A todos nos ha pasado. Hemos abierto el frigorífico y hemos visto una fruta que empieza a tener unas manchitas verdes y blancas, moho. En ese momento tenemos dos opciones, lo tiramos, o, lo que hacemos la mayoría, cortamos esa parte que ya no está en perfecto estado y nos comemos el resto. En nuestro país, el año pasado, cada adulto tiró una media de 25 kilos de frutas, hortalizas y lácteos, según los datos del panel de consumo del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Unas cifras alarmantes, como también lo es comer la comida en mal estado. ¿Te has planteado que quitar ese pedazo y comer el resto pone en riesgo tu salud? Sentimos decirte que así es. Te explicamos las razones por las que debes dejar de hacerlo ya.
Nuestros ojos nos dicen una cosa y la ciencia otra. El trozo que no está pocho parece tener la misma textura, color y olor que cuando compramos la fruta, pero el microscopio nos revela la realidad. Según alerta la Organización Mundial de la salud, cuando el moho aparece, los alimentos son invadidos por toxinas fúngicas que se extienden por toda la pieza a gran velocidad. Por eso, aunque no lo parezca estás ingiriendo hongos de los géneros Aspergillus, Fusarium y Penicillium.
Sin embargo, el proceso no es el mismo en todos los alimentos. Es especialmente peligroso en alimentos húmedos y de una textura suave, ya que las toxinas penetran más fácilmente en ellos. Es el caso de algunas de las frutas y verduras más consumidas: manzanas, peras, tomates, cerezas, fresas… pero no solo en ellas, también ocurre con las carnes, las pastas ya cocinadas, el pan de molde, los yogures o la mermelada.
El problema de estas micotoxinas que aparecen en estos alimentos es que son sustancias producidas por hongos que, una vez quitamos la parte en mal estado, ni se ven, ni huelen, ni tiene sabor. En cambio, sí pueden derivar en una intoxicación crónica o aguda. Los expertos recomiendan desechar la pieza entera, en cualquier caso, sobre todo si ocupa más de un tercio de la superficie.
Es importante recalcar también que estos hongos no mueren cuando se someten a altas temperaturas, por lo que tampoco debemos utilizar estas frutas para hacer mermeladas, tartas o compotas. En el caso de que haya otras frutas o verduras que han estado en contacto con ellas, también hay que tirarlas porque, probablemente, tengan el mismo problema.
Sin embargo, hay otros alimentos para los que el moho es un gran aliado. ¿Qué pasa con el queso azul y el camembert?, te preguntarás. Es cierto que para su elaboración se utilizan determinados microorganismos, pero en este caso ya está comprobado que no suponen un riesgo para la salud del que los consume. En otro queso, como el manchego duro, el proceso de reproducción de estas toxinas es mucho más lento, por lo tanto, en este caso, dada la consistencia del alimento, sí podríamos eliminar el moho y comernos, tranquilamente el resto de cuña. Con el jamón curado, también ocurre lo mismo.
A largo plazo, y más con condiciones climáticas húmedas, es normal que el moho aparezca en la mayoría de los alimentos con el tiempo. Pero hay determinados consejos que puedes seguir para posponerlo lo máximo posible. Primero es importante que esté si conservas el alimento fuera de la nevera sea en un ambiente fresco y seco, si tiene que estar refrigerado, en cambio, es muy importante que mantengas el frigorífico limpio y no pongas en contacto alimentos cocinados con otros frescos. Por último, si vas a guardar sobras, siempre hazlo en un recipiente hermético y nunca lo consumas más de cuatro o cinco días después. Desde Uppers te recordamos lo importante que es comprar con cabeza y evitar el desperdicio de alimentos.