De venir a cobrar a la puerta de casa a la era online: cómo ha cambiado el 'seguro de los muertos' en España
Hablamos con quien lo ha vivido desde la infancia: "Me llevaban los demonios cuando venían a cobrarlo, porque era pagar la muerte siendo tan joven"
Antes, se le conocía como 'el de los muertos', e iban casa por casa cobrando las cuotas
Hablamos con un responsable de Santalucía, la empresa con más solera en estos seguros, quien nos explica su evolución
Teresa desempolva unos papeles de una típica carpeta azul. Dentro, unos documentos que tienen más valor de lo que parece: el seguro de decesos que lleva pagando desde años atrás. "El seguro de los muertos", como lo llama ella, de 73 años, y tanta otra gente que, en su momento, lo heredó de sus padres para poder cubrir económicamente el último adiós. ¿Cómo ha cambiado con el tiempo? ¿Se sigue contratando?
En España, según datos de la patronal de los seguros privados, UNESPA, "el nivel de aseguramiento es creciente con la edad, alcanzando un máximo de en torno al 60% entre los 75 y los 79 años. Sin embargo, hay que destacar que el nivel de penetración supera ya el 40% a los 20 años, en una buena prueba del impacto de las pólizas colectivas, normalmente de carácter familiar". Y es que este tipo de seguros es, posiblemente, uno de los que más se traspasen entre padres e hijos.
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Confirma esta tendencia Juan Carlos Blázquez, director de Prestaciones de Santalucía: "La edad de contratación suele ser de una pareja con 30-35 años que se apuntan porque ya estaban apuntados sus padres y se le mantiene las condiciones si estaban en la misma póliza. Las nuevas generaciones ponen más en valor las garantías en vida, el poder llevar a su hijo al pediatra que quiere a un precio económico".
De hecho, observando la tipología de familias, se puede ver que los únicos hogares donde el seguro de decesos no está presente es aquellos en los que vive una persona sola que tiene menos de 30 años. Donde hay personas de más de 65 años al frente son los que tienen mayores tasas de penetración, pero las diferencias son pocas respecto de algunas agrupaciones familiares donde hay jóvenes conviviendo.
"De ser el 'seguro de los muertos' que todo el mundo conoce se han incorporado bastante garantías adicionales como el acceso a la medicina privada con descuentos, dar de baja la huella digital, atención psicológica, gestión emocional, etc.", explica Blázquez. Al final, como cualquier producto, se trata de evolucionar o morir, nunca mejor dicho.
Un seguro que va de generación en generación
"Mi madre lo tenía de toda la vida, se lo haría a lo mejor a los veintitantos años, que es cuando empezaba la gente a hacérselo", nos explica Teresa, quien también nos cuenta cómo era el proceso para hacer los pagos antes, cuando no había domiciliaciones bancarias ni transferencias. "Aquí a mi casa no ha llegado a venir el hombre que lo cobraba, pero donde vivíamos antes, sí. Le llamábamos 'el de los muertos'. Venía a primeros de mes a cobrarlo y te daba un papelito como que ya lo habías pagado. 'Que vengo a pagar los decesos', decía".
Para Blázquez, que ha vivido el cambio desde dentro, ahora las cosas son mucho más sencillas con la digitalización: "El cambio de la forma de contratarlo, pagarlo y trato con el cliente ha sido del 100%, porque se han abierto todos los canales: puedes contratar por la web, una oficina, el contact center... El cobrador que iba a las casas ya prácticamente está eliminado, aunque en alguna zona rural aún queda alguno".
El funcionamiento de un seguro de vida es sencillo: el titular paga una cuota cada mes (o cada año, dependiendo de cómo lo tenga contratado) por tener una serie de servicios asegurados el día en el que fallezca. Lo más útil, en cualquier caso, es que cubre los gastos del sepelio y los de gestión del féretro y del nicho en el cementerio. Además, el beneficiario designado del seguro recibirá una cuantía en función de lo que estuviera contratado. Si no hay un beneficiario, o este no está dentro del seguro, quien lo recibe serían los herederos legales del fallecido.
"Unos vecinos estuvieron pagando muchísimos años, y ella siempre decía que se iba a quitar. Se murió su marido dos años después de quitarse del seguro, y no le dieron nada, claro. Ella dijo que no se iba a dar de alta otra vez, así que cada mes metía dinero en una hucha para cuando se muriera", nos cuenta Teresa.
Estar pagando durante tu vida el momento de tu muerte también puede resultar algo paradójico e incluso verse como una pérdida de dinero en el mes a mes. "Me llevaban los demonios cuando venían a cobrarlo, porque era pagar la muerte siendo tan joven, y yo le decía a mi madre: 'para qué pagas los muertos, no los pagues', y ella decía que sí, que si no a ver de dónde íbamos a sacar el dinero para el entierro después. Y así fue. Al final cambié mi manera de verlo, porque cuando se murió mi madre vi que me lo arreglaban todo tan bien y que no me tuve que preocupar de nada que al final me quedé con el seguro", nos explica.