La renta básica universal ha sido objeto de debate en los últimos años. En una sociedad profundamente marcada por las crisis económicas, la desigualdad económica y la precarización del trabajo, son muchos los que se preguntan qué ocurriría si el Estado entregase a cada ciudadano una ayuda directa a cambio de nada, por el mero hecho de existir.
Sus partidarios defienden que esta medida ayudaría a combatir la pobreza, a crear sociedades más justas y a proteger la dignidad humana. Sus detractores, en cambio, critican que no es una medida viable desde el punto financiero y que, de aplicarla, tan solo serviría para desincentivar la búsqueda de trabajo. Pero ¿quién tiene razón?
Para intentar dar respuesta al debate, que con la pandemia de la Covid-19 ha cogido incluso más fuerza, el Instituto de Investigación Económica de Berlín, en colaboración con la asociación sin ánimo de lucro Mein Grundeinkommen (“Mi ingreso básico”, en su traducción literal al español), ha puesto en marcha un experimento por el que pagará una renta básica de 1.200 euros a más de 100 personas a lo largo de tres años. Y a cambio de nada.
Tal y como señalan en la propia página web del proyecto, el objetivo de este experimento es demostrar empíricamente si una renta básica universal puede provocar cambios profundos en la salud, el trabajo, la revolución digital, la política, la cohesión y el consumo.
A pesar de que son muchos los que creen que el ingreso básico podría ayudar a resolver los problemas sociales de nuestro tiempo, lo cierto es que todavía no se ha probado científicamente cuáles serían las consecuencias de este tipo de medidas. Es más: sus efectos solo se han estudiado desde un punto de vista laboral, sin considerar cómo influiría en las propias personas.
Por ello, los investigadores quieren averiguar cómo afectaría al propio individuo, analizando desde sus sentimientos y comportamientos hasta sus valores, habilidades cognitivas y manejo y uso del tiempo. De este modo, se podrá ver si se produce algún tipo de cambio y arrojar luz a un debate marcado por las convicciones ideológicas.
Para realizar este estudio, la asociación entregará 1.200 euros a lo largo de tres años a 122 personas de entre 21 y 40 años que viven solas. Estos afortunados fueron elegidos de entre más de dos millones de voluntarios, y no tuvieron que demostrar tener estudios, trabajo o algún tipo de problema económico; de hecho, si tienen o encuentran trabajo, pueden seguir trabajando sin ningún tipo de inconveniente.
Durante los tres años que durará el experimento, los participantes deberán responder de forma telemática a siete cuestionarios periódicos en el que se les preguntará sobre los cambios en su vida cotidiana: esa es su única obligación. Las respuestas de estos cuestionarios se compararán con las de otros 1.380 participantes, que no recibirán la renta básica, para estudiar los efectos de la medida.
Una vez se tengan los resultados, los investigadores calcularán las posibles consecuencias sociales de una renta básica universal y asentarán las bases para desarrollar modelos de financiación realistas con los que se pueda entregar una renta básica a todo el mundo.
El experimento comenzó el pasado mes de junio, cuando los participantes obtuvieron sus primeros 1.200 euros. Para realizar este proyecto, la asociación ha recibido donaciones de más de 140.000 personas, que permitirán financiar estos subsidios.