La reforma de pensiones que está planteando el Gobierno carga de impuestos y deuda a las nuevas generaciones, que además tendrán que ocuparse de sostener la natalidad y criar a sus hijos en unas condiciones laborales muy desiguales e inciertas. Algunos expertos consideran que ha llegado el momento de cambiar el contrato intergeneracional, pero se resisten a hablar de conflicto entre jóvenes y mayores.
Los jóvenes de hoy soportan un paro por encima el 30%, uno de cada cuatro está en riesgo de pobreza, el sueldo medio de los menores de 29 años es de 973 euros, no pueden emanciparse hasta pasados los 30 años, y no pueden tener su primer hijo hasta los 35.
Pese a todo, los recursos públicos dedicados a la juventud han descendido año a año mientras que los destinados a los mayores aumentan. A lo largo del período 2008-2018, mientras el peso de las prestaciones de vejez respecto al PIB aumentó 3 puntos en España, el peso de las prestaciones familiares se mantuvo al mismo nivel. El salario medio de los jóvenes entre 16 y 29 años ha caído más de un 5% en la última década, según cifras del Consejo de la Juventud, mientras que las pensiones de jubilación han subido cerca de un 3%, y las pensiones de los nuevos jubilados ya son de 1.400 euros.
Ante estos datos muchos se plantean si es justa la redistribución de los recursos públicos que se hace actualmente. Para el economista de la Universidad Pompeu Fabra, Guillem López Casanovas, existe una desproporción entre el en gasto social destinado a mayores y a jóvenes en favor de los más mayores "esto era lógico cuando la política pública tenía que dar a nuestros mayores lo que la ocupación laboral daba a los más jóvenes en materia de productividad y salarios. Ahora éste ya no es el caso, y las políticas no han cambiado pese a los cambios demográficos y del mercado de trabajo".
La Catedrática de Economía de la Universidad de Barcelona, Concepció Patxot, afirma que "el gasto social está focalizado ya en los mayores. Cuando se jubilen los boomers, los activos tendrán que mantener esas cotizaciones e impuestos más elevados para sostener un gasto creciente, no se les puede pedir más ajustes", afirma Patxot.
Pese a las advertencias de algunos expertos, el Gobierno ha decidido que el peso de la reforma de las pensiones recaiga sobre los jóvenes. Serán éstos los que tengan que asumir subidas en sus cotizaciones durante más años, y también afrontar el aumento de gasto que supone indexar la subida de las pensiones al IPC, y cargar a los Presupuestos los cerca de 14.000 millones de gastos impropios que antes pagaba la Seguridad Social con cotizaciones y ahora habrá que pagar con impuestos o sacándolos de otras partidas.
Y esto es solo el principio. La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) calcula que con las pensiones subiendo cada año al ritmo de la inflación y ésta creciendo un 1,8% de media en los próximos 30 años, con alzas promedio del PIB del 1,4% entre 2020 y 2050 y con una tasa de paro de 7% en este último año (la mitad que la actual), serán necesarios 450.000 millones para pagar un año de pensiones, ahora gastamos alrededor de 150.000 millones al año.
Según el escenario central de las previsiones demográficas de la AIReF, la población en España aumenta hasta los 54 millones de habitantes en 2050, mientras que la población en edad de trabajar se mantiene por encima de los 30 millones. Como consecuencia, la tasa de dependencia (entendida como población de más de 66 años entre población entre 16 y 66 años) alcanza el 53% en 2050. Esto es, casi un trabajador por cada pensionista. El triple de gasto para los mismos trabajadores.
El panorama no es muy alentador, pero la realidad puede ser distinta en el futuro. Para el demógrafo e investigador del CSIC Julio Pérez Díaz, "lo que no podemos hacer es comparar a los jóvenes con los mayores actualmente. O comparamos a los jóvenes de hoy con los mayores cuando eran jóvenes, o proyectamos cómo van a ser los jóvenes actuales cuando sean mayores, cosa que no sabemos. No puedes comparar generaciones, si no lo haces a la misma edad", argumenta Pérez Díaz.
Nadie sabe cómo será el futuro, por eso los investigadores se toman muchas reservas antes de hablar de un conflicto entre generaciones. Para Guillem López Casanovas, "entre los jóvenes la percepción de necesidad de salvaguardarse y reaccionar frente a un futuro extenso, a diferencia de entre pensionistas a corto plazo, no existe. Los jóvenes son de preferencias multidimensionales. El conflicto está en todo caso implícito en las políticas actuales", asegura el profesor.
