De ser una excepción pasará a ser la regla. En unos cuantos años, los centenarios españoles pasarán de ser un grupo residual en el conjunto de la población a ser un colectivo importante en términos cuantitativos.
La última estadística del INE (Instituto Nacional de Estadística) sobre proyecciones de población estima que en 20174, dentro de cincuenta años, el número de personas en España que lleguen a los 100 años o más será de 245.153, cifra muy superior a la actua: apenas 16.863 personas. Este crecimiento de este sector de la población supone un incremento del 1.452% respecto al escenario actual. La proyecció, según explican desde el INE, se hace en base a las actuales tendencias de esperanza de vida, pero pueden cambiar. Ocurrió, por ejemplo, durante la pandemia, cuando la esperanza de vida en nuestro país retrocedió ligeramente a causa del covid.
Hombres y mujeres no cumplirán años por igual: según las estimaciones del INE, el total de hombres centenarios será de 51.381 frente a las 193.772 mujeres de 100 o más años.
En cuanto a los nacimientos, el INE estima que en 2074 el total de bebés será de 405.912 niños frente a los 322.602 actuales. A pesar de Este descenso, junto a crecimiento de la población centenaria supondrá una población más envejecida que la actual. Como muestra, otro dato: la población entre 20 y 64 años, que actualmente supone el 60,9 % del total y en 2051 pasaría a representar el 53,7%.
El aumento de la esperanza de vida no aumenta solo en el grupo de los centenarios. El porcentaje de población de 65 años y más actualmente se sitúa en el 20,4% del total. En 2055 alcanzaría el 30,5% y en 2074 sería del 30,3%. Es decir, 1 de cada 3 personas sería mayor de 65 años en los próximos decenios.
El aumento de la población mayor también afectaría a la tasa de dependencia, aunque no solo está formada por los senior. En el grupo de los dependientes entran tanto los menores de 16 años como los mayores de 65 que ya no coticen. Este grupo alcanzaría su proporción máxima en torno a 2052 con un 75,3% para ir disminuyendo hasta el 73,9% en 2074, una cifra que, sin embargo, sigue siendo muy alta: supone que, al menos, habrá tres españoles dependientes por uno activo en el mercado laboral.
El inevitable envejecimiento de la población que muestra el INE es objeto de estudio por sus implicaciones en la economía. Aunque cómo afecta el envejecimiento en la sociedad no impacta en todos los países por igual, ya que depende de factores culturales y de la estructura política de los estados, sí hay rasgos comunes que afectan por igual, teniendo en cuenta que el comportamiento de los senior, en sí mismo, puede ser un factor de cambio. ¿A qué comportamientos nos referimos? A los hábitos de consumo, los escenarios de jubilación, el sistema sanitario o el apoyo entre familias.
Cada una de estas variables tiene su impacto macroeconómico, como muestra el economista Ronald Lee en su estudio Macroeconomía, crecimiento y envejecimiento. El experto estudia las relaciones entre la población jubilada y la población activa y llega a las siguientes conclusiones.
Lee considera que el envejecimiento de la población no tiene por qué implicar una disminución del consumo. El aumento de la productividad, el incremento de la oferta de trabajo causado por el posible retraso de la edad de jubilación como consecuencia de la esperanza de vida, o los flujos internacionales de capital y comercio internacional juegan a favor del consumo. Es probable que existan grandes movimientos migratorios de población envejecida a países con población más joven, y eso supone un mayor crecimiento en esos países del consumo y del sector servicios. De esta manera, los senior ya no son una rémora para la economía, sino una parte activa.
El envejecimiento de la población conlleva igualmente el envejecimiento de las plantillas. Pero eso no significa que sean menos productivos o innovadores. Varios estudios señalan que el envejecimiento de la población no sólo tiene un efecto pequeño sobre la productividad media de la fuerza laboral, sino que, además, en los equipos en los que conviven trabajadores jóvenes y de mayor edad el número de errores cometidos en el proceso productivo dismiuye. La experiencia, por tanto, permite corregir fallos o anticiparlos.
Como señala este experto, la edad, en sí misma, no es un factor que juegue en contra del progreso social. La creatividad, la innovación y el progreso tecnológico no se ven afectados por esta variable demográfica, sino, al contrario, incentivados. La convivencia intergeneracional plantea desafíos en la educación, la sanidad y las ayudas públicas o privadas que, forzosamente, deben ser asumidos.
En última instancia, una mayor inversión en capital humano, el ajuste de los impuestos y las prestaciones de cara al envejecimiento de la población y el retraso de la edad de jubilación pueden ser las alternativas que permitan suavizar los posibles efectos negativos de una sociedad cada vez más longeva. El auténtico desafío, para muchos analistas, es lograr que a una esperanza de vida alta le siga una calidad de vida igualmente alta. En este sentido, la prevención de enfermedades asociadas al envejecimiento mediante la adopción de un estilo de vida saludable se erige en el asunto fundamental de los sistemas de salud. ¿Quién querría llegar a centenario viviendo como un enfermo?