Decía Homero que al necesitado no le conviene ser vergonzoso. La vida que bulle en estos momentos en los Montes de Piedad corrobora que el consejo del poeta griego ha sido, desde entonces, santo y seña cuando llegan vacas flacas. Aunque llevan más de 300 años en nuestras ciudades, la pandemia ha dado un buen empujón a estas entidades. Su funcionamiento es muy simple: el ciudadano muestra la joya que desea empeñar, un gemólogo profesional la tasa y el cliente recibe un crédito del 60% de su valor a cambio de dejarla en custodia como garantía. El dueño no pierde la propiedad. Pasado un año, la recuperará si ha devuelto el crédito, prorrogará el contrato o renunciará a ella, lo que significa que la joya saldrá a subasta. Esto último ocurre solamente en un 3% de los casos.
"Después de muchas décadas en las que lo habitual era que este negocio se desarrollase a hurtadillas y con sonrojo, el crédito a cambio de joyas como garantía se ha convertido en una opción de financiación más vigente que nunca por su facilidad, inmediatez, seguridad y la confianza que aportan estas instituciones centenarias", nos confirma Ramón Alba, director de la Asociación Española de Montes de Piedad (Presea). La nueva imagen que ofrecen sus oficinas, visibles, modernas y con buena luminosidad, es la mejor prueba de que los ciudadanos se han olvidado de ese estigma de beneficencia y caridad que siempre tuvieron.
"El empeño de joyas y objetos de valor ya se ve como una herramienta financiera más, una alternativa a otro tipo de entidades, y no como el último recurso económico disponible, con la carga de desprecio que tradicionalmente se le atribuía", insiste Alba. Una de las razones de su vigencia es precisamente su simplicidad. Nueve de cada diez hogares españoles tienen joyas, según un informe reciente del Monte de Fundación Montemadrid. Las más habituales son las sortijas (87%), los pendientes (74%) y las pulseras (65%). También collares y relojes. En cuanto al material, el que despunta es el oro, sobre todo en la sortija.
El 57% de los poseedores de joyas muestra disposición a solicitar un préstamo o crédito dejando alguna de ellas en garantía en caso de necesitar liquidez, aunque poco más de un tercio conoce el valor real de lo que posee. Alba cuenta anécdotas de personas que se llevan una gratísima sorpresa al conocer la tasación de una pieza familiar olvidada en algún cajón. Otras en cambio, una gran decepción. Más de un enamorado se ha llevado un buen chasco al comprobar que todo el esplendor de una tiara de diamantes sobre una sortija de oro blanco se reducía a una baratija de unos pocos euros. El desencanto, lógicamente, es doble.
Hay que agradecerle a la actriz Concha Velasco que, echando la vergüenza a un lado, haya detallado sus relaciones de ida y vuelta con los Montes de Piedad. Ha dejado claro que el empeño no es signo de debilidad o bochorno, sino de humildad, claridad y fortaleza para sobreponerse a un apuro económico. "El Monte forma parte de mi vida, como la de tantos y tantos españoles. Me conocéis, soy artista, pero también soy empresaria. Y muchos de los espectáculos teatrales que he montado a lo largo de mi carrera con Paco Marsó no habrían podido levantar el telón sin el apoyo del Monte", declaró durante el 315 Aniversario del Monte de Piedad de la Fundación Montemadrid.
Cuando su marido le regalaba una joya carísima, enseguida la colocaba en el Monte. "Ese dinero sabía que me haría falta tarde o temprano cuando tuviera una idea que poner sobre las tablas", explicó. Afortunadamente, las obras eran un éxito y las joyas volvían a casa o al camerino, cerrando así "un bonito círculo". La actriz, recientemente retirada, confesó que todo empezó por un consejo de Lola Flores. "Ella, Lina Morgan y yo veníamos tantas veces que el conserje de la entrada ya nos conocía". Cuando viajaba, 'La Faraona' solía dejar en casa un sobre cerrado con instrucciones para su hija Lolita en las que, entre otras cosas, le precisaba qué joyas y piedras preciosas sin engarzar estaban empeñadas.
El mundo de los empeños tiene un entretenido anecdotario. En su autobiografía, Groucho Marx menciona la costumbre de empeñar de su hermano Chico. "Había épocas en que la casa de empeños de la Tercera Avenida contenía más posesiones de la familia Marx que el mismo piso de los Marx". Mucho antes de que naciesen los Montes de Piedad, Isabel la Católica decidía empeñar parte del joyero real para emprender la conquista de Granada. La práctica es antiquísima. En la Edad Media se consideró una forma de codicia y, por tanto, un pecado. A quien participaba en este tipo de negocios se le negaba el sacramento de la comunión y la sepultura cristiana al morir.
No obstante, de un modo u otro estos trueques siguieron presentes en la sociedad y en todos los ambientes. Los Montes de Piedad nacieron en 1702, en la madrileña Plaza de las Descalzas, para hacer frente a los abusos que los usureros cometían perjudicando a las clases sociales más desfavorecidas. Fueron creados por el sacerdote aragonés Francisco Piquer con el nombre de Sacro y Real Monte de Piedad de las Benditas Animas del Purgatorio de Madrid. Fueron el germen de las Cajas de Ahorro. "Ahora se han reconvertido y funcionan como fundaciones cuyos beneficios se destinan a obras sociales, educativas, culturales y medioambientales", explica el director de Presea.
Sus usuarios han sido siempre gentes de toda condición y posición, incluso hubo familias que los usaron como depósito de la cubertería de plata u otros objetos de valor mientras disfrutaban de sus vacaciones. Sabían que en el Monte quedaban a buen recaudo. También se cuenta que un aficionado taurino empeñó su colchón para comprar un par de entradas. En 1977 se decidió hacer más selectiva la recogida de objetos, sobre todo porque no se podía dar mucho dinero por algunos artículos y porque sabían que en caso de no ser recogidos por sus propietarios, no podrían venderlos en las subastas públicas que se organizan casi todos los meses. Sólo los pañuelos de raso, las mantillas y las prendas de hilo y seda natural siguieron aceptándose durante un tiempo más.
Actualmente solo admite joyas y relojes, aunque sus almacenes aún conservan objetos de otras épocas, cuando los ciudadanos acudían con un tocadiscos, una máquina de coser, abrigos de piel, sábanas de ajuar y otras reliquias sin especificar guardadas en cajas de diferentes tamaños. Según nos indican desde sus oficinas, ha cambiado el perfil de clientes. Cada vez son más jóvenes y abundan los autónomos o pequeños empresarios con problemas de liquidez.
En 2020, último ejercicio del que se tiene contabilidad, los Montes de Piedad cerraron con más de 230.000 créditos concedidos y renovados, con un montaje superior a 152 millones de euros. Los datos de 2021 apuntan a que habrá un incremento aún más importante debido a la situación que está dejando la pandemia en muchos hogares y negocios. El importe promedio por préstamos está en 657 euros, muy en la línea de los créditos al consumo. El oro sigue siendo el principal refugio en estos momentos de incertidumbre.
Los responsables de sus oficinas se sorprendieron de la demanda que encontraron al terminar el confinamiento domiciliario. La actividad creció un 30%. Incluso durante los dos meses de encierro, durante los cuales se atendió únicamente por teléfono, hubo días en los que, por ejemplo, en la sede de Valladolid, hubo hasta 700 llamadas. Ahora las colas han vuelto a ser habituales. Los ERTE sin cobrar y la crisis han motivado un trasiego de hasta 300 personas al día, frente a las 30 de otras épocas. "La ventaja frente a otro tipo de entidades crediticias -advierte Alba- es la liquidez inmediata y sin intereses abusivos (entre el 6 y el 8%). Además, aunque el cliente se desprende de algo con mucha carga sentimental, en el 97% de los casos la pieza vuelve a su dueño".
No todo son dramas. Hay personas que empeñan un reloj de alta gama para rehabilitar su casa o pagar las tasas universitarias de los hijos. "Es tan digno como solicitar un préstamo en un banco", aclara Alba. Y como manifestó Concha Velasco, "aquí venimos los currantes".