Julio Pérez sostiene que "el discurso del conflicto generacional es muy importado, muy norteamericano y neoliberal. No creo que en España sea de ninguna aplicación, al contrario. Convendría trasladar a la política algo que ya ocurre en las relaciones entre generaciones, porque los mayores en España votarán a quien les aseguren las pensiones, pero en su vida cotidiana están muy abocados a la protección, a la ayuda, a la financiación de sus descendientes", explica Pérez Díaz.
Todos los expertos consultados coinciden en que lo que hay que hacer es poner el foco en la redistribución de los recursos antes que en el conflicto. Guillem López Casanovas cree que el aumento del gasto social (pensiones y sanidad) que se prevé con la jubilación de los boomers puede lastrar el desarrollo de las generaciones más jóvenes. "Esto es así indudablemente, y la inacción es una buena noticia para los pensionistas y muy mala para los jóvenes".
El demógrafo Julio Pérez Díaz afirma que "si comparamos las condiciones de los boomers cuando eran jóvenes con las de los jóvenes de hoy, las ventajas son abrumadoras a favor de los jóvenes actuales, pero la percepción de futuro que tienen los jóvenes actuales es mucho peor", asegura el investigador.
Las políticas públicas vienen determinadas en muchas ocasiones más por la necesidad de mantener el poder de los partidos políticos que por el interés general. Y son los votantes mayores los que deciden las elecciones. "Los mayores de 55 años son el doble que los menores de 35 en el censo. Además, los jóvenes son más evanescentes e inestables; es decir, tienen una participación más baja y, a veces van a votar, y otras, no. Por eso en nuestro país se hacen tan pocas políticas de juventud", comenta el politólogo Pablo Simón al respecto.
Para Concepció Patxot "que los mayores tengan más peso en las urnas determina las políticas públicas en su favor y en perjuicio de los más jóvenes. Esto se está produciendo, quizá no de forma consciente pero se está produciendo, y es un debate que hay que abordar".
Simón asevera que "resulta peligroso entrar en una guerra de generaciones. Es un camino poco fructífero. No hablamos de una generación perdida, sino de un potencial país perdido. Si no existen oportunidades para los jóvenes, no hay posibilidades para nadie, ya que, si no consiguen empleo, los jóvenes no se emanciparán y, a la larga, no se podrán pagar más pensiones y caerá la productividad. Todo es una rueda. Hay que hacer políticas más ambiciosas para jóvenes porque la propia pirámide demográfica juega en su contra. Necesitamos un nuevo pacto intergeneracional".
Un debate que se abre paso es el de si algunos jubilados, los que disfruten de mejores situaciones económicas, debería también contribuir a sufragar el importante aumento del gasto social que supone el envejecimiento de la población. López Casanovas lo tiene claro, "sin duda. Por equidad generacional y simple sentido común. Ya nos devolverá la Unión Europea a la realidad de las reformas necesarias. Y los partidos dirán todos ellos que no querían pero...".
Concepció Patxot va un poco más allá: "lo que hay que hacer es ampliar la edad de jubilación más allá de los 67, aumentar el periodo de cálculo y rebajar las pensiones aunque sea muy duro. La alternativa es que tus hijos lo van a tener crudo. No se puede machacar más a la gente más joven. Si retrasas las decisiones siembras desconfianza. Y si no lo haces ahora es peor, porque cuando nos jubilemos los boomers, nuestro peso en las urnas será mucho mayor y será más difícil tocar las pensiones".
En un sistema de reparto como el nuestro los que trabajan hoy pagan las pensiones de los jubilados de hoy. Esto ha funcionado mientras que los trabajadores eran muchos más que los pensionistas, pero la situación ha cambiado. Que las cohortes menos numerosas, los hijos de los boomers, tengan que soportar todo el peso demográfico de su sostenimiento siembra dudas en el sistema. Pero plantear un conflicto generacional no parece ser la solución. "Plantear un equilibrio generacional es una apuesta ganadora. Todos podemos salir ganando de un sistema de políticas públicas más inclusivo para todas las generaciones. Lo que no sé es cómo se puede mover el debate en esa dirección", concluye Pablo Simón.