El yogur es uno de los alimentos que nos han acompañado durante toda la vida: desde el yogur de frutas de la infancia, pasando por el que se toma para matar el hambre en la oficina o el griego que completa un desayuno saludable.
Es importante tomarlo a diario por la cantidad de proteínas de alto valor biológico y porque trae bastantes aminoácidos esenciales, más que la leche, el queso u otros productos. Además, es rico en probióticos, es decir que este alimento aporta microorganismos vivos benéficos para el cuerpo y que influyen en la flora intestinal.
También ayuda a mejorar el tránsito intestinal porque el yogur tiene propiedades antibacteriales que expulsan los microorganismos no deseables del estómago. Y por otro lado, nos ayuda a la absorción de otros nutrientes y también refuerza el sistema inmunológico de forma natural.
Muchas personas los suelen consumir por la noche para favorecer una de las propiedades de la mayoría de ellos, que es regular el tránsito intestinal. Su especialización permite diferentes variedades destinadas a enriquecer el paladar de sus consumidores. Sin embargo, una investigación del Doctor Bernadette Moore ha desaconsejado tres tipos de yogures. ¡Los analizamos!
La sección de lácteos de la mayoría de grandes superficies rebosa de yogures desnatados con la supuesta etiqueta de más dietéticos o saludables. Ya sean con frutas, con mermelada, con sabores varios, de vaca, cabra u oveja, etc., suponen una mayoría en el expositor hasta el punto de que lo que cuesta verdaderamente encontrar son los yogures enteros de toda la vida, que tienen, por cierto, un porcentaje de grasa que no supera el 3%.
La demanda del consumidor va a favor de los desnatados, pero las evidencias nutricionales parecen obrar en la dirección contraria, y especialmente en la actualidad, cuando ha quedado demostrado que son los azúcares y no las grasas los responsables de la epidemia de diabetes y obesidad que estamos padeciendo.
Pero no solo el desequilibrio con los azúcares es causa de que los yogures desnatados sean poco recomendables. También hay que tener en cuenta que te hacen comer más, suben el colesterol malo y bajan el bueno, lleva a la pérdida de las vitaminas liposolubles presentes en la leche, sobre todo el retinol y en menor proporción la vitamina D y pueden inducirte a la osteoporosis.
Los expertos aportan que estos yogures contienen el doble de proteínas y de azúcar que un yogur clásico, con un 8% y 16% de proteínas, respectivamente. Este hecho hace que la consistencia más espesa y cremosa, lo que eleva su composición calórica.
Según la OCU, un yogur natural azucarado o aromatizado con sabores artificiales tiene de media un 10% de azúcar añadido, lo que equivale a entre 8 y 14 gramos por unidad -el natural apenas tiene 4 gramos-, el 20% de la cantidad máxima recomendada por la OMS. Son, por lo tanto, un producto con un contenido alto de azúcar añadido. No solo el “natural azucarado” lo es, como mucha gente sigue pensando. Por ello no son un alimento saludable.
Dentro de los yogures de sabores existen versiones que incluyen trozos de fruta, lo cual está bien, no tiene nada de malo. Lo único que sí debes saber al respecto es que la mayoría están enriquecidos con azúcar porque para proteger a la fruta que llevan, que se estropea pronto, suelen incorporar mermeladas en muchos casos -no todo ojo, pero en su amplia mayoría si llevan azúcar añadida por lo menos-. Además, su cantidad en fruta es muy baja, nada que se le parezca al concepto de “una ración diaria”. Para asegurar que sí lo es la solución es sencilla: prepararte tú un yogur natural o griego con fruta picada.
Es probablemente la opción más equilibrada. Aporta proteínas de alto valor biológico, pero no cuenta con muchas calorías. Además es fuente de probióticos. Estos microorganismos han demostrado colonizar selectivamente el tubo digestivo, generando beneficios sobre el huésped. Es importante que aparezcan en la pauta de manera regular para evitar alteraciones digestivas o de absorción de los nutrientes.
De todos modos, conviene siempre vigilar los etiquetados. Muchas veces los yogures naturales vienen azucarados, no siendo esta una buena opción. Tampoco es recomendable optar por los que concentran edulcorantes artificiales en su interior. El golpe a nivel de glucemia no será tan elevado y no cuentan con muchas calorías, aun así, dichos aditivos consiguen impactar de manera negativa sobre la microbiota a medio plazo.