La brecha entre generaciones no para de crecer. Los hogares cuyos cabezas de familia tienen más de 65 años acumulan más dinero en el banco y generan más renta que los de menor edad, que ven cómo su riqueza no deja de reducirse. No deja de ser lógico que quienes han tenido más tiempo a lo largo de su vida para acopiar ahorro tengan más activos, pero las diferencias se han ensanchado drásticamente en los últimos 20 años. ¿Qué ha sucedido en este tiempo?
Pues en primer lugar una crisis financiera que empobreció a toda una generación que se incorporaba al mercado laboral justo en ese momento y que le cortó el acceso al ladrillo, la verdadera fuente de riqueza en España. Y después una pandemia que aún perjudicó más a los jóvenes. Por el contrario, los mayores mantienen unos niveles de riqueza superiores a los del resto, en parte porque se beneficiaron del ciclo inmobiliario y las propiedades que compraron o heredaron en su momento se han revalorizado drásticamente.
El retrato que deja la Encuesta Financiera de las Familias (EFF) del Banco de España es clarificador. En 2022, el patrimonio que acumulaban las familias de mayor edad ascendía en promedio a 442.257 euros, casi seis veces más que las generaciones más jóvenes, que apenas cuentan con 77.500 euros de riqueza en promedio. De hecho, la mitad de las familias menores de 35 años tienen una riqueza acumulada que no supera los 20.000 euros. En comparación con 2002, la renta de las familias más jóvenes es ahora un 20% más baja: de 41.711 euros de media se ha reducido a 33.930.
Sin embargo, los ingresos de las familias de más de 65 años son más elevados ahora, en parte porque quienes se están jubilando han tenido carreras laborales más extensas y tienen derecho a cobrar pensiones más generosas. Tampoco se puede olvidar que aunque esas pensiones llegaron a estar congeladas no se produjeron recortes y en los últimos años el Gobierno las ha blindado.
El Banco de España señala dos enormes lastres que impiden el progreso de las finanzas de los menores de 35 años. Por un lado, la baja calidad del empleo del que disfrutan. Por otro, el encarecimiento de la vivienda desatado en las grandes áreas urbanas, zonas en las que más ha aumentado la concentración de jóvenes. Y a esto hay que sumarle que los bancos son mucho más exigentes a la hora de conceder hipotecas.
En 2002, dos de cada tres hogares en los que el cabeza de familia era menor de 35 años tenía vivienda en propiedad. Veinte años después, la proporción es de solo el 31,8%. Es una caída de 37 puntos entre las generaciones anteriores y las de ahora. Mientras, los hogares de más de 65 años son propietarios de su vivienda en más del 83% de los casos. Es más, aumenta el número de hogares con edades superiores a los 55 años que tiene otras propiedades inmobiliarias. Más de la mitad de ellos poseen una segunda vivienda, una plaza de garaje, un local o un terreno.
Los jóvenes se quedan atrás y la movilidad social es cada vez más reducida. ¿Cómo se puede reconducir esta situación? El analista económico Javier Ruiz apunta en 'MoneyTalks' a dos soluciones: fiscalidad y educación. "Solamente la educación sirve de ascensor social. A mayor nivel de estudios, mayor nivel de ingresos. Claro que hay excepciones, pero son las menos", concluye Ruiz.