Nuestros hábitos de consumo están cambiando. Ya nos dimos cuenta en plena pandemia cuando la locura del papel higiénico dejó a los supermercados sin este producto de primera necesidad. Luego fue el turno de la harina y la levadura. Aumentamos el consumo de alcohol, de patatas fritas… empezamos a hacer la vida de fuera, en casa. Ahora, aunque el duro confinamiento ha quedado atrás, seguimos con remanentes en una nueva normalidad en la que nos hemos vuelto más caseros, en algunos casos por obligación, debido al teletrabajo y en otros por elección, por curarnos en salud y por conciencia social. Un nuevo estudio, elaborado por el consorcio europeo EIT Food nos aporta datos reveladores sobre cómo hacemos la compra los españoles y qué hábitos hemos variado más.
En esto de ir a hace la compra, hay dos tipos de personas. Los que miran la fecha de caducidad de todo, que es lo que deberíamos hacer para evitar el desperdicio de alimentos, y los que nunca lo hacen. Este segundo grupo, cada vez es menor. Según los datos aportados por los investigadores, más de la mitad de los adultos españoles reconocen ser más cuidadosos ahora al planificar las compras, teniendo en cuenta que, de media, cada uno desperdiciamos 25 kilos de comida al año, siguiendo el panel de consumo del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Además, el 46% comprueba más la fecha de empaquetado y caducidad de lo que adquiere.
¿A qué se debe esta tendencia? Desgraciadamente la investigación aporta otros datos menos alentadores. Sitúa a nuestro país entre los cuatro estados europeos con más dificultades económicas causadas por el coronavirus, es más, tres de cada diez perdieron parte o la totalidad de sus ingresos durante la crisis sanitaria y por eso, aunque sigamos consumiendo, lo hacemos con más cabeza y comprar productos con una caducidad amplia, para que no se estropeen en la nevera, entra cada vez más en la ecuación. Además, el 35% de los encuestados asegura que ahora tiende a comprar productos más baratos.
Nuestra lista de la compra también ha variado. Desde que comenzó la pandemia nos preocupamos más y optamos por productos saludables, así lo afirma la mitad de los encuestados. Los alimentos que más han aumentado sus ventas en nuestro país son las frutas, un 32%, las verduras y las legumbres, un 27%, y los lácteos un 24%.
Mucho ojo cuando mires las etiquetas del supermercado porque encontramos dos referencias que no son lo mismo. Por un lado, tenemos el consumo preferente que indica que, pasada la fecha sugerida, la calidad del producto ha podido reducirse. Es decir, que puede haber perdido alguna de sus propiedades o su sabor u olor han variado. Pero no representa ningún riesgo para la salud consumirlo, nuestro organismo lo va a digerir igual antes que después. Es el caso de las conservas, las legumbres, los encurtidos, la mayoría de los quesos, sobre todos los curados, los huevos…
Por otro lado, encontramos la fecha de caducidad, que indica hasta cuándo un alimento es seguro. En este caso, el alimento no debe ser ingerido porque puede provocar daños en la salud y hay riesgo de intoxicación. Es lo que ocurre con la mayoría de los productos frescos como la carne o el pescado, los lácteos frescos o los productos envasados al vacío.
En los yogures, encontramos ambas etiquetas, en función del fabricante y de los aditivos. Esto ocurre porque, aunque se trata de un producto muy ácido, que no debe ponerse malo, el problema viene de todos los demás ingredientes que lo componen. Según la Academia Española de Nutrición y Dietética asegura que, si se ha mantenido bien refrigerado, se puede dar un plazo orientativo puede ser de entre dos y tres semanas después de la fecha recomendada, siempre y cuando esté en buenas condiciones, para ser consumido.