Mucho se ha hablado del aceite de girasol en las últimas semanas. Desde el estallido de la guerra de Ucrania el pasado mes de febrero, multitud de supermercados han limitado la venta de este producto como respuesta a la demanda atípica de los consumidores, que han comenzado a hacer acopio de botellas y botellas de este aceite por miedo a un posible desabastecimiento.
Algunos supermercados, como Mercadona o Carrefour, han restringido la venta del aceite de girasol a cinco litros por persona. Otros, como Consum o Makron, la han reducido a tan solo una botella por persona. Además, se ha experimentado un fuerte aumento en el precio de este producto, que ha subido un 13% en lo que va de año.
A pesar de que las cadenas alimenticias han llamado a la calma a los consumidores, descartando que pueda haber un desabastecimiento a corto plazo, existe un cierto nerviosismo entre la población, que teme tanto a la posible escasez como al aumento de los precios.
El complejo escenario en el que se encuentran los supermercados ha puesto de manifiesto la dependencia que tiene España al aceite ucraniano. Según los datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, España importa anualmente unas 500.000 toneladas de aceite de girasol de Ucrania, una cifra que, según los expertos, representa alrededor del 60% del total de las importaciones que se realizan de este producto.
Esta dependencia puede llamarnos la atención si atendemos a la propia producción de aceite de girasol que hay en nuestro país y a nuestras exportaciones de este producto. Actualmente, se calcula que nuestro país genera entre 250.000 y 300.000 toneladas de aceite de girasol al año, siendo Sevilla, Cuenca y Burgos las principales regiones productoras. De acuerdo a los datos del Ministerio de Agricultura, además, en 2020 España exportó aceite de girasol por un valor de 21,42 millones de euros, aunque, eso sí, importó 458,62 millones.
Teniendo en cuenta, además, que en España el uso del aceite de girasol en nuestros hogares es significativamente inferior al uso de aceite de oliva, del que somos uno de los principales productores, ¿a qué se debe esta dependencia al aceite ucraniano? ¿Por qué importamos si nosotros también producimos?
Detrás de esta incógnita, hay varios motivos. El primero es que el uso del aceite de girasol no es tan reducido como se pueda pensar al mirar al consumo de los hogares, ya que este producto también se utiliza en la hostelería, la restauración y en la propia industria alimenticia a la hora de preparar diversas conservas y snacks, entre otros.
De acuerdo a los datos del Ministerio de Agricultura, en 2020 el consumo de aceite de girasol en los hogares españoles fue de 184.000 toneladas, una cifra que se podría abastecer con la producción nacional. Sin embargo, si se incluyen otros sectores como la hostelería y la restauración, por ejemplo, este consumo aumenta hasta casi las 400.000 toneladas.
A pesar de que nuestro país genere aceite de girasol, las cifras españolas están muy lejos de las de Ucrania, el mayor productor de aceite del mundo, y de las de Rusia, que ocupa la segunda posición. Actualmente, se calcula que ambos países generan más de la mitad de la producción de aceite de girasol mundial, sumando, entre ambos, casi 10 millones de los 16 que se producen anualmente, de acuerdo a los datos de la FAO.
La producción anual de España no daría, por tanto, para cubrir la demanda nacional. Se quedaría corta. Además, según han señalado los expertos en LaSexta, también resulta más cara que la ucraniana, dada la diferencia de salario que hay entre ambos países, la calidad en el cultivo y la seguridad alimentaria. Como consecuencia, y a pesar de nuestra propia producción y del consumo de aceite de oliva, es necesario recurrir al aceite de Ucrania para poder dar respuesta a la demanda nacional. Ahora la pregunta es ¿cómo se podrá reducir esta dependencia?