La palabra macrogranja es una de las que más se escuchan y se buscan en Google en este primer mes de 2022. También los ganaderos se han convertido en protagonistas involuntarios de la actualidad desde las declaraciones de ministro Alberto Garzón al diario 'The Guardian' a finales de 2021.
Sobre la mesa, hay tres intereses que les involucran: medioambiente, calidad del producto y bienestar animal. El foco está puesto en la ganadería intensiva de las macrogranjas, basada en la mayor producción con menor coste y causante casi el 15% de las emisiones de gases de efecto invernadero, según el informe de FAO 'Soluciones ganaderas para el cambio climático'.
Los ganaderos más pequeños están especialmente inquietos. Quieren desmarcarse de esta polémica y dejar bien claro que su sistema de ganadería extensiva nada tiene que ver con la que ahora se está señalando. Nos acercamos a una granja familiar de la sierra norte de Madrid para ver cómo están viviendo sus propietarios este debate político y social.
Los hermanos Izquierdo, Jorge y Ángel, atienden una granja familiar en Colmenar Viejo que sigue la tradición centenaria de ganadería extensiva. Las vacas y ovejas, de raza churra colmenareña, autóctona de Madrid, pastan a sus anchas. "En algunas épocas del año reciben una ayuda de pienso, ya que por el clima o por escasez el pastoreo es insuficiente. No usamos hormonas, ni ningún sistema de engorde por estabulación", explica Jorge. Están convencidos de que este es el modo de "armonizar la producción con la sostenibilidad, el bienestar animal y el control de los recursos y también de obtener una carne de calidad".
La granja ha ido pasando de padres a hijos desde hace al menos cinco generaciones, pero cada vez ven más difícil el siguiente relevo generacional. Por eso, no les gustaría que la polémica política y los intereses particulares de unos políticos y otros dañasen aún más a este sector.
En su opinión, se debería aclarar, en números, qué es una macrogranja -porque ni ellos mismos lo saben-, y señalar a aquéllas que utilizan prácticas de maltrato animal, contaminantes u ofrecen carne de mala calidad. "Sobre todo para diferenciarlas de la gran mayoría, puesto que es incuestionable que España vende una de las mejores carnes. Los ganaderos más modestos no tenemos más inquietud que el bienestar de los animales y la calidad del producto. Nos jugamos mucho".
No hay una definición oficial, pero en general se considera macrogranja si supera las 10.000 cabezas y los animales se crían estabulados y a base de piensos con el fin de obtener el máximo provecho. Según el Ministerio de Agricultura, hay 115 explotaciones con más de 626 vacas lecheras, unas 2.400 granjas con más de 2.000 plazas de cerdo de engorde de 30 kilos y 550 con más de 40.000 plazas para aves de corral. Mientras el número de explotaciones porcinas reducidas cayó un 30% en la última década, las más grandes han crecido un 3%. En diez años, España ha pasado de tener 25 millones de cabezas de ganado porcino a registrar 32 millones.
La ganadería intensiva está ganando peso en todo mundo, puesto que la demanda de alimento es cada vez mayor. En nuestro país hemos pasado de producir poco más de un millón de toneladas anuales de carne en los años 70 a sobrepasar los siete millones de toneladas en la actualidad.
Las granjas familiares no abastecen a todo el planeta. Producir en abundancia y al menor coste solo se consigue si se hace a gran escala. La mejora de la tecnología y los controles sanitarios están permitiendo que las grandes instalaciones alberguen miles de cabezas de ganado bovino o porcino en un espacio reducido. En la cría de pollos pueden alcanzar el millón. Bien diseñadas, no deberían ser negativas ni producir mala carne, ni tampoco atentar contra el bienestar de los animales. La realidad en algunas es bien distinta.
La ganadería aviar y porcina intensiva es la responsable de un 38% del metano, un potente gas de efecto invernadero, aunque de vida corta, y de un 24% del óxido nitroso emitido en España, otro gas de efecto invernadero, de larga duración, que también desprenden los fertilizantes sintéticos de la agricultura.
España tiene abierto un expediente sancionador de la Comisión Europea por no haber adoptado medidas suficientes para combatir la contaminación por nitratos de los residuos agrícolas y ganaderos. Las causas directas son el uso de fertilizantes industriales y los purines (excrementos) generados en las macrogranjas.
Mal gestionadas, pueden generar problemas de contaminación del agua y de las tierras. En septiembre de 2021, el vertido de 200.000 litros de purines desde una macrogranja al río Porta Ferreiros provocó un corte de suministro de agua en Santiago de Compostela y otros municipios más pequeños.
El Consejo General de Colegios Veterinarios asegura que la ganadería industrial cumple las normativas europeas y nacionales de bienestar animal, tanto en la granja como en el transporte y el matadero. Organizaciones ecologistas, sin embargo, han denunciado que fomenta el hacinamiento extremo, la cosificación de los animales y el trato cruel. Greenpeace ha manifestado que en las granjas porcinas el número de incumplimientos es muy alto y demasiado escasas las inspecciones y sanciones.
La carne procedente de animales criados en granjas industriales españolas es sometida a rigurosos controles durante toda la cadena de producción y distribución, si bien no existen sistemas que permitan compararla de forma objetiva con la de la ganadería extensiva. El comisario europeo de Agricultura, Janusz Wojciechowski, ha declarado que no es de menor calidad que la del resto de la UE.
De momento, no hay una normativa específica que regule tal convivencia, a pesar de que en la España vaciada no dejan de crecer las granjas industriales. Aparte de la difícil supervivencia junto a los colosos, uno de los mayores escollos para los más pequeños son los purines. El ganado no quiere comer donde se acumulan excrementos. A esto se suma la contaminación de las aguas, emisiones de efecto invernadero o uso abusivo del terreno. Jorge Izquierdo añade otro riesgo más: "Si desaparece el pastoreo extensivo se empobrecerán nuestros montes y favorecerán los incendios en verano por no eliminar a tiempo las malezas". Estas y otras preocupaciones han llevado a 300 mujeres a unirse a Ganaderas en red para defender la ganadería extensiva y familiar frente a las granjas industriales.