no siempre ha estado aquí, en la calle del Carmen, en pleno centro de Madrid, a tres minutos andando del reloj de la Puerta del Sol que nos cambia de año. Este negocio lo abrieron Manuela de Pablo, conocida como Doña Manolita, y sus tres hermanas hace más de un siglo, en 1904, pero en la calle San Bernardo.
En 1931 se trasladó a la misma Puerta del Sol haciendo esquina con la calle Arenal y abrieron otra administración en la calle Gran Vía. Cuando Doña Manolita murió la sede de Sol pasó a una de sus hermanas y después a su hijo que la vendió a otra familia en 1987. La administración de Gran Vía continuó la tradición hasta que se trasladó a su ubicación actual en la calle de El Carmen en el año 2011. Actualmente, su propietario es Juan Luis de Castillejo y Bermúdez de Castro, conde de Cabrillas.