La inflación que amenaza con mantenerse elevada durante más tiempo del inicialmente previsto y los alentadores datos de empleo están redoblando la presión para que el Banco Central Europeo (BCE) aumente los tipos de interés. El regulador aún no ha tomado una decisión al respecto, pero si a las tensiones alcistas se le añade la incertidumbre creada por la situación entre Rusia y la OTAN en la zona de Ucrania, el final de la época de los tipos bajos cada vez parece más cercana. Ante este panorama, es lógico que te preguntes cómo afectará todo esto a tu bolsillo.
El tipo de interés suele definirse como "el precio del dinero", es decir, la cantidad que tendremos que pagar de más en caso de pedir un préstamo o, por el contrario, lo que esperamos ganar al realizar una inversión. En la zona euro, cuando un banco necesita dinero se lo pide al Banco Central Europeo (BCE), que le cobra un tipo de interés de referencia. Si el banco paga por el dinero por ejemplo un 3%, cuando nos lo preste a nosotros nos cobrará más, pero no tanto como para que el cliente se marche a otra entidad. En cualquier caso, la consecuencia para nosotros es que nos toca pagar más por recibir la misma cantidad.
La razón principal para una subida de los tipos de interés es el control de la inflación. La mayoría de los bancos centrales buscan que haya una inflación moderada que estimule el consumo, en el caso del BCE que esté lo más cerca posible del 2%, pero si esta se descontrola se desestabiliza toda la economía, como prueban los ejemplos de Venezuela en los últimos años o de Alemania durante el periodo de entreguerras.
La tasa de variación de los precios en las economías del euro cerró 2021 en un 5,1%, muy por encima del consenso del mercado, consecuencia de los altos precios de la energía y las interrupciones en las cadenas de suministros globales, y esto está empezando a convertirse en un problema.
Por tanto, un alza de tipos buscaría, en primer lugar, evitar la espiral que llevaría a la recesión, el aumento del paro y el empeoramiento de las condiciones de vida. Pero si la subida no se afina mucho podría enfriar demasiado la economía en un momento en el que la recuperación europea aún no está consolidada. En cualquier caso, si finalmente hubiera una subida de tipos en la situación actual, las economías familiares notarán las consecuencias, tanto las positivas como las negativas.
Los salarios subieron en 2021 la mitad que los precios. Los ligados a convenio se incrementaron de media un 1,47%, frente al 3,1% del IPC, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). En ese sentido, un alza de tipos ayudaría a frenar esta sangría en el poder adquisitivo de los salarios.
La capacidad económica de muchas familias se ha resentido drásticamente, y esto tiene importantes consecuencias para el consumo, que todavía no se ha recuperado. Si ya llegabas justo a fin de mes y, por ejemplo, ahora tienes que pagar mucho más por la luz, el remanente que te quedaba para el consumo se ha esfumado. Una subida de tipos ayudaría a paliar estos efectos.
A tipos de interés más altos, más caros se vuelven los préstamos. Este encarecimiento afecta a la capacidad de financiación de la economías familiares. La forma más directa es a través de las hipotecas, que se hacen más caras. Cualquier upper recordará las condiciones de los préstamos para la adquisición de una vivienda de décadas atrás, con intereses que superaban en algunas ocasiones el 20%. No regresaremos a eso, pero una subida de tipos del BCE instalaría al euríbor en tasas positivas seis años después.
Así, si sube un punto porcentual el tipo de interés de una hipoteca media en España de 150.000 euros a 25 años con tipo de interés variable, el recibo mensual de la hipoteca se encarecerá unos 69 euros, más de 800 euros anuales. Si subiera dos puntos el aumento sería de 142 euros al mes. Quienes quieran comprar vivienda también se encontrarán precios más altos en los préstamos. Los bancos tenderán a fomentar la hipoteca variable tras años de potenciar las fijas.
Durante la pandemia el ahorro familiar ya se disparó, tanto por la menor actividad como por un aumento de la precaución ante la situación de incertidumbre. En ese sentido, un mayor tipo de interés incentivaría al consumidor a ahorrar más dinero, ya que recibirá mayores ingresos por el dinero que tiene en el banco.
Esto implicaría que los activos de ahorro en renta fija, aquellos que aseguran una rentabilidad, aumentarían su rendimiento, algo que de hecho ya está pasando, mientras que los de renta variable -especialmente en los sectores más volátiles- se verían reducidos, a menos que compensaran con rentabilidades mucho mayores los riesgos.
Saldrían ganando productos como los depósitos, con remuneraciones -aunque no en el corto plazo- tras años sin atractivo, y los bonos del Estado. Pero si los ahorros salen de los activos bursátiles, la capacidad de las empresas para financiarse mediante la bolsa sería menor, lo que conllevaría menores contrataciones y, a la larga, podría tener un efecto negativo en el empleo.
Un alza de tipos estabilizaría la economía, pero, como hemos apuntado antes, también podría llegar a asfixiarla si no se calcula bien. Lo ocurrido hace una década nos da algunas pistas de las consecuencias que podrían tener una política monetaria restrictiva para la economía española. Menos inversión, menos crédito, menos actividad económica y más paro. Una subida de tipos que ralentizara el crecimiento frustraría las expectativas de incorporarse al mercado laboral de muchos trabajadores, sobre todo de los jóvenes.
Subir tipos normalmente significa un fortalecimiento de la divisa. Si el BCE optara por el alza de los tipos, el euro aumentaría su cotización. Esto afecta a nuestra capacidad de exportar, ya que comprar bienes europeos sería más caro. Si la subida de tipos de interés sucediera antes en Estados Unidos que en Europa, el dólar como divisa se apreciaría. A corto plazo implicaría que las exportaciones de bienes europeos fuesen un poco más competitivas y las importaciones de bienes americanos se encarecerían.
Cuando los tipos de interés oficiales son bajos a los países les resulta más fácil endeudarse a bajo coste. Mientras que si suben el coste de financiación aumenta. Para España, con una deuda sobre el PIB superior al 120%, una brusca subida de tipos podría dificultar su acceso a los mercados, incluso si la subida de tipos fuese más psicológica que realmente efectiva.
En cualquier caso, desconocemos cuándo subirán los tipos ni cuántas veces lo harían. Y son muchos los factores variables a tener en cuenta, desde la evolución de la pandemia hasta las políticas que implementen los gobiernos. Todo se mueve entre previsiones y medias certezas, pero lo que está claro, según experiencias pasadas, es lo que históricamente supone un alza de tipos: el dinero renta más, las hipotecas son más caras y el empleo tiende a crecer menos.