Cómo era la mili en España
Dos testimonios recuerdan cómo fue hacer el servicio militar obligatorio durante los años 80 en España
De vez en cuando salta el debate de la vuelta de la mili en España. Una locura, ¿no? Pues tampoco hace mucho desde que el servicio militar obligatorio se suprimió por completo, en concreto fue en 2001. Ni 20 años hace. Puede que alguno de los que esté leyendo esto tuviese que hacer la mili y, de repente se le venga a la mente recuerdos, anécdotas o las amistades forjadas en aquella época.
Realizar el servicio militar no es algo que ronde ya la cabeza de los jóvenes, aunque constantemente hayan series o películas basadas, por ejemplo, en la Guerra Civil española. Prefieren estudiar un grado, un ciclo superior o directamente acceder al mercado laboral. Aún así, hay quien decide acceder y realizar la mili, pero esto ya es más de vocación, por iniciativa propia para tener una carrera militar.
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William Rodríguez no tuvo opción de decidir, y en 1984 entró al cuartel con 21 años, tres después de cumplir la mayoría de edad. “Como estaba estudiando, podía ir pidiendo prórrogas hasta que me tuve que incorporar”, comenta. Algo parecido le pasó a Agustín Fernández, que tuvo que dejar su trabajo en Tenerife para ir hasta Zaragoza, donde le destinaron para realizar el servicio militar.
¿Cómo era el día a día?
El primero describe su servicio militar como “atípico”, pues cuando entró ya se había sacado el carné de coche y de camión, así que rápidamente le asignaron como chófer del autobús que llevaba a los enfermos hasta el hospital militar. Más tarde también se ocupó del transporte de los altos mandos del cuartel, encargándose de ambas tareas. “Eso al final fue una ventaja, porque como el conductor de los mandos debía estar descansado, me libraba de hacer las guardias nocturnas”, recuerda. En los ratos muertos trabajaba en las cocheras, controlando el estado de los vehículo o reparando averías.
“Un año perdido”
Si en algo coinciden los dos tras recordar el servicio militar, es que para ambos fue “un año perdido de mi vida”. Agustín siente que no aprendió nada nuevo allí, que lo más relevante fue “aprender a tocar la corneta” y una disciplina muy dura por parte de los militares. Tras echar la vista atrás, recuerda que los altos mandos aprovechaban sus cargos de superioridad sobre ellos y si tenían ocasión, les humillaban. La parte de su estancia en el cuartel a la que más cariño guarda es la amistad forjada allí con otros compañeros, con los que asegura, sigue en contacto a día de hoy.
Una vez finalizaba el tiempo de instrucción militar, tocaba hacer la jura de bandera. Rodríguez la recuerda bastante caótica, y no es para menos. Su servicio lo realizó en Las Palmas de Gran Canaria y, el día de la jura, había muchísimo calor. “Estuvimos de pie en formación varias horas, y con las altas temperaturas algunos compañeros y yo nos desmayamos, pero finalmente pudimos recomponernos, volver a filas y jurar bandera”, rememora.
Muchas cosas han cambiado. En 1988 se aprobó el ingreso de las mujeres en el servicio militar, y en 2001 se suprimió la mili obligatoria. En el recuerdo de cada uno quedan aquellos tiempos en los que los hombres se tenían que separar de hogares, familias, parejas, para instruirse en el servicio militar.