En la búsqueda de recursos para rebajar las facturas de los suministros básicos en casa los grifos eléctricos se presentan como una solución. Hace tiempo que se comercializan, pero sus ventas se activaron cuando el precio de la luz se había disparado, y ahora que ya es necesario encender la calefacción, con el gas o el gasóleo por las nubes. En Uppers vamos a describir qué es un grifo eléctrico, cómo funciona, cómo puede ayudarte a ahorrar un grifo eléctrico y en qué situaciones conviene instalarlo.
En realidad, los grifos eléctricos no son una nueva revolución tecnológica porque están en el mercado hace décadas. Su instalación es habitual en países y regiones con climas cálidos donde no es común que las viviendas dispongan de una instalación eléctrica o de gas para calentar el agua y tampoco cuentan con sistema de calefacción con su caldera y los radiadores correspondientes.
En España, prácticamente todas las viviendas tienen agua caliente centralizada, motivo por el cual no han sido necesarios estos grifos. La pregunta es si con la instalación de grifos eléctricos en la cocina, en el lavabo y en la ducha se reduce la factura de la luz o del combustible que calienta el agua a través de una caldera o de un termo.
Un grifo eléctrico es como uno convencional con una maneta con dos posiciones: una para el agua fría y otra para el agua caliente. La diferencia principal es que dispone de un sistema para calentar el agua directamente, sin que provenga de la caldera, del termo eléctrico o de un tanque de pequeñas dimensiones. Cuenta con una resistencia que es la que eleva la temperatura del agua fría hasta los 60 grados dependiendo de la presión, cuanta menos presión más grados y cuanta más presión menos grados.
Esa resistencia necesita una toma eléctrica de 220 V para funcionar por lo que el grifo requiere estar cerca de un enchufe. También incorpora un visor que muestra la temperatura exacta a la que sale el agua del grifo. En unos segundos la resistencia la calienta y para graduarla basta con jugar con la presión abriendo poco o mucho el grifo. Se comercializan varios modelos con el caño rígido para el lavabo, con manguera y alcachofa para la ducha o de caño flexible para el fregadero de la cocina. Eso sí, abultan un poco más que los tradicionales porque incorporan esa resistencia que calienta el agua.
La instalación de estos grifos eléctricos es sencilla conectándose a la toma de agua por un lado y a la toma eléctrica por el otro. En las cocinas de nuestro país es habitual que haya tomas de luz junto a las de agua bajo el fregadero para el lavavajillas o la lavadora. Sin embargo, en los baños los enchufes suelen colocarse a un lado del lavabo y en altura para conectar el cepillo eléctrico, la maquinilla o el secador. No es frecuente colocar enchufes bajo el mismo lavabo y menos aún junto a la ducha o la bañera.
De este modo, sería fácil poner en marcha un grifo eléctrico en cualquier cocina, pero en el baño, aunque se podría solucionar alargando el cable eléctrico, si se quiere ser pulcro y esconder el cableado habría que empotrar los enchufes. Para ello se necesita abrir rozas y cerrarlas después, algo fácil y más económico cuando las paredes son pintadas y complicado y caro si son de azulejos.
En cuanto a los precios de un grifo eléctrico son muy asequibles; hay modelos disponibles desde unos 25 euros que suben hasta los casi 90 euros dependiendo de las marcas y los materiales. Por ejemplo, son mejores los de acero inoxidable.
Los expertos apuntan que este tipo de grifos son útiles como respaldo a los calentadores de agua que funcionan con placas solares o en segundas residencias. También los aconsejan para aquellos espacios con instalaciones limitadas como un baño de servicio, un garaje, un cenador en el jardín o una casa prefabricada o de madera. En estos casos, no es rentable dotarles de una caldera o de un termo eléctrico. Además, a la hora de comparar gastos, es más barato calentar solo el agua que se va a utilizar a través del grifo eléctrico que el consumo que genera cualquier termo cuya función es mantener el agua siempre caliente y a una temperatura concreta. Por una parte, no se derrocha el agua esperando a que salga caliente y por otra no se depende de la capacidad del termo.