Todos soñamos con hacernos ricos. Fantaseamos con la idea de despertarnos un buen día, mirar nuestra cuenta corriente y descubrir que, como por arte de magia, han aparecido un par de millones que nos permitirán dejar ese trabajo que tan poco nos gusta y dedicarnos a, sencillamente, vivir la vida.
El dinero nos abre puertas, es la llave del mundo real. Por mucho que intentemos convencernos de que no da la felicidad, lo cierto es que sin él somos mucho menos libres y más infelices. Pero ¿cuánto necesitamos ganar cada mes para ser realmente felices? Según la ciencia, mucho más de lo que ganamos actualmente.
La relación entre el dinero y la felicidad es un tema que en los últimos años ha llamado la atención de distintos investigadores. Hace diez años, un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences concluyó que los ingresos con los que las personas podían sentirse plenamente satisfechas con sus vidas se situaban en torno a los 75.000 dólares anuales, o lo que es lo mismo, 58.000 euros al año.
Tiempo después, en 2018, la Universidad de Purdue, Indiana, realizó un estudio de una encuesta elaborada por la Gallup World Poll en la que participaron más de 1,7 millones de personas de 164 países y estableció que, en realidad, el salario medio ideal para ser felices oscilaba entre los 60.000 y 75.000 dólares anuales, es decir, entre los 49.000 y los 62.000 euros, aproximadamente. Además, los investigadores señalaron que cuando el sueldo sobrepasa los 90.000 dólares (75.000 euros) por año, aparecen distintos factores que pueden minar nuestra felicidad, como la insatisfacción material o las comparaciones con otros más ricos.
Más recientemente, en 2020, un estudio de la Universidad de San Diego corroboró que el dinero sí aporta felicidad y que aumenta de forma progresiva en función de nuestro sueldo, pero solo hasta que se alcanzan los 75.000 dólares anuales (es decir, unos 65.000 euros). A partir de aquí, no experimentamos emociones distintas si ganamos dos mil o veinte mil dólares más.
Visto lo visto, no cabe duda de que en España estamos muy lejos del salario ideal del que tanto hablan los científicos. En nuestro país, donde los precios de los alquileres están por las nubes y la precariedad laboral es una realidad para millones de personas, el salario medio se sitúa en torno a los 24.000 euros, según un estudio del INE publicado en septiembre 2020 y elaborado con los datos de 2018, o lo que es lo mismo: al mes, cada español gana una media de 1.808,93 euros.
Si comparamos la media de nuestro país con la media marcada por los científicos, podemos ver que, claramente, nos faltan varios miles de euros para alcanzar la felicidad soñada, algo que, unido a la falta de oportunidades laborales, tal vez pueda explicar el pesimismo que lleva años asolando a nuestra juventud.
Para más inri, en julio de 2020 la compañía financiera Raisin UK comparó los índices de felicidad con los salarios medios de los veinte países más felices de todo el mundo (donde no, España no estaba) y reveló que la media de sueldo en estos lugares es de 64.000 libras anuales, es decir, en torno a 73.000 euros.
Esta cifra supera en 49.000 euros a la media anual de nuestro país. Peor aún, Italia, el último país en el ranking de felicidad elaborado por la compañía inglesa, tiene un salario medio 6.000 euros más alto que el nuestro, por lo que ni siquiera nos acercamos al último.
¿Quiere decir esto que solo necesitamos dinero para ser felices? No. Un sueldo digno que nos permita vivir con libertad, ahorrar y no preocuparnos por si llegamos o no a fin de mes nos ayuda a ser felices, tal y como han demostrado los científicos, pero como para ganar dinero también tenemos que trabajar, hay otros factores que también pueden afectarnos a la hora de que nos sintamos satisfechos.
Eso es lo que revela la VIII Encuesta Adecco sobre Felicidad en el Trabajo, que pone de manifiesto la importancia que tiene la flexibilidad horaria, las buenas relaciones con los compañeros y un buen jefe a la hora de que seamos felices en nuestros puestos de trabajo. Y es que al final, todo suma